Helena Belzer: «No hablo alemán por rechazo»

La obra más reciente de Helena Belzer, afincada en Formentera, se puede ver hasta el 5 de agosto en la sala del Ayuntamiento viejo de Formentera

La muestra se convierte en una reivindicación en memoria de las víctimas del holocausto de la Alemania nazi

Helena Belzer en su casa taller de Formentera, en la Mola

Helena Belzer en su casa taller de Formentera, en la Mola / Carmelo Convalia

Helena Belzer (1941, Alemania) llegó a Formentera en 1967 y durante dos años estuvo viviendo en es Molí Vell de la Mola. Seis años antes conoció Ibiza y se alojó en Cases Barates, acompañando a una amiga que estaba embarazada. Fue entonces cuando entró en contacto con el pintor Eli Montlake, artista escocés que residió en Ibiza desde 1954 hasta que falleció, en 1992.

Cuando era joven y antes de que la cultura oriental se pusiera de moda entre los jóvenes de los años sesenta, vive y viaja a Oriente Medio, India, Ceilán y Japón, para luego instalarse en Formentera en su actual casa de la Mola. Allí recibe a Diario de Ibiza acompañada por su amigo y comisario de la exposición ‘Lieu de Memoire’, Manolo Oya.

«No hablo alemán por rechazo»

Manolo Oya, comisario de la exposición, y Helena Belzer / C.C.

Belzer explica que decidió irse de Alemania muy joven «porque no soportaba más vivir allí, quería viajar, escribir y ver el mundo». Entonces tenía 19 años y sentía la necesidad de dejar su país. Cuando llegó a las Pitiusas fue cuando entró en contacto con el mundo del arte, en 1961: «Ibiza era fantástica, había muchos pintores».

Regresó entonces a Bruselas y en ese periodo conoció al que fuera su marido, Michel Empain, un escritor belga con el que tuvo una hija y con el que vivió los primeros años en Formentera. Mientras alquilaban es Molí Vell de la Mola, compraron su actual casa: «Esto era una ruina, y para restaurar la casa tardamos dos años». Fue en ese momento cuando tuvo tiempo para empezar a pintar, aunque su primera actividad creativa fue la escritura, que nunca ha dejado: «Estuvimos esos años muy contentos de estar tranquilos, vivíamos de una forma muy simple, teníamos tiempo, él escribía y yo ya pintaba».

Admite que en ese momento nadie la conocía y el pintor y grabador afincado en Formentera Sioma Baram le escribió una carta en la que decía: «Helena, me gusta lo que haces y para mí eso fue muy importante», recuerda.

Ella ya estaba volcada en la abstracción y «no era fácil entonces hacerlo». Pero Helena es una creadora autodidacta: «He aprendido todo yo misma, trabajando, entonces pasaba por un mal momento personal, hasta que un día empecé a dibujar y noté que me sentía muy bien, y me ayudaba, he utilizado la pintura como terapia personal».

Una decisión que marcó su vida y su obra que ahora presenta en esta muestra ‘Lieu de Memoire’ fue la de dejar de hablar su lengua materna: «No estaba de acuerdo con la Alemania que conocía, nací en plena Guerra Mundial y todo estaba destruido, dejé de hablar de joven alemán, creo que fue ya en Formentera, aquí había muchos alemanes, algunos muy pretenciosos, y no quería hablar con ellos, hay algunos que se acuerdan todavía».

Rebeldía contra el nazismo

Su postura se convirtió en un acto de inconformismo: «No estaba de acuerdo con el nazismo y por eso dejé de hablar alemán, ni lo escribí ni lo leí durante años, fue un acto de rebeldía; era mi manera de protestar, para mí estaba muy claro que eso era horrible y que no podía ser».

En su infancia aún recuerda que veía por la ventanas las vías por donde circulaban los trenes camino al campo de concentración de Auschwitz, lo que también marcó su memoria: «Tomé conciencia de lo que pasó en mi país de forma muy lenta».

Ya en los ochenta estudió caligrafía china en Bruselas (su segunda residencia) con el profesor Chang Nin Ho. Los años siguientes viajó de forma periódica a Taipei, donde continuó estudiando caligrafía china con Wang You Jun y más tarde con Liao Hui-Chen.

Cuando llegó a Formentera «todo era muy bonito y muy sencillo, no había televisión y yo casi no me movía de la Mola, aquí solo había el coche del cura y el dos caballos de Michel, luego estaba el Can Toni y hablaba mucho con María», ya fallecida.

Ahora en su exposición utiliza las referencias de las piedras de la memoria que realiza el artista Gunter Demnig en calles de todo el mundo desde 1995 en recuerdo de las víctimas del holocausto para inspirar una serie de obras expuestas. Otra serie es de lágrimas que ella no puede verter físicamente pero que pinta.

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