Tribuna

Dudar de todo

«En unos años, no daremos por buena sin más una imagen, un audio o una información recibida por WhatsApp, aunque provenga de una fuente fiable»

Son ustedes de los que en el supermercado se paran a analizar los conservantes y colorantes de cada producto antes de meterlo en el carro? ¿Son de los que desconfían de cualquier mensaje aparentemente inofensivo que invita a pinchar en un enlace para saber cómo ganar dinero fácilmente? ¿Lee detenidamente la letra pequeña antes de firmar un documento o formalizar una suscripción? Enhorabuena, está usted mejor preparado que la media para sobrevivir en la era de la inteligencia artificial.

A medida que la inteligencia artificial avanza y se perfecciona, cada vez resulta más difícil distinguir si lo que leemos, lo que escuchamos o incluso lo que vemos es real o generado por una máquina; si es cierto o está manipulado; si es legítimo o pura fabricación jugando con nuestro cerebro. Por ejemplo, es llamativa la capacidad de la IA para crear mensajes de voz indistinguibles de los generados por un ser humano. Esta tecnología ha avanzado tanto que un algoritmo puede hacerse pasar por su madre y usted no se dará cuenta. La manipulación de grabaciones de audio puede utilizarse con fines fraudulentos, para propagar desinformación o, en un escenario distópico, para hacer ingeniería social. Literalmente, no nos podemos fiar ni de nuestra madre. Aunque suene como su madre y hable como su madre, puede que no sea su madre.

Tendremos que dudar de todo y desarrollar un sentido de la seguridad ligado a la tecnología, de la misma manera que lo hemos interiorizado en otros ámbitos como la salud o la movilidad. A casi nadie se le ocurre comer algo sin comprobar la fecha de caducidad o cruzar la calle sin mirar a ambos lados. Igualmente, debemos proteger nuestro consumo de comunicación e información, incluso la más personal, con criterios de veracidad y autenticidad. En unos años, no daremos por buena sin más una imagen, un audio o una información recibida por WhatsApp, aunque provenga de una fuente fiable.

Se multiplicarán los certificados de calidad y trazabilidad; instalaremos todo tipo de filtros de seguridad en nuestros teléfonos móviles, ordenadores, asistentes virtuales y dispositivos de realidad aumentada, pero no será suficiente. El engaño y la manipulación serán un desafío permanente. Necesitamos desarrollar una inteligencia de la atención, educar nuestros sentidos y nuestro cerebro para distinguir lo humano de lo artificial. Agudizar la mirada para detectar lo imperceptible. Necesitamos evolucionar para ser más inteligentes que las máquinas.

El cerebro humano ha evolucionado a lo largo de la historia demostrando una gran capacidad adaptativa. Es razonable pensar que nuestras habilidades cognitivas continúen expandiéndose gracias a la interacción cada vez mayor con la inteligencia artificial. No sólo en cuanto a nuestra capacidad de procesamiento –la cantidad de información y entretenimiento será cada vez mayor- sino en nuestra aptitud para comprender y distinguir entre lo genuinamente humano y algo generado por un algoritmo. La educación desempeña un papel crucial en esta evolución. La alfabetización digital no solo implica comprender cómo interactuar con la tecnología, sino también desarrollar un discernimiento crítico. La capacidad de cuestionar y evaluar la autenticidad de la información se convertirá en una habilidad esencial, intuitiva, para sobrevivir en un mundo donde la línea entre lo real y lo generado por IA se difumina.

Solo si desarrollamos esa inteligencia superior podremos evitar que la desconfianza se convierta en paranoia permanente y terminemos exigiendo a nuestra madre que nos demuestre que es nuestra madre cada vez que nos llame para preguntar si ya hemos comido. Porque nuestra madre nos seguirá llamando para saber si ya hemos comido, de eso no hay duda.

Yolanda Román | Especialista en políticas públicas

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