Especial 130 años Diario de Ibiza

1893, de cuándo, cómo y dónde nació Diario de Ibiza

Tres amigos -Bartomeu de Rosselló, Antoni Pujol Torres y Lluc Costa Ferrer- deciden crear un periódico diario para poder influir en las Administraciones y «despertar mayor atención»

Finca 'Es Porchusd'en Ruseyo', donde se reunieron los promotores de Diario de Ibiza

Finca 'Es Porchusd'en Ruseyo', donde se reunieron los promotores de Diario de Ibiza / De libro 'Historia, esencia y evolución de Diario de Ibiza'. De José Viader (inédito)

Felizmente perdido en un pequeño pueblo de los Pirineos al que arañan las nubes, me asomo por Internet al Diario de Ibiza como cada mañana y sus páginas me dicen que estamos de aniversario. Hace 130 años que, el 1 de agosto de 1893, nuestro rotativo se publicaba por primera vez. Fue una sola hoja de 42 x 31 cm., impresa a dos caras y tres columnas. Costaba 5 céntimos el número suelto y 1,25 pesetas la suscripción mensual fuera de la ciudad y de la isla. Diario de Ibiza iniciaba así una aventura incierta que luego ha sido y es una fascinante carrera de fondo. Pienso en la cantidad de cosas que han pasado desde entonces, pero me pregunto qué sabemos a pie de calle de aquel modesto y atrevido arranque, de aquella iniciativa de crear en fechas tan tempranas un diario local. ¿Qué motivó su nacimiento?

En algún sitio había leído que en aquel entonces, la ciudad ya contaba con algunas publicaciones y pequeños talleres de impresión. Entre otros, el de don Antonio Manuel García, que en 1846 sacaba El Ebusitano; el de don Joaquín Cirer Miramón, que en 1854 publicaba sobre todo folletos y reseñas históricas; el de don Faustino Aranaz Barrera, en 1859, que se decantaba por lo científico y religioso, además de publicar libros de texto para los alumnos de la Escuela Pública; la imprenta de Cirer Vela, don Hilario, que en 1866 acabó entre rejas por una encendida proclama, hecho que frenó las publicaciones hasta 1881, cuando, en el mismo local y taller de Cirer, nació la imprenta de don José Verdera Ramón que nos dejó en prosa y verso un curioso apunte histórico-geográfico sobre la isla, obra de don Pedro Escanellas Suñer, que en 1883 crea su propio taller y además de sacar a la luz nuevas cabeceras, La Isla y la Revista Mercantil, resucita El Ebusitano (de cariz político), el semanario Ibiza (de carácter general), La Gaviota, publicación ya ilustrada; El Coco (con vena satírica) y, por fin, el primer Diario de Ibiza. Hasta hoy.

Quien nos habla de todo ello por lo menudo –y de quien yo entresaco lo que les quiero explicar y no sabía- es don Bartomeu de Rosselló Tur, que en 1935 publica ‘Datos para la Historia de la Imprenta y del Periódico en Ibiza’, obra que don Luis Llobet Tur reproduce el 2003 en la edición facsímil que para estas notas utilizo. La obra recoge el consabido aviso, «prohibida la reproducción total o parcial de este libro», que no nos impide –sin recoger su literal- seguir a pie juntillas el relato que del nacimiento del Diario nos hace don Bartomeu que, por cierto, sólo tenía 27 años cuando protagoniza con otros amigos de vida y pluma la iniciativa que nos ocupa. Vamos a ello.

Bartomeu de Rosselló.

Bartomeu de Rosselló. / Del libro 'Datos par ala historia de la imprenta y del Periódico en Ibiza por Bartolome Rosselló y Tur'

Don Bartomeu incide precisamente en lo que aquí nos interesa, explicar la circunstancia en la que quienes colaboraban en la publicación de Ibiza, El Coco y La Gaviota, acuerdan su desaparición y dar paso a una nueva publicación, el Diario de Ibiza. En ello están Antoni Pujol Torres y Lluc Costa Ferrer, que cursando abogacía en Madrid y Barcelona, pasan en la isla sus vacaciones de verano. Ellos, con don Bartomeu, tienen tertulia diaria en la imprenta de Escanellas y en las atardecidas, cuando el día refresca, comparten un peripatético paseo por Vara de Rey. Es en una de aquellas calurosas tardes de julio cuando, recuperando fuelle los tres amigos en uno de los bancos de piedra de s’Alamera, la conversación recae en el escaso eco que tienen en las Administraciones las tres publicaciones en las que con voluntarioso empeño colaboran. Quien nos cuenta la historia es don Bartomeu y, posiblemente, por no pecar de excesivo protagonismo, no dice en su relato de quién es la idea de lanzar una nueva publicación, pero sí recoge la frase que suelta uno de ellos: «Tal vez un periódico diario lograra despertar mayor atención». A lo que otro añade una pregunta que es ya una propuesta: «¿Por qué no matamos los tres semanarios para dar vida a un diario?» Y el tercer mosquetero da alas a la iniciativa: «No creo que tuviéramos que trabajar mucho más que ahora, ni que el sostenimiento del diario nos obligara a mayor gasto que el que ocasionan los tres semanarios». La idea está lanzada y en los siguientes días maduran la propuesta. La novedad está en que la publicación sea diaria, pero ¿cómo hacerlo? Les preocupa convencer a quienes han de ser sus principales colaboradores, caso entre otros de don Felip Curtoys Valls, don Arturo Pérez Cabrero Tur, Joan Torres Guasch, don Jaume Tur Marí, don Vicente Jordán Mira y, sobre todo, Escanellas, que sería el editor en su imprenta y que ya veían como editor, propietario y director del rotativo.

Bartomeu de Rosselló Tur relata el nacimiento de Diario de Ibiza en 1893

Para salir de dudas, en una merienda que tienen en la finca de sa Torre, propiedad de don Bartomeu, deciden su estrategia que no deja de ser una simpática emboscada. Invitarán al grueso de la futura redacción a una buena comida en la finca es Porchus d’en Rosselló y, como quien no quiere la cosa, a la hora de los postres, cuando todos están satisfechos y alegres con la colaboración de un buen vino, soltarán la bomba. Don Bartomeu nos dice que el comienzo de la comida no es prometedor. Ante la precipitada invitación, los asistentes recelan. Los entrantes y el primer plato transcurren, comenta, «en un sepulcral silencio». Pero la comida sigue su curso, se anima como suele suceder en buena mesa y llega el momento en el gaudeamus de la cuchipanda: Pujol Torres rompe el hielo, explica la propuesta y, como tienen convenido, quienes están en la idea le apoyan para convencer al resto, entre otros, a Escanellas, Torres Roig, Felip y Ramón Curtoys, Lluís Llobet, María Tur Tur, Ramón Gotarredona, Tomás Oliver, Salvador Tur, Cirilo Reig, Ferrer Planells, Josep y Joan Sala etc. Atónitos y con cara de póquer, los asistentes se miran unos a otros. No saben qué decir. Se explica entonces con más detalle el proyecto y, aunque algunos sisean sus dudas con sus compañeros de mesa, tras el café, los postres de flaó y orelletes que endulzan reticencias y una copa de exquisito licor –frígola o herbes eivissenques, con toda seguridad- «en medio del más ardiente entusiasmo de los comensales», se acuerda que vea la luz el primer Diario de Ibiza, «periódico de interés local, avisos y noticias».

Francesc Escanellas, fundador de Diario de Ibiza en 1893

Francesc Escanellas, fundador de Diario de Ibiza en 1893 / Enciclopédia d'Eivissa i Formentera

Se decide, como estaba previsto, que Escanellas será su editor, propietario y director, don Felipe se encargaría de los fondos; Pujol Torres y Costa Ferrer actuarán como corresponsales en Madrid y Barcelona, y los demás serán colaboradores. «Y quien esto escribe –añade don Bartolomé con un punto de picardía- será repórter para todo, como las criadas de servir». A partir de aquí, Diario de Ibiza inicia su andadura por un siglo convulso, el que a vuela pluma recoge ‘La crónica de un siglo, 1900-2000’, publicación que en 2001 se hizo para conmemorar el primer centenario del ya veterano rotativo. En su presentación, Joan Serra, director entonces, recalca el inapreciable testimonio que ha supuesto Diario de Ibiza en un tiempo crucial: «A lo largo del siglo, los ibicencos y formenterenses han vivido en su propia piel las dos caras que el destino les ha deparado: décadas de dificultosa subsistencia, con penurias y privaciones que llevaron a miles de jóvenes a emprender la incierta aventura de la emigración, y una venturosa etapa reciente en la que hemos podido alcanzar envidiables niveles de prosperidad, gracias a la bonanza de nuestro clima y a costa de (sobre)explotar otra valiosa materia prima: el territorio con sus playas y su paisaje». Es lo que también describen en su cabecera de la misma ‘Crónica’ Joan Lluís Ferrer y Antoni Pedro Marí al hablar del salto sin red que da la isla -y nosotros con ella- «desde la desolación a la modernidad».

Joan Verdera Mayans, director de Es Diari entre 1924 y 1935

Joan Verdera Mayans, director de Es Diari entre 1924 y 1935 / Enciclopédia d'Eivissa i Formentera

El objetivo fue lograr con un periódico diario mayor atención de la Administración

Cabe decir, sin embargo, a toro pasado, que si hoy colocamos en un plato de la balanza lo bueno y lo malo del siglo pasado, el resultado no es para tirar cohetes. Noticias positivas como el invento de la penicilina, el primer vuelo a motor, la teoría de la relatividad de Einstein, el nacimiento de la TV, la creación de la ONU y la Unesco, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y pisar la Luna, no consiguen decantar el fiel frente a desastres como las dos Guerras Mundiales, la Gripe del 18, la Gran Depresión del 29 en EE.UU., la II República Española y la Guerra Civil, las dictaduras de Mussolini, Hitler y Franco, el genocidio nazi del pueblo judío, la detonación de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, los asesinatos de Mahatma Gandhi, Luther King y John F. Kennedy, la guerra de Vietnam, la construcción del muro de Berlín, la crisis de los misiles de Cuba, la Revolución China de Mao… Los sucesos de la pasada centuria deberían alertarnos, escarmentarnos y hacernos recapacitar para cambiar de rumbo.

Los tres promotores invitaron al grueso de la redacción a una buena comida

La presentación de aquella ‘Crónica de un siglo’ se cerraba con voluntariosos deseos: «Somos una sociedad antigua y veterana, pero al mismo tiempo dinámica y resuelta, que se conoce a sí misma y sabe a qué debe temer o en qué puede confiar en cada momento. Conociéndonos, progresaremos. Ése es el fundamento de nuestra esperanza en un futuro mejor». No quiero ser cenizo, pero me pregunto si hoy, vencidos estos primeros años del nuevo siglo, ya el XXI, suscribiríamos tales esperanzas y nos prometeríamos tan buenos presagios. Lo de «conociéndonos, progresaremos» es algo que nos hace dudar. Pienso que no lo hemos hecho. En cualquier caso, día a día, Diario de Ibiza nos alerta, nos llama la atención, nos pone en guardia. Pone los puntos sobre las íes.

La portada del primer número de Diario de Ibiza, el 1 de agosto de 1893

La portada del primer número de Diario de Ibiza, el 1 de agosto de 1893 / DI

1953 los recuerdos de un niño

Confieso que, al hablar del Diario de Ibiza no puedo ser objetivo. Crecí a pocos metros de su rotativa, acunado por el traqueteo de la Marinoni, rotoplana que me parecía muy grande porque yo era pequeño. Me dejaba boquiabierto ver a don Pedro Más, sudando la camiseta, echando el resto como voluntarioso galeote, moviendo la tremenda rueda lateral que activaba en la máquina todas las planchas. Lo que quiero decir, a fin de cuentas, es que mi relación con el Diario desde aquellos días, ha sido de complicidad y descaradamente afectiva. Lo curioso es que, hasta bien entrado en la adolescencia, no era el diario en sí mismo ni su contenido el que me importaba. Con sólo 5, 6 o 7 años, eran papeles que por la edad no leía y, sin embargo, me eran más familiares y queridos que el ‘Catón Moderno’ y la ‘Enciclopedia Álvarez’, soporíferos librotes con los que las monjas de ‘La Consolación’, mi colegio, trataban de desasnarnos.

La Imprenta, en la calle de San Telmo

La Imprenta, en la calle de San Telmo / Del libro 'Historia, ensencia y evolución de Diario de Ibiza'

La Marinoni estaba en la trastienda de la papelería que la familia Verdera, propietaria del establecimiento y del Diario, tenía en el número 5 de la calle Azara, frente al cuartel de la Guardia Civil donde yo vivía. Lo que más me atraía entonces era el taller de impresión que estaba en la trastienda de aquella planta baja donde también trabajaban con sus Minervas, impresoras menores que funcionaban a pedal, Flores y Palau, que por cierto, siempre que podían, me guardaban la propaganda que en un cuarto de folio a color nos anticipaba las películas de los cines Serra y Pereira. Aquella trastienda, para mí, fue como un templo.

Crecí a pocos metros de su rotativa, acunado por el traqueteo de la Marinoni

Cuatro bombillones con plato de sombrerete, iluminaban los bajos donde trajinaba el personal y dejaba los techos y rincones en una extraña penumbra que creaba una atmósfera especial, misteriosa, motriz y sonora cuando las máquinas funcionaban. Me parecía verdadera magia lo que allí se hacía. En alguna ocasión me habían dejado subir al primer piso, sobre la papelería, donde trabajaban los linotipistas que componían las páginas del periódico. También aquello me desconcertaba. Sobre todo los primeros años, cuando yo me peleaba con la caligrafía monjil de letras bien perfiladas en redondilla. Me resultaba casi increíble que todas las noches, aquellos operarios de visera y manguitos escribieran las páginas letra a letra, tipo a tipo de plomo, frase a frase, parrafada a parrafada. Allí estaban, eso lo supe después, Toni Roig, Josep Parri, Pepe Rafal, Bartomeu Cardona, Pep Fumeral, Miquel Torres y algunos otros que no recuerdo. Y también los colaboradores que en las atardecidas recalaban por la redacción con sus carpetas y reseñas, don Isidoro Macabich, José Zornoza, Cosme Vidal, incluso Marià Villangómez. Con razón, a la papelería Verdera la llamábamos ‘La Imprenta’. De ella salió durante muchos años el Diario de Ibiza.

La imprenta en su ubicación de la plaza de la Constitución

La imprenta en su ubicación de la plaza de la Constitución / Del libro 'Historia, ensencia y evolución de Diario de Ibiza'

En agosto de 1924, la imprenta de los Herederos de don Francisco Escanellas, y con ella el periódico, habían pasado a manos de don Juan Verdera Mayans. Fallecido éste, la propietaria de la papelería y del Diario en los años 50 y siguientes que yo conocí, fue su viuda, doña Luz, una persona que me fue muy querida, de la que guardo un entrañable recuerdo y cuya complicidad conmigo fue determinante. Tanto, que estoy por afirmar que lo que me lanzó a la lectura, incluso a la escritura, más que el meritorio empeño de las monjas, fue poder leer los tebeos que ella, que bajaba cada día a la papelería, me facilitaba. Desde aquellos tebeos pude saltar a las novelas de Zane Grey y El Coyote que los chicos encontrábamos en casa Carlos, en el carreró de la Xeringa. Pasó el tiempo y cuando fui un poco mayor, conocí a los tres hijos de doña Luz, Pepito, Juan y Paco. Pepito emigró a Sudamérica y Paco, después de sus estancias en Madrid donde colaboró en el ABC, regresó a Ibiza y tuvo la paciencia de explicarme cómo funcionaba el taller para conseguir que cada día, a primera hora, el Diario estuviera en la calle. Por todo ello, el Diario para mí ha sido siempre mucho más que un periódico, sigue siendo aquel mundo fascinante que en mis primeros años me ayudó a crecer. Entonces no podía saber que hoy me acogería en sus páginas. Con sobrados motivos, en ellas, me siento en casa.

2023 muchos años después

Nadie podía pensar en 1893, cuando nació Diario de Ibiza, que el rotativo atravesaría todo el convulso siglo XX y encarrilaría este incierto XXI que, entre pandemias, guerras, hambrunas, desajustes climáticos, catástrofes naturales, volcanes, terremotos, inundaciones, terribles sequías, devastadores incendios y un Mediterráneo que es ya un cementerio de la inmigración, no parece mejor que el siglo pasado. El azar, sin embargo, nos mantiene en estas benditas islas en una guisa de privilegiado oasis, relativamente al margen de la vorágine exterior que nos zarandea, pero no nos hunde. E la nave va, que dicen los italianos. En este pequeño rincón del planeta, el Diario, después de 130 años, sigue dándonos noticias del mundo entorno. Pero si es una ventana al exterior del todo necesaria, confieso que lo más me interesa en sus páginas es todo lo que afecta y se refiere a nuestras islas, a este pequeño universo en el que hemos sido y somos protagonistas. El Diario nos da y nos deja un registro excepcional, único, de la brutal mutación que Ibiza y Formentera han experimentado en las últimas décadas. En menos de lo que dura la vida de un hombre, nuestras islas han cambiado más que en los 4.000 años de su ya dilatada historia, un tiempo crucial en el que Diario de Ibiza ha sido y sigue siendo notario puntual y testigo privilegiado. La historia que recoge es nuestra propia historia. A partir de aquí, quien quiera escribir en el futuro el devenir de estos tiempos que han sido determinantes para la ciudad, para sus pueblos y sus gentes, tendrá que estar muy atento a los avatares que estas páginas recogen y retienen, día a día, desde finales del siglo XIX. En otras palabras, tendrá que acudir necesariamente a estos papeles, hoy felizmente digitalizados.

La primera imprenta de Es Diari llega a su ubicación actual, el Club Diario

La primera imprenta de Es Diari llega a su ubicación actual, el Club Diario / Vicent Marí

Cuando vivía en Ibiza -hoy resido y escribo desde Barcelona-, pasé muchas horas hojeando los enormes volúmenes de la ‘hemeroteca de papel’. Y lo cierto es que, las más de las veces, no buscaba las grandes noticias, me interesaban sobre todo las reseñas que recogían los hechos domésticos, lo cotidiano, un insólito repertorio de curiosidades que nos descubrían cómo eran entonces las islas, la ciudad y los pueblos, cómo se vivía y qué se pensaba. Buscaba, en fin, las historias pequeñas de la Historia grande. Luego, estas reseñas, día a día, nos han dejado un relato pormenorizado de la mutación, de los cambios, de la transformación que, sobre todo por mor del turismo -con nuestra participación, para bien y para mal-, hemos vivido y estamos viviendo. En estos momentos, cuando pienso con qué maldita celeridad se nos van los años, descubro, no sin desconcierto y con una pizca de envidia, que mientras uno envejece, el Diario rejuvenece y se mantiene en un rabioso presente. ¡Quién pudiera ver pasar las cosas, sin pasar uno mismo! Sentimentalismos aparte, bien está que así sea. Al fin y al cabo, Diario de Ibiza nos mantiene siempre en el hoy que jornada a jornada nos enriquece la vida y la memoria. Con orgullo y razón luce la cabecera que tiene: «Decano de la prensa matutina balear. Fundado en 1893».

¡PER MOLTS ANYS, AMIC!