Opinión

Conectar los puntos

En junio de 2005, el entonces director ejecutivo de Apple, Steve Jobs, ofreció un brillante discurso a los alumnos que se graduaban aquel año en la Universidad de Stanford (California). Aunque en él exhortaba a los estudiantes a perseguir sus sueños y esquivar las trampas que fuera poniéndoles la vida para apartarles del camino, introducía un concepto que sirve para cualquier circunstancia. Él lo definió como «conectar los puntos», refiriéndose a las diversos momentos, encrucijadas o decisiones que nos conducen hasta una meta determinada. Según Jobs, sólo podemos discernirlos y encadenarlos cuando ya se han producido y disponemos de suficiente perspectiva. Concluía, por tanto, que los recorridos de la vida se trazan a la inversa, del presente hacia el pasado, y que por eso hay que arriesgarse y aferrarnos a nuestros anhelos y corazonadas.

A través de esta teoría, podemos conectar sucesos aparentemente aislados que acaban ensamblando etapas de una misma pauta o tendencia. Como los hechos fortuitos que nos llevaron a conocer a la persona con la que acabamos formando una familia, los giros formativos y existenciales que nos condujeron al oficio que desempeñamos y toda clase de avisos que nos va mandando la existencia y que no siempre somos capaces de leer a tiempo.

A menudo, al abrir el periódico y darme de bruces con la actualidad pitiusa, me asalta esta idea de conectar los puntos, al tiempo que brota la sensación de estar asistiendo a un desfile de pinceladas que van a determinar nuestro futuro como sociedad, sin que acabemos de visualizar el lienzo.

Sin alejarnos más de una semana de lo acontecido en el devenir isleño, ahí encontramos la noticia del primer gran incendio de la temporada, en el Puig d’en Cardona de Sant Josep. Se produjo en un bosque donde una mujer vivía de alquiler en una yurta ilegal, cocinando en una estufa de leña. Las autoridades sospechan que las llamas se iniciaron al verter unas cenizas junto al bosque, que aún debían de tener ascuas encendidas.

También la historia de ese vecino de la carretera de sa Cala, al que rompieron los cristales de sus dos coches, tras colarse en su propiedad, probablemente como venganza por denunciar y grabar en vídeo a un individuo que se dedicaba a conducir junto a su puerta como si estuviera en un rally. En dicha vía la conducción temeraria está a la orden del día y no sólo pone en riesgo a los residentes, hartos de denunciar estos hechos sin que nadie ponga remedio, sino que además genera constantes molestias por ruidos.

Estos días, varios expertos relacionados con el ámbito judicial han explicado que en Ibiza cada vez se producen más casos de violencia doméstica porque crece el número de ex parejas que siguen conviviendo de manera forzosa porque su economía no les permite marcharse cada uno por su lado.

Los empresarios que se dedican al transporte de mercancías o con autobuses han lamentado, asimismo, carecer de suficiente personal este verano para atender las necesidades del servicio. Sus empleados prefieren marcharse al taxi estacional. Y varios colectivos de funcionarios, como los sanitarios o los cuerpos de seguridad, han insistido acerca de que en las Pitiusas cada vez cuesta más cubrir plazas y estabilizar plantillas.

A primera vista, podría parecer que estas noticias no forman parte de un mismo patrón, pero, a poco que escudriñemos en los detalles, enseguida se conectan los puntos. Si en Ibiza los precios de la vivienda no estuviesen desmadrados, nadie alquilaría una yurta en medio de un bosque. Incluso habría suficientes guardias civiles como para vigilar intensamente la carretera de sa Cala, evitando que nadie condujera salvajemente por allí, y las parejas que no se soportan se separarían porque podrían afrontar el gasto de pagarse cada uno su propio techo.

Y los empresarios del transporte de mercancías y discrecional podrían contratar a trabajadores de fuera de la isla, al igual que quienes gestionan la sanidad pública, las fuerzas de seguridad, el profesorado, etcétera.

Y buscando las fases que han derivado en que buena parte de los residentes que no disponen de una vivienda en propiedad estén sometidos a serias incertidumbres y una crisis existencial dramática, tal vez podríamos zambullirnos aún más en el pasado. Incluso hasta después del instante en que alquilar una casa comenzó a volverse una quimera y encontráramos el origen que ha provocado que esta cuestión sea mucho peor en las Pitiusas que en cualquier otra parte, incluidas las otras islas que conforman este mismo archipiélago. Bajo mi punto de vista, nuestro particular Big Bang económico e inverso se produjo en el instante en que sustituimos el concepto «familiar» por el concepto «lujo» a la hora de definir nuestro turismo. Ahí arranca ese cordón umbilical que conduce hasta el presente y que va camino de ahogar a media Ibiza.

@xescuprats

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