Nueva estación marítima en Ibiza, viejos problemas

Trabajadores y cruceristas se quejan de la falta de espacios de sombra en el entorno de la nueva estación marítima en la zona portuaria de es Botafoc, que no está adaptado a situaciones de calor

Bajo un sol de justicia y sin ninguna sombra a la vista, Magdalena Águila permanece de pie junto a la parada de taxis de la nueva estación marítima de es Botafoc. Sabe que en breve llegan dos cruceros y que tendrá mucho trabajo, que consiste en gestionar y organizar la cola de clientes que esperan y, en el caso de que no hayan suficientes vehículos, llamar a la central y reclamar que vengan taxis. También se encarga de solicitar vehículos adaptados, en el caso de que sean necesarios.

«En la antigua parada había una pequeña pérgola. Casi no daba sombra, pero al menos era algo. Pero es que ahora, fíjate», y hace un amplio gesto con el brazo, mostrando el panorama. «Esto es un asador. Y ya que estamos aquí trabajando, ¡un poco de sombra se agradecería! Para mi y para la gente que tiene que esperar».

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Los cruceristas se acumulan frente a la zona de autobuses, con el faro de es Botafoc al fondo. / J.A.Riera

La falta de espacios para proteger del sol ha sido uno de los más criticados de la nueva estación marítima de es Botafoc. Este aspecto, la deficiente señalización y la falta de servicios que se encuentran los turistas al bajar del crucero, habían sido las principales quejas que se habían planteado y que debía resolver la nueva instalación. El tema de la falta de sombra, está claro que no se ha solucionado.

«Ahora ya hace un calor insoportable [son las doce del mediodía] pero dentro de tres horas será aún peor. Y en julio o agosto ni te cuento. Se han gastado muchísimo dinero en la estación y me parece incomprensible que no hayan habilitado unos toldos, que no cuesta nada ponerlos», comenta Vicen Borrás, guía turístico y expresidenta de la Asociación Profesional de Informadores Turísticos pitiusa. «[Los cruceristas] salen del crucero y se encuentran con una cola gigantesca y sin una sola sombra. Es un entorno muy hostil», explica Emili Vergara, otro guía turístico que ha recibido también muchas quejas: «Es especialmente penoso cuando se trata de gente mayor o con dificultad para caminar. En la parada de autobús ni siquiera hay marquesinas ni asientos», señala.

Otra de las quejas es el problema de las barreras arquitectónicas y la falta de accesibilidad en las plataformas desde donde se accede a los autobuses que se ponen a disposición de los cruceristas para las excursiones guiadas: «Están muy altas y los autobuses no pueden desplegar la plataforma para que puedan subir las personas con problemas de movilidad», denuncia Borrás

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Se empieza a formar la cola en la estación de taxis. / D.V.

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Una turista con problemas de movilidad recibe ayuda para subir a un autobús. / J.A.Riera

La guía turística también critica la situación que se encuentran los pasajeros de los barcos que desembarcan en el dique, donde tampoco no hay ni una sombra. «Tienen que hacer una cola larguísima en un espacio sin servicios, a pleno sol, sin lavabos, y detrás de unas vallas; parece que estén encerrados en un gallinero», denuncia.

La hora de la verdad

Una vez conocidos los problemas, es el momento de vivir in situ una situación de crisis. Hay una mejora muy sustancial respecto al año pasado y es la presencia de la organizadora a pie de calle del servicio de taxis. Al igual que el año pasado, no hay apenas señalización y la acumulación de turistas bajo el sol, sin ningún taxi a la vista, provoca momentos de tensión e, incluso, cuando por fin llega algún vehículo, discusiones y peleas debido a la gente que no respeta la cola.

La labor que hace ahora Magdalena Águila es indispensable. Atiende a todos los que esperan, ordena la fila, calma los ánimos y, cuando se produce una acumulación de clientela y no hay taxis a la vista, llama a la central y solicita vehículos. «Me ha contratado la Federación del Taxi», explica. «Cuando veo que hacen falta, llamo», confirma. Reconoce que ha vivido algunas situaciones de tensión: «A veces se hacen colas que van de punta a punta de la estación y hay gente que me dice que se van andando hasta la ciudad, que no aguantan más. Yo les recomiendo que, si no quieren esperar taxi, se pillen un City Boat» .

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Exterior de la estación, sin ninguna sombra a la vista. / D.V.

Y esta es otra de las mejoras. Antes, el servicio de barca-taxi que conecta Talamanca con es Botafoc y el barrio de la Marina no estaba bien indicado. Ahora, a la salida de la estación marítima, un empleado con un cartel informa de este servicio y, a mitad de camino de la parada, hay un toldo con información.

A partir de las 12.30 horas empiezan a salir de la estación los pasajeros del crucero ‘Main Shift’. Son turistas alemanes. La mayoría han contratado autobuses para realizar visitas guiadas. Además, haciendo honor a los tópicos sobre los germanos, todo está perfectamente organizado. Los cruceristas salen por grupos según el autobús que tienen asignado. Las colas, por tanto, son razonables aunque, eso sí, se hacen bajo el sol.

Sobre el terreno se comprueba que el problema para las personas con movilidad reducida es que los autobuses de la empresa Sagalés no están adaptados. Algunos turistas que van en silla de ruedas pero que tienen algo de movilidad en las piernas, deben subir con ayuda los tres escalones que les separan de la cabina del vehículo. No es el caso de un hombre en silla de ruedas cuyo acceso es imposible. Se le ofrece la posibilidad de subir a un autobús de línea que le conducirá hasta el centro de la ciudad. «Tenemos plataforma adaptada pero se ha estropeado, lo siento», comenta el chófer. Frustrado, el hombre, acompañado de su pareja, se dirige a la parada de taxis, desde donde Magdalena llama para solicitar un vehículo adaptado.

Toda parece que va bien cuando, a las 13.15 horas, del dique aparecen los pasajeros del ‘Costa Cruceros’. En este caso, la mayoría son italianos. En cinco minutos ya se ha formado una larga cola de un centenar de cruceristas en la parada de taxis. Los vehículos que van llegando son claramente insuficientes para atender la demanda. La cola ya atraviesa toda la acera y penetra en el interior del edificio. Magdalena Águila se desespera y les indica, en inglés, que formen la cola en otra dirección, pero la mayoría no la entiende y la ignora.

En ese momento, por la esquina aparece un taxi y un grupo de espabilados se adelanta para abordarlo. Magdalena, desesperada, se dirige hacia ellos, agitando los brazos, «¡No! ¡no! ¡la parada es ahí!». En otro caso se trata de un taxista que detiene su vehículo un momento para ir a la cafetería de la estación, y algunos clientes corren hacia el coche para meterse en él. La controladora va de un lado a otro, sudando, intentando poner orden. ¿Sucede esto a menudo? «¡Continuamente!», responde.

Una terminal con una inversión de 16,3 millones

La nueva estación marítima se inauguró el día 6 de junio. Las obras se adjudicaron en abril de 2019 a la Unión Temporal de Empresas (UT) Comsa-MB, con un presupuesto de 16,3 millones de euros. El edificio consta de dos plantas y tiene una superficie construida de 6.850 metros cuadrados.

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