Dos ilustradores de Ibiza con arte

Sa Nostra Sala acoge la exposición ‘La música il·lustrada’, un «viaje emocional y artístico» compuesto por 60 carteles, portadas de discos y ‘flyers’ diseñados por los ibicencos Marcos Torres y Ricard Bofill en las últimas dos décadas

José Miguel L. Romero

José Miguel L. Romero

«Somos la pareja de baile perfecta». Es como Marcos Torres define tanto su relación con Ricard Bofill —el otro diseñador con el que comparte la exposición ‘La música il·lustrada’, que se inaugura este jueves en Sa Nostra Sala— como el resultado de mezclar sus obras en una sola exhibición artística, aunque cada autor las cuelgue en paredes distintas. «Se han convertido en referentes del arte y, en este caso, de la ilustración de la isla de los últimos 25 años», señala el periodista (y amigo de ambos) Fernando de Lama en el texto que acompaña el díptico con el que se presenta la muestra, organizada por el Consell: «Dos creadores —añade De Lama —de una misma generación pero con estilos muy diferentes, que van de la obra más colorista y pop, de línea clara, de Marcos Torres, a la más expresionista y lírica de Ric, con un punto onírico en ambos».

Las paredes y vitrinas de Sa Nostra Sala están ocupadas desde hoy por sus carteles de conciertos, de fiestas y de salas, así como por sus flyers y portadas y carátulas de discos de las últimas tres décadas. En cada panel, la obra de cada autor, que se intercalan a lo largo de todo el espacio expositivo. Y, ojo, sin letreros que concreten de quién es cada ilustración: «Prescindimos de la cartelería informativa porque ambos hemos mantenido la autoría de nuestro lenguaje gráfico a través del tiempo. No hay confusión posible», señala Torres.

Inconfundibles

Y así es. Son inconfundibles: por un lado, el «gesto expresionista», esa sensación de «inmediatez, sin premeditación», como Ricard Bofill define sus propias ilustraciones; por otro, «las masas planas» y esa reminiscencia «pop» de cada diseño de Torres, que considera que son «la pareja de baile perfecta» porque, pese a usar un estilo «gráfico diferente», han conseguido que todo su trabajo aparezca aquí «muy cohesionado». Coincide con él Bofill: «Tenemos estilos diferentes, sí, pero sabía que en el montaje final quedaría todo unificado». Cree además que, tal como las han dispuesto, han logrado que «interactúen unas piezas con otras». Otra explicación a que no haya paneles informativos o identificativos: «Un cartel se debe defender por sí mismo, no necesita explicación. No queríamos manchar la muestra con informaciones extra», apunta Torres.

«Trabajamos con pasión. Cuando diseñamos no pensamos en si estamos creando un póster para Paul Weller o para Uncle Sal. Nuestro estándar es hacer todo siempre lo mejor que lo podamos hacer. Si no, no funciona»

Este artista insiste en que usan estilos que «denotan que son obras de autor», unas 60 en total. «Podrían haber sido 300, pero no quedaba espacio en la sala», añade. «La selección ha sido fácil, aunque me dio lástima descartar algunas cosas», confiesa Bofill.

Y todas las piezas seleccionadas son brillantes, auténticas obras de arte: «Es que trabajamos con pasión. Cuando diseñamos no pensamos en si estamos creando un póster para Paul Weller o para Uncle Sal. Nuestro estándar es hacer todo siempre lo mejor que lo podamos hacer. Si no, no funciona».

Ese estándar al que se refiere Torres, esa manera de trabajar, se percibe en carteles como los del concierto de Santa Cecília de 2021 o el de la Orquestra Simfònica que interpretó a Debussy, que no fueron despachados por Bofill como si fueran otros encargos más o indignos: al contrario, llama la atención la dedicación y la «pasión» puesta en esas creaciones, que convierten el acto anunciado en un acontecimiento. Se trata de una demostración de cómo el diseño puede transformar en irrepetible e imperdible algo que, de no ser tratado con tanto cariño, podría pasar por anodino, irrelevante o intranscendente.

«Creativos, melómanos, ilustradores», califica a ambos Miquel Costa, director insular de Cultura, que destaca de la exposición su «transversalidad entre la ilustración y la música». A su juicio, es una oportunidad fantástica para que los ibicencos puedan apreciar la calidad del diseño gráfico» que se hace en esta isla. También la compara con una especie de viaje en el tiempo en el que muchos se verán «identificados» y sentirán nostalgia al enfrentarse a carteles, carátulas, portadas de discos o flyers representativos de determinadas épocas. «Es un viaje emocional y artístico en el que puedes encontrarte con cosas (un grupo, una fiesta…) que ya has vivido», resalta al respecto Marcos Torres, que subraya el hecho de que esté protagonizada por dos artistas: «Es la primera que conozco así. Siempre había ido a muestras colectivas, pero nunca a una de sólo dos personas».

«Quiero hacer lo que hace él»

Ricard Bofill cita a De Lama para confirmar que sus trabajos nacen de «la pasión» por el diseño («el trabajo») y la música («el hobby»). Lo que también está claro es la admiración mutua que sienten: «Marcos siempre ha sido un referente para mí. Veía lo que diseñaba y pensaba, ‘quiero hacer lo que hace él», explica Bofill, que dice ser un diseñador de «pincel y tinta», aunque use el ordenador: «Se nota en el gesto, que es más expresionista, pues lo prefiero a la nitidez. Quiero que resalte la inmediatez, que no parezca que hay premeditación».

Marcos Torres, que a los 17 años ya era empleado de Gráficas Margen (junto al extinto cine Cartago) trabaja con ordenadores Mac desde que se dio cuenta de que «podía hacer lo mismo que con pinceles», tanto texturas como colores. Como Bofill, emplea Photoshop e Ilustrator, pero cada uno a su manera.

En las paredes de Sa Nostra Sala se pueden contemplar carteles de Ibiza Rocks, de Sueños de Libertad (el ya mítico en el que una mujer surfea sobre una guitarra eléctrica con el fondo rojizo del ocaso), del DeMiedo (seis carteles o flyers históricos ocupan toda una pared), de dos festivales de la Cultura Mod de Barcelona (estilo con el que Marcos Torres siempre ha coqueteado), de actuaciones en Can Jordi Blues Station (como una de Uncle Sal, con un bicho aplastado en medio de la, se supone, ruta 66, con la bandera de las barras y estrellas de fondo), portadas de Quin Delibat!, Peter Colours (la archiconocida ‘Tangerine shot’) o Billy Flamingos, o pósters de las dos últimas ediciones del Sant Pepe Rock dignos de enmarcar y colgar en el salón de tu casa como si fueran de Joan Brossa.

Torres se niega a comercializarlos: «Por una cuestión ética. Aunque tengamos los derechos de autor, ya hay gente que ha pagado previamente por ellos. Una copia representaría para mí un conflicto ético»

Justo ayer por la mañana una pareja que paseaba por la calle Aragón preguntó si los carteles expuestos estaban a la venta. Pues no. Torres se niega a comercializarlos: «Por una cuestión ética. Aunque tengamos los derechos de autor, ya hay gente que ha pagado previamente por ellos. Una copia representaría para mí un conflicto ético». Quizás, eso sí, ‘La música il·lustrada’ acabe convertida en un libro, que será tanto de arte como de historia, la de los últimos cinco lustros en Ibiza.

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