Opinión | Tribuna

Por una Ibiza holística

Una de las frases aristotélicas de mayor enjundia es aquella que defiende que “el todo es mayor que la suma de las partes”. Dicha premisa también constituye una acertada definición del “holismo”, corriente de pensamiento que propone que cualquier sistema o sociedad se analice de forma conjunta, mediante una visión global que aproveche las sinergias que se crean entre sus partes. Como opuesto al “holismo” tenemos el “reduccionismo”, que divide cualquier problema en sus elementos más sencillos y las ataca por separado, de forma individualizada.

Consideremos, por ejemplo, la Ibiza de hoy desde la perspectiva del desarrollo económico y la mejora en la calidad de vida en los últimos 50 ó 60 años, gracias al turismo. ¿Se han alcanzado estas cotas de bienestar con un comportamiento holístico o reduccionista? No hay respuesta sencilla, pero encontraremos mayor claridad si recortamos dicho intervalo de tiempo. ¿La ciudadanía se siente más gratificada por los beneficios que aporta el turismo ahora o hace veinte años? Yo diría que, claramente, lo segundo.

Ibiza, en algún momento de su historia reciente, pasó de ser un territorio holístico, donde la riqueza estaba más repartida y existía una mejor convivencia entre residentes y turismo, a convertirse en una isla reduccionista, donde los desajustes se agravan incluso entre sus distintos territorios.

Esta forma de analizar Ibiza representa un planteamiento muy interesante y que inevitablemente empuja a transitar por la senda del holismo en el futuro, elevando el medio ambiente y el bienestar social a la cúspide de la pirámide. Así lo establece, por ejemplo, la Agenda 2030 de la ONU para el Desarrollo Sostenible y en Ibiza parecemos ignorarlo.

Si descendemos de lo abstracto a lo tangible, entenderemos que no podemos renunciar a esta visión global de Ibiza y reducirla a un ente físico dividido en partes alícuotas, como son, por ejemplo, los municipios. Incluso desde una perspectiva administrativa, con sus cinco ayuntamientos que componen otras tantas entidades jurídicas, Ibiza tiene vocación holística, pues están regidos por un ente superior, que es el Consell Insular.

Los ayuntamientos, sin embargo, llevan décadas defendiendo su territorio y sus recursos como un bien exclusivo, sin calibrar las consecuencias de sus decisiones para los municipios vecinos. En vez de buscar la armonía de antes, se crea esa implosión tan característica del reduccionismo, donde cada uno hace la guerra por su cuenta, generando desequilibrios, jerarquías y agravios comparativos.

La instrumentalización de concesiones onerosas por parte de las instituciones a sectores turísticos prominentes, como la hotelería, que irrumpen “sine causa” y “sine die”, penalizan gravemente al resto de empresas que operan en el mismo sector, que se autorregulan en función de sus auténticas licencias de actividad.

Estos hechos establecen un régimen de conductas desestructuradas, dispares y contradictorias, que atentan y vulneran el equilibrio de la justicia social, desestabilizando todo el sistema económico-turístico.

Se aprovechan, además de la universalidad de la música, en la más pura tradición holística, de la que algunos abusan con fines espurios, utilizándola como arma arrojadiza y creando una división entre ocio diurno y nocturno, que rompe todos los equilibrios previos, con la complicidad institucional y política, ya que nadie ha frenado el abuso y la injusticia.

Desde hace una década, el Consell viene ignorando gravemente su responsabilidad como garante y tutor de las normas jurídicas que afectan a la industria del ocio. En 2019 incluso llegó a promocionar turísticamente la isla acompañado por la comparsa del ocio diurno. La mansedumbre y omisión del deber practicada por la máxima institución insular han derivado en una falta de liderazgo, que, a su vez, se traduce en una alarmante debilidad democrática.

Y con esta situación de caos e irregularidades, donde no todos juegan con las mismas reglas, hemos llegado a lo que parecía el principio del fin de la pandemia. Hace unos días, pudimos informarnos en televisión en una entrevista de hondo calado en relación a la temporada turística que se presenta para este año 2021 y los efectos devastadores del covid-19, protagonizada por el presidente de AC Hotels by Marriott, Antonio Catalán, cadena que explota más de 150 hoteles repartidos por el mundo. En ella, este empresario respetado, preclaro y con autoridad, daba la próxima temporada por perdida, aportando todo tipo de datos y explicaciones. Sus predicciones, sin duda, son desalentadoras.

Ibiza es un centro de atracción turística en el Mediterráneo y debe medir muy bien sus pasos, para tener un comportamiento holístico de cara a esta y otras temporadas. Hay que trabajar y reiniciar la actividad de actividades (el turismo) desde cero. Que todos los agentes sociales y empresariales puedan participar de una forma escalonada y progresiva sin que exista posibilidad de que una actividad se solape con otra en desleal competencia.

La industria de la isla tiene que empezar a respirar, de forma que la vida económica se extienda por toda su geografía. Por eso, ante tanta confusión heredada, procede paralizar las actividades complementarias que desvirtúan a las principales y que ya han sido objeto de una rotunda sentencia del TSJB, que restablece en derecho el orden y el bien común sobre este particular. Dicha sentencia determina que los hoteles no pueden organizar espectáculos musicales para público exterior, inhabilitando y deslegitimando una actividad complementaria que se venía realizando habitualmente y que tanta controversia ha dado lugar. Los daños patrimoniales causados al sector del ocio nocturno tendrán que evaluarse en el momento oportuno.

El propio Ayuntamiento de Sant Antoni ya manifestó en mayo del año pasado, en plena pandemia, la necesidad urgente de tomar todas las precauciones necesarias para afrontar con equidad la nueva situación económica, social y política que se produciría al reiniciarse la actividad turística. De esta forma, aprobó en pleno instar al Consell Insular a regular todas las actividades de entretenimiento con oferta musical diurna al exterior.

El Consell Insular debe recuperar la jerarquía que el estatuto de autonomía le otorga. La potestad reglamentaria es irrenunciable. Su obligación es establecer las medidas cautelares oportunas que den respuesta a esta crisis originada por la pandemia e implementar normas que despejen la confusión que la oferta complementaria ha generado, precisamente por esta dejación de funciones, y devolver la confianza económica para que todos puedan desarrollar su actividad con garantías y sin agravios comparativos. Esta es la luz que la ciudadanía necesita, encontrando el respaldo y la protección de la máxima institución insular, que es garante de nuestros derechos y obligaciones. Así podremos volver a empezar sin regalías y atendiendo al interés general.

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