El número de víctimas de violencia de género se dispara en Formentera

El Servicio de Información atiende a medio centenar de mujeres en la isla, 12 más que en 2022

Un total de 28 casos de víctimas de malos tratos se han registrado en 2023, con seis hijos menores

Anna Peix, coordinadora del Servicio de Información y Atención a la Mujer de Formentera. | C.C.

Anna Peix, coordinadora del Servicio de Información y Atención a la Mujer de Formentera. | C.C. / C.C.

El Servicio de Información y Atención a las mujeres de Formentera, dependiente de la conselleria insular de Bienestar Social, atiende a un total de medio centenar de víctimas de violencia machista, un 32% más que el año pasado. Este departamento ha registrado en lo que va de año un total de 28 nuevos casos de mujeres que sufrieron distintos casos de violencia machista, a los que hay que sumar seis hijos menores de edad.

En 2022 se registraron 21 nuevos casos de mujeres maltratadas por sus parejas o exparejas con otros seis hijos menores. En la actualidad este servicio está atendiendo a un total de 50 mujeres que pasan por las distintas fases que conllevan estos procesos de acompañamiento y seguimiento. En 2022 el total fue de 38 mujeres.

Una de las primeras personas con las que se encuentran las mujeres de Formentera que pasan por una agresión machista, sea física o psicológica, es Anna Peix, trabajadora social y coordinadora de un servicio cuya máxima premisa es la discreción y el anonimato, lo que en una comunidad pequeña como la de Formentera resulta especialmente difícil si se quiere escapar al inevitable control y escrutinio social.

La coordinadora señala que se encuentra con todo tipo de casos, pero deja claro que «siempre que hay violencia física la hay psicológica y hay otros casos que se quedan en psicológica, pero que pueden desembocar en física».

Respecto al perfil de las mujeres que acuden al servicio contesta tajante: «No hay un perfil, no existe, la violencia de género es una manifestación de las desigualdades entre hombres y mujeres, de una relación de poder de un hombre sobre una mujer». Por eso insiste en que cualquier mujer está expuesta: «Yo estoy expuesta, cualquier mujer, no tiene nada que ver con el nivel cultural, ni con los recursos económicos, ni con la edad ni con el lugar de procedencia, es un tema del control de hombre por encima de la mujer, a las mujeres nos maltratan por el hecho de ser mujeres».

Cuando las víctimas llegan al servicio ya han pasado por un momento difícil en sus vidas y esta técnica señala que «tienen miedo, se sienten solas, tienen un gran desconocimiento de los recursos, de cuál va a ser el proceso que inician, de lo que implica poner una denuncia, de las consecuencias de la misma, del proceso judicial que es muy duro y a veces largo y a veces no acaba como debería».

Insiste en que estas mujeres llegan «muy deterioradas psicológicamente y con miedo», incluso señala que algunas de ellas acuden al servicio «sin ser realmente conscientes de que son víctimas de violencia de género».

En estos casos, explica que el trabajo que desarrollan es de acompañamiento. Reconoce que en cuanto las mujeres se dan cuenta del proceso que conlleva una denuncia por violencia, algunas se echan para atrás: «El ciclo de la violencia pasa por tres fases: la tensión, cuando aparecen los primeros insultos, las peleas verbales; luego viene la explosión que es la violencia donde puede haber maltrato físico y sexual y luego aparece la ‘luna de miel’, cuando el agresor puede llegar a sentirse culpable, puede arrepentirse, pide perdón y se muestra cariñoso».

Este es el momento en el que la mujer se plantea que la agresión puede haber sido algo aislado «y es cuando puede haber retiradas de denuncia, piensan que el agresor puede cambiar y decide no seguir con la denuncia». Pero la experiencia que tiene Anna Peix, con 15 años al frente de este servicio, es que tras esas muestras de reconciliación por parte del agresor, «vuelve a recaer, forma parte de su estrategia, se dan cuenta de que con la violencia tienen la situación de poder controlada, luego piden perdón, pero este ciclo se hace cada vez más corto y se convierte en tensión, violencia y viceversa, no es que se arrepienta».

La prioridad es garantizar el anonimato y la confidencialidad

Trabajar en el campo de la violencia de género en Formentera tiene una dificultad añadida por el hecho de ser una comunidad pequeña, en la que prácticamente todo el mundo se conoce, por lo que mantener el anonimato resulta a veces complicado: «Aquí sabemos que ser anónimos es difícil o imposible, esto existe no solo en violencia de género sino para cualquier persona que acude a los servicios sociales, les da vergüenza porque piensan que sus vecinos les van a atribuir un problema, es algo generalizado». La coordinadora del servicio a la mujer, Anna Peix, quiere dejar claro que está al frente de un servicio especializado, pero también están los servicios sociales básicos comunitarios y el Centro de Día: «Aquí viene mucha gente, por lo que no te tienen por qué identificar con que sufras violencia».

En el caso de la atención a la mujer el servicio se completa con un equipo especializado en la materia compuesto por psicólogos, trabajadores sociales y letrado: «Donde vamos a poner todos los recursos y siempre en un espacio de confidencialidad absoluta, donde se protege la intimidad y se ofrece un espacio de escuchar», recalca la trabajadora social.

Añade que existe una falsa impresión de que muchas mujeres no recurren al servicio por miedo a perder su intimidad: «Pero las causas son porque ella sola resolvió la situación, esto quiere decir que se invisibiliza la violencia de género como problema social». Otro factor de duda es «porque ellas no se sienten con la capacidad de explicar lo que están viviendo y lo intentan resolver solas».

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