Para empezar

Niños que lloran

Cada vez que dejo a mi hijo en el colegio veo niños que lloran. Llaman a su madre o a su padre entre lágrimas mientras las amorosas maestras los consuelan. A veces les faltan manos a las profesoras para tranquilizarlos cuando hay más de un pequeño que solloza. Son niños de tres años, aunque algunos, ni siquiera los han cumplido. En mi caso, mi hijo se agarra fuerte a mis brazos o a mis piernas como si separarnos fuese una cuestión vital, como si ya no me fuese a ver nunca más. A una madre le angustia dejar a su hijo en ese trance. El drama se repite cada día desde septiembre para muchos niños, quizás aún muy pequeños para tener que digerir cinco horas lejos de sus seres queridos. La sociedad no tiene en cuenta las peculiaridades de cada niño, ni sus circunstancias. «Es lo que toca», dicen muchos. «Ya se acostumbrará», alegan otros. «Es bueno que socialice», argumenta la mayoría. Ya tendrá tiempo de hacer amigos a lo largo de su vida, si aún apenas se expresa bien y a otros apenas se les entiende nada. Ningún animal ‘abandona’ a su cría hasta que no está preparada para volar sola, pero las madres trabajadoras no tenemos opciones para postergar esa separación unos años más hasta que el niño se sienta preparado.

Suscríbete para seguir leyendo