Armamento

¿Qué hacen 13 proyectiles de artillería en el mar, cerca del puerto de Ibiza?

En los últimos siete años se han desactivado 13 artefactos de artillería en los alrededores de los islotes de es Daus. Dos expertos creen que se trata de munición caducada que fue allí ‘enterrada’. 

Proyectiles encontrados la pasada semana en es Daus.

Proyectiles encontrados la pasada semana en es Daus. / Armada

José Miguel L. Romero

José Miguel L. Romero

Mediados de marzo de 2017. La Armada desactiva ocho proyectiles en las inmediaciones de es Daus, paraje (el islote Petit) utilizado en los años 30 del pasado siglo por el naturalista Martin Eisentraut para un experimento con lagartijas que hoy en día le habría costado la cárcel, y cerca de donde el ‘Don Pedro’ se fue a pique. No eran bombas de aviación, sino de artillería, por lo que se descartó que procedieran de los dos aviones SB2 Tupolev que atacaron el acorazado alemán ‘Deutschland’ el 29 de mayo de 1937, que estaba fondeado en el antepuerto. Los ocho artefactos fueron neutralizados y recuperados.

7 de mayo de 2024. De nuevo la Armada, esta vez con un equipo de desactivación de la Unidad de Buceadores de Medidas Contra Minas, se desplaza hasta es Daus Gros, a 1.500 metros de la bocana del puerto de Ibiza, para neutralizar cinco proyectiles de artillería descubiertos a entre 20 y 24 metros de profundidad y que contenían carga explosiva. Como su extracción no era segura sin ser previamente neutralizados, los buceadores los detonaron controladamente mediante cargas explosivas accionadas por radiocontrol. En siete años, la Armada visitaba, pues, la misma zona para desactivar obuses, 13 en total. ¿Por qué en es Daus?

Juntos y sin marcas

José María Prats Marí, capitán de Navío en la reserva, y el historiador Pere Vilàs Gil coinciden en que aquellos proyectiles no tienen pinta de haber sido disparados desde un cañón, sino que todo apunta a que fueron echados al mar en las cercanías de es Daus cuando caducaron: «En la imagen suministrada por la Armada se ve que están todos muy juntos. Está claro que los fondearon ex-profeso. Y no tienen marcas del rayado del tubo del cañón. Es decir, no fueron disparados. Debía de ser munición caducada», indica Prats, que recuerda que la práctica de desentenderse de ese peligroso material de esa peculiar manera no se prohibió hasta los años 90.

Pere Vilàs también cree que «es munición caducada», a su juicio, procedente de «la batería de s’Illa Grossa, que fue desmontada en los años 40. Allí había dos cañones de la marca Ordóñez de 150/34, modelos del año 1885. Se artilló allí en 1938». La batería de s’Illa Grossa, de la que quedan restos, dista unos 1.700 metros de es Daus. Es decir, estaba a tiro de piedra. Trasladar los artefactos hasta allí en una barcaza y echarlos al mar para desentenderse de ellos era lo más práctico, sugiere Vilàs.

En un cajón de madera

«Tal como aparecen colocados en la fotografía —indica el historiador—, muy bien colocaditos, indica que, inicialmente, los proyectiles (de artillería, no de aviación) fueron introducidos en un cajón de madera, que luego fue fondeado en esa zona. Con los años, ese cajón desapareció», descompuesto por los efectos del mar, del agua y del salitre, y de los seres vivos que pueblan esas profundidades.

«Tal como aparecen colocados en la fotografía, muy bien colocaditos, indica que, inicialmente, los proyectiles (de artillería, no de aviación) fueron introducidos en un cajón de madera, que luego fue fondeado en esa zona. Con los años, ese cajón desapareció»

Pere Vilàs

— Historiador

Según Pere Vilàs, tirar la munición caducada al fondo del mar era practica habitual hasta no hace mucho: «Eso se hizo bastante en otras épocas. Recuerdo que las barcazas que tenía la Salinera para transportar sal se cargaban con minas de tierra. Eran remolcadas con otro barco. Las minas se fondeaban a unos 150 o 200 metros de profundidad, en lugares indeterminados, pues no se informaba de la localización».

Balizarlos

Prats considera que si se encuentran más proyectiles (que visto lo sucedido en estos últimos años no es descartable), «quizás lo mejor sea balizarlos y dejarlos como están. La razón es que el explosivo que llevan en la ojiva es muy estable y para explotar necesita de una espoleta o iniciador. La explosión controlada en realidad es muy dañina para los peces y la vida submarina». No obstante, la Armada aseguró que buscó «el mínimo impacto ambiental» y que incluso el equipo de la Unidad de Buceadores de Medidas Contra Minas recogió todos los restos metálicos de las carcasas.

«Otra cosa —añade Prats— es que fueran minas en vez de proyectiles. Entonces sí compensaría. Pero un proyectil tan pequeño y tan estable tengo dudas de que sea bueno hacerlo explosionar». Considera que, en ese caso, «quizás lo más apropiado sea balizarlos y apuntar la situación GPS en la carta náutica (portulano) del puerto de Ibiza, como se hace con los pecios».

Las que siguen allí sumergidas, enterradas en el fango, son dos de las cuatro bombas FB 250 que lanzaron dos SB2 Tupolev contra el ‘Deutschland’ hace 87 años. Dos dieron en el blanco y causaron una treintena de muertos, pero otras dos (de 238 kilos de peso cada una, con 114 kilos de carga explosiva) no llegaron a estallar: una cayó directamente al agua; la otra hundió la falúa del comandante, amarrada al acorazado.

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