Para empezar

Ibiza y las semillas mágicas

Veo las redes llenas de fotos de árboles talados, alcorques huérfanos. Y me viene a la cabeza Iris, la protagonista de ‘Iris y las semillas mágicas’. El libro, pensado para preadolescentes, deberían leerlo todos los adultos, especialmente aquellos de serrucho o motosierra fácil, los que no parpadean a la hora de acabar con el poco verde que queda ya en los núcleos urbanos de esta isla. También los que no escatiman en agua para las piscinas y los jardines amazónicos, pero dejan que se mueran de sed árboles y plantas de las calles, aplastadas bajo el asfixiante sol del verano de la isla. Ése que también cae a plomo sobre calles y avenidas recién reformadas y que, sin nada de verde, son auténticas sartenes de hormigón. Nadie pensó en sembrar unos buenos árboles, grandes, frondosos. De esos que llenan la acera de sombra, la ciudad de oxígeno y que bajan la temperatura unos cuantos grados. Respirar y no asarse está sobrevalorado. Eso deben pensar los capitostes de esta isla, que empieza a parecerse bastante a la ciudad en la que vive Iris, gris y sin ni un asomo de vegetación. Hasta que encuentra unas semillas. Mágicas y con un poco de mala leche, todo hay que decirlo. Porque los vegetalkillers no salen muy bien parados. ¿Alguien tiene unas semillas mágicas?

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