Opinión

Los que vienen a salvar Ibiza

Tal vez hayan visto la reciente aparición estelar por tierras ibicencas del famoso chef Nusret Gökçe, más conocido como Salt Bae. El cocinero ha compartido en sus redes sociales otra visita a la obra que está acometiendo junto al torrente de sa Llavanera, donde se le puede ver con casco blanco y chaleco amarillo junto a las excavadoras. Bae, cuyo negocio en Ibiza está más orientado a la venta de apartamentos de lujo que al asunto de los fogones, se suma a la larga lista de empresarios foráneos que desembarcan para hacer negocio inyectando todavía más hormigón al territorio y que nos lo venden como un gran beneficio para el conjunto de la isla. Que en una zona plagada de edificios de pisos de lujo, éste individuo construya otro más y lo promocione como que está erigiendo «la nueva Ibiza» constituye un chiste de pésimo gusto. Y lo peor es que igual tiene razón.

Leo también en un medio digital foráneo que la creadora de un festival de arte multidisciplinar que se celebra en la isla dentro de unas semanas, que se autodefine a sí misma como «visionaria», afirma que su iniciativa «proyecta una imagen más completa y atractiva de Ibiza». En el artículo hasta se anuncia que el proyecto constituye el «renacer cultural de la isla», como si en las Pitiusas el arte estuviese muerto y no tuviésemos pintores, escultores, músicos o escritores, incluso de proyección internacional. Bienvenida sea toda la cultura, siempre que tenga calidad, pero lo primero es documentarse y demostrar un respeto hacia el resto del sector.

La susodicha organizadora incluso habla de revelar, a través de su festival, «la otra cara de este lugar mágico». Se ve que no ha podido evitar esta alusión a «la magia de Ibiza», un concepto presente en demasía en todos y cada uno de los panfletos publicitarios de aquellos que ponen en marcha cualquier negocio en la isla. Lo mismo vale para una promoción inmobiliaria, que para vender excursiones en barca o extensiones en peluquerías fashion. Parecen no darse cuenta de que tal abuso de los lugares comunes, que reconozco que cuando comenzaron a usarse tuvieron cierto gancho, caricaturizan sus proyectos y generan justo el efecto contrario al que pretenden. Y, además, a muchos ibicencos nos producen urticaria.

Otro ejemplo de la desfachatez que implica elevar a bien común lo que es pura y llanamente beneficio empresarial, lo acaba de protagonizar el propietario de un hotel rural. Dicho hostelero, al que incomprensiblemente se le permiten organizar fiestas regulares en medio del campo, pues no se me ocurre una ordenanza que lo justifique ni lo ampare, presenta una nueva fiesta de dj’s que pretende montar los lunes, no como un negocio, sino como una nueva fórmula para «reconectar con el espíritu de la gente» y «devolver el equilibrio a la isla».

Recuerdo también cuando irrumpió la fiesta diurna en hoteles y restaurantes de playa y algunos de sus promotores comenzaron a justificar el suculento negocio de las discotecas encubiertas como una nueva era en la industria turística que iba a transformar el modelo económico ibicenco, elevándolo una nueva dimensión.

¿Y cuántos campos de golf, en una isla sin agua y con su correspondiente ración de hormigón a través de promociones inmobiliarias, han tratado de construirse empleando como argumento el mantra de la diversificación turística y la desestacionalización? Por suerte, los supuestos salvadores de la patria no siempre se salen con la suya, aunque casi.

Otro ejemplo más: el famoso hotel norteño que, tras llenar de hormigón un monte pegado al mar, se vende como el alojamiento más sostenible del universo. Luego, sin embargo, se dedica a verter aguas residuales al mar y tratar de construir pantalanes y playas artificiales en la costa pública, mientras, en paralelo, patrocina iniciativas y proyectos sostenibles, en una operación de greenwashing que realmente produce sonrojo. No tanto por su descaro, absolutamente previsible, sino por aquellos que actúan como cómplices y se lo permiten. Ahora toda esta supuesta labor por el bien común y la sostenibilidad ha caído definitivamente en saco roto, cuando nos hemos enterado de que dicho establecimiento únicamente ha sido un proyecto especulativo a corto plazo. Lo demuestra el hecho de que el fondo de capital que ostenta su propiedad ya negocia su venta con una cadena hotelera italiana, cómo no, del sector lujo.

Bastante dura resulta la temporada, con todos los agobios, atascos, ruidos y saturación que soportamos los ibicencos, como para que aquellos que vienen a incrementarlo pretendan vendernos su business particular como un favor que nos hacen al conjunto de la ciudadanía. Dado que aquí impera un libre mercado prácticamente sin filtros, dedíquense a construir y ordeñar el territorio a su antojo, pero no nos tomen por idiotas.

@xescuprats

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