Denunciar la violencia machista: una «responsabilidad de todos»

Jimena López, policía nacional de la Unidad de Atención a la Familia y la Mujer de que las personas que sean testigos de casos de violencia de género no miren hacia otro lado

La agente explica cómo hay que actuar ante un caso de malos tratos

Jimena López, agente de la UFAM, durante el coloquio en el centro cultural Cervantes de Sant Antoni

Jimena López, agente de la UFAM, durante el coloquio en el centro cultural Cervantes de Sant Antoni / Vicent Marí

Mirar de frente a la violencia contra las mujeres y dejar de ser testigos silenciosos. Eso es lo que pidió anteayer Jimena López, agente de la Unidad de Atención a la Familia y la Mujer de la Policía Nacional (UFAM) a los asistentes, durante su coloquio en el centro cultural Cervantes con motivo del 25N, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

En el marco de las actividades organizadas en Sant Antoni contra la violencia machista y en una cita que arrancó a las 19.45 horas, López plasmó la realidad que sufren las mujeres en esta situación, sumidas en un circulo violento y vicioso en el que la aparente calma del hombre da paso a la acumulación de tensión, que se convierte a su vez en una violenta agresión que siempre viene sucedida de un arrepentimiento del agresor.

Un crudo ciclo contra el que Pilar López, en representación de todos sus compañeros del CEPA (Centre d’Educació de Persones Adultes) Sant Antoni, se pronunció con la lectura de un manifiesto en contra de los discursos «negacionistas y de normalización que se traducen en un ambiente de tolerancia e impunidad sobre los agresores».

Una realidad que se ha convertido en «cotidiana», al haber a diario mujeres víctimas de una violencia que es verbal, física, psicológica, vicaria (utilizando a los hijos como herramienta para hacer daño a la madre) y/o sexual por el «simple hecho de ser mujeres» y ante lo que el resto de ciudadanos no pueden ser «simples espectadores».

Lectura del manifiesto por parte de Pilar López, en representación de sus compañeros del CEPA

Lectura del manifiesto por parte de Pilar López, en representación de sus compañeros del CEPA / Vicent Marí

Una obligación «de todos»

«Todos tenemos la responsabilidad de llamar a la Policía cuando seamos testigos de que una mujer está en situación de peligro», recalcó la agente de la UFAM.

En el caso de temer también al agresor (como ciudadano testigo), algo habitual, la policía propuso alternativas poniendo como ejemplo el escenario de un corto emitido durante la ponencia. Este vídeo muestra un experimento social sueco en el que se filmó en un ascensor una escena de agresión machista observada por 53 personas, de las que tan solo una reaccionó. «En ese caso, salimos del ascensor, y cuando estemos fuera contactamos con las autoridades», pidió López.

«No necesito vuestra denuncia», informa la policía, «ahora tenemos las herramientas necesarias para tratar de averiguar si hay violencia de género: a través de partes médicos recibidos por el JVSM (Juzgados de Violencia sobre la mujer) o de los agentes sociales (con los que trabajan en coordinación), me puedo buscar la vida para actuar sin que nadie sepa que habéis venido a la Policía, es complicado pero se puede conseguir», animó la agente, que citó el atroz caso de Ana Orantes y cómo antes era «más complicado».

Cuando el cuerpo de seguridad tiene esa información, entra en juego su obligación de actuar «de oficio y dar cuenta de ello a la autoridad judicial». Por otro lado, la policía aseguró que en España -donde desde 2019 hasta 2022 se presentaron dos millones de denuncias-, tenemos que desterrar la «concepción errónea» de que una mujer no puede ser víctima de un asesinato si nunca antes ha sufrido una agresión física por parte de su pareja o expareja.

Discreción para la seguridad

En ese sentido, a veces informar o denunciar «supone ponerse en contra de la misma víctima». En ese sentido, desde la UFAM se «apañan» para ponerse en contacto con ella de manera discreta para que no se entere ni su agresor ni su entorno, algo que consideran muy importante para garantizar su seguridad.

En caso de acudir a la comisaría, la persona que acude a denunciar tan solo tiene que solicitar hablar con atención a la familia o la mujer para ser asistida por un agente vestido de paisano en la sala amable o en otro espacio reservado. «De esta manera, si el vecino se está sacando el DNI no tiene por qué enterarse de que se está denunciando un caso de violencia de género».

Por otra parte, López indica que todavía «no le ha cogido la denuncia a ningún menor» por estar sufriendo un caso de violencia de género. Esto, remarca la agente, tiene que ver con que en muchas ocasiones las víctimas no logran ser conscientes de la situación en la que se encuentran.

En el ámbito educativo, según datos aportados en el manifiesto, dos de cada tres universitarias en Europa han sufrido casos de agresiones machistas pero tan solo un 13% los ha denunciado. Respecto a esto, las redes sociales suponen un campo de visibilización en el que «muchas mujeres han relatado testimonios impactantes sobre esta insoportable realidad».

No obstante, sobre todo en la adolescencia, cuando todavía se tiene un «un ideal de amor romántico» que influye a la hora de dar el paso y denunciar, la situación queda «invisibilizada».

Desafortunadamente, esa es la peor cara de la violencia de género: que la víctima permanece enamorada del agresor. «Y si os cuesta creerlo, pensad que tenéis que denunciar a un hijo», señala la agente, en una equiparación del vínculo afectivo.

A causa de eso, las mujeres que se atreven a denunciar sienten culpabilidad, vergüenza, miedo e indefensión. «Nos imaginamos a mujeres empoderadas y lo que nos encontramos son mujeres destrozadas», aseguró. Uno de los colectivos más vulnerables son las mujeres racializadas o las que sufren de algún tipo de diversidad funcional (un 20% de las asesinadas).

La vivienda: problema añadido

Si la víctima decide dar el paso de denunciar, lo primero que hacen desde la UFAM es informar sobre los derechos y poner a su disposición la asistencia jurídica gratuita. También, ponerle en conocimiento de que conductas que se suelen normalizar cuando se está en esta situación de vulnerabilidad, como «humillaciones, vejaciones o comentarios despectivos», son parte del problema.

Además, se les da el derecho de solicitar una orden de protección. En Ibiza, un problema añadido que existe y que empeora el proceso de salir de una situación de violencia machista es el de la vivienda. Las dificultades en ese sentido empujan a las parejas ya separadas a compartir un espacio compartido, lo que es «echarle leña al fuego», considera López.

«Cuando hay alguna víctima que por protección necesita salir de allí, ponemos a su disposición la Casa de la Dona», añade. El último paso ante una denuncia, es la valoración del riesgo, un programa nacional que pondera el peligro al que se expone la mujer para poder garantizar su protección brindandole la vigilancia necesaria.

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