Tribuna

De carne y hueso

Samaj Moreno

Samaj Moreno

Supongo que hay algo de neurosis cuando se trata de desmembrar cualquier cuerpo en partículas elementales, ya sea físico o abstracto, se dice a sí mismo Michel Houellebecq cuando se mira ante el espejo.

Y esto puede que sea ahora lo que pretendo, ver mi reflejo en ti. Ya que quiero desmembrar un cuerpo en su ética y lógica. Es la idea del veganismo. Que para empezar no tiene etimología y carece de bases científicas. Simplemente se apoya en un fundamento de lo ‘ideal’, por lo que termina muchas veces necesitado de fanatismos, para poder ser justificado.

Es de todos sabido que el vegano pone nervioso al que no lo practica. Hay cierta diferencia que hace que se lleve con bastante adversidad el tema, cuando no eres practicante. Porque sí, ese es el término correcto, practicante. Ya que se sostiene más en métricas propias de un fundamentalismo doctrinal, huele a religión. Es por eso también que el practicante vegano tiene una necesidad intrínseca de convencer al no practicante del mucho beneficio que produce su devoción para con da da da… toda la argumentación que ya conocemos de sobra.

Cuando incurres en el veganismo y su falta de carácter científico, tanto en biología como bromatología (ciencia de los alimentos, es un campo amplio y diverso que tiene aplicaciones en casi todos los aspectos de la producción y el consumo de alimentos) das cuenta que el practicante llama a un perfil, donde se refleja más una necesidad identitaria que de verdadera construcción de un proyecto que sirva para lo que ha motivado su implicación y sacrificio.

Para eliminar ambigüedades, me refiero a que la verdad viene más dada de la necesidad de ese individuo de creer en algo que lo mantenga en el lado del bueno, donde exista un método de ligereza de culpa. Y culpa ya es un término que viene dado de una falta epistemológica en el asunto que tratamos, es decir sin verdadero conocimiento de la causa.

La metáfora, el adjetivo, la fantasía e incluso cierta falsedad son los recursos y métodos más sugerentes para demostrar esa fórmula de realidad que gestiona este perfil de individuo. Que además se retro-alimenta con otros individuos que se disfrazan con esos mismos conceptos, generando una capa de realidad muy útil para ellos, que la practican a regañadientes, en ese énfasis de autoengaño y con una cerrazón absoluta.

El hecho de que cuando vas a cualquier Eroski o Lidl haya un apartado ‘exclusivo’ para el consumidor vegano, dicta mucho de esa necesidad de preponderancia que los identifica.

Probablemente los alimentos que hay en la sección vegana sean los mismos que los otros pero con otro envoltorio, más metafórico, con más adjetivos, lleno de falsas promesas si cabe y que a fin de cuentas es un poco de lo que se trata del envoltorio. Resulta una praxis bastante absurda, además poco inclusiva y en apariencia menos dramática de lo que realmente es. Ya que ni mucho menos corresponde a una solución real de nada a lo que se supone acomete o promete, todo lo contrario, crea militancia a nuevas órdenes de pensamiento, sujetas a argumentos que en vez de permitir subsanar sirven para acrecentar el error en un desvío hacia derroteros sin sentido, desvirtuado la verdadera razón de ser.

Como apunte resulta cuando menos curioso que a una mascota, perro, gato o canario, se le pueda poner de nombre tofu y parece que mola o al menos se acepta mientras que si se le llama entrecot algo pasa, no mola tanto. ¿Por qué? No lo sé, dímelo tú.

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