Génova tenía fe ciega en Antoni Costa para frenar a Prohens

El primer vicepresidente ibicenco de un Govern debía equilibrar las carencias de la presidenta

La contratación a conciencia de un presunto agresor sexual golpea al núcleo ibicenco del PP

Al involucrar a todo el partido, Costa ha arruinado su carrera propulsada por Génova.

Al involucrar a todo el partido, Costa ha arruinado su carrera propulsada por Génova. / B. RAMON

El mazazo a los populares ha llegado del político más inesperado, una circunstancia que redobla la potencia del golpe. El ahora autoinmolado Antoni Costa era el bastión interpuesto por Génova para frenar a Marga Prohens, una dirigente en que la bisoñez se considera uno de sus defectos menores. Tras imponer al Govern el fichaje de un amigo acusado de una agresión sexual en público, el vicepresidente del ejecutivo ha traicionado la fe ciega depositada en su persona desde Madrid.

El vicepresidente del Govern bordeó el hundimiento absoluto durante el fin de semana, al apreciar las consecuencias de su decisión desastrosa y el precipicio al que había asomado al PP, en pleno 25N. Ayer intentó despachar lo ocurrido como un error del tenor del caso Rubiales. Esta inconsciencia agrava la decepción entre quienes fueron avalistas de la proyección desde Madrid de un político sobrio y eficiente, destinado a jugar un papel equivalente a Iago Negueruela en la última legislatura.

Una tradición cumplida a rajatabla indica que Balears nunca tendrá un presidente ibicenco o menorquín, ahí está la frustrada candidatura por duplicado de Francesc Triay. La jerarquía insular está tan asimilada que nunca antes se había alineado a un vicepresidente nacido en Eivissa, por mucho que cuente con plaza en la sede palmesana de la Universitat, junto a su gran protegido.

La ruptura de la norma discriminatoria no figuraba en los planes de Prohens, que se ha caracterizado por rodearse de su círculo de incondicionales. Su propio esposo de número dos en el ayuntamiento de Palma, su inseparable Llorenç Galmés de Santanyí al frente del Consell de Mallorca, y Sebastián Sagreras de Campos cerrando el núcleo duro meridional.

Costa tenía garantizada la conselleria de Hacienda, pero la vicepresidencia que ha infamado lleva el imprimátur de Génova. Se consideraba imprescindible contar con un cancerbero serio y ducho en la brega parlamentaria, para que la legislatura no degenerara en los desastres de los dos últimos cuatrienios del PP, con Jaume Matas y José Ramón Bauzá al frente.

Sobre todo, Génova quería neutralizar a una Prohens en la que depositaba escasas confianzas, y que a punto estuvo de ser sustituida como candidata antes del 28M. Pesaba en su contra la evidencia de que fue la última líder regional en abjurar de su gran amigo Pablo Casado, que la colocó abruptamente en la presidencia del PP balear tras decapitar a Biel Company.

El encargado de purificar a un Govern bajo sospecha en la propia sede central del partido, ha involucrado al ejecutivo al completo en un manejo insalvable, arruinando de paso su carrera personal. Con independencia de la distinción por islas, el olvido de que la ignorancia de la violencia de género no exime de su cumplimiento conllevará una intensificación del descrédito del PP balear en Madrid.

Pese a la mayoría holgada de la lista de Prohens el 28M, la ganadora recibió intensos reproches de Génova, por considerar que los resultados de Vox eran demasiado elevados en una comunidad de honda raigambre del PP. La presidenta se refugió en su ficticio Govern en solitario, y culpó de sus datos a la hostilidad de la prensa, otro clásico en la historia de los populares locales.

Con posterioridad, y entrados ya en la semana definitiva del 23J, la sede central volvió a formular una severa llamada de atención a los populares de Balears. Se les pedía mayor implicación en la campaña, porque según las encuestas internas peligraba el cuarto diputado. En efecto, se quedaron en tres.

Las confidencias son innecesarias para constatar que el peso de los populares mallorquines en Madrid es nulo. Rajoy no nombró un solo ministro del páramo insular durante siete años, ni siquiera un secretario de Estado. Tampoco figura un solo mallorquín en el entorno de Feijóo si se exceptúa a Juan Bravo, un palmesano llegado a la cúpula de Génova a través de la Junta de Moreno Bonilla.

Frente a la escasa competencia mallorquina, Génova recibió excelentes referencias de tres políticos ibicencos, a quienes promocionó en justa correspondencia. Además de la singularidad de Costa, tampoco el PP había tenido nunca un número al Congreso ibicenco, con la excepción del cosmopolita Abel Matutes. En las pasadas generales, la cabecera de la lista al Congreso recayó también por sorpresa en José Vicente Marí Bosó. Finalmente, también Vicent Marí goza de un excelente predicamento, por lo que Madrid mantuvo su exitosa aspiración a presidir el Consell ibicenco por encima de su imputación penal.

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