Lecciones sobre el patriarcado

Elena Fernández-Pello

Elena Fernández-Pello

Mañana, 8M, no estará de más dedicar algún que otro rato, si queda alguno libre entre la reivindicación y la conciliación, a refrescar algo de teoría. Para hacerlo se puede recurrir a la bibliografía feminista canónica o bien adentrarse en nuevas lecturas. Entre las más recientes está el ensayo ‘El patriarcado. Los orígenes de la dominación masculina’, de la periodista británica Angela Saini, editado en España por Kairós.

Saini lleva años empeñada en entender cómo se generan y cómo funcionan las estructuras sociales, políticas y económicas basadas en el sometimiento, de cualquier tipo. De esa obsesión nacieron sus libros anteriores, ‘Inferior’, en el que desmonta las supuestas diferencias biológicas entre hombres y mujeres, y ‘Superior. El retorno del racismo científico’, en el que hace lo mismo con las ideas supremacistas. En ‘El patriarcado’ Angela Saini sigue indagando sobre el mismo asunto: el poder y la sumisión.

La periodista ataca desde muchos flancos. Lo hace desde la historiografía, trazando una cronología de los linajes matrilineales y los matriarcados, de los avances del patriarcado y de los logros de las resistentes; desde la investigación científica, con un aluvión de citas y referencias, y la periodística, con testimonios de primera mano. También desde lo personal, a partir de sus propias vivencias.

Con todo ello escribe, o quizás sea más preciso decir que reescribe, una historia del patriarcado, visto como un eficacísimo sistema de control, equiparable al racismo, al colonialismo o al capitalismo, e impulsado por fuerzas muy similares.

Saini desvela el planteamiento de su ensayo desde el principio, y lo sostiene a lo largo de todo el libro, incluso en contra de aquellas visiones feministas que incorporan ciertas diferenciaciones biológicas o en razón de la división del trabajo por sexos. El patriarcado, según Angela Saini, no es más que una estructura de poder, que tiene como propósito hacerse con el bien más preciado de la humanidad, que es el control de los otros.

Asoma por primera vez, según su cronología, entre el 2500 y el 1200 a.C., cuando algunos pueblos esteparios empiezan a expandirse por Europa y Asia, conquistando territorios y propagando culturas más violentas y dominadas por los hombres.

El patriarcado quizás tenga su origen ahí, como una forma de ejercer el poder por parte de hombres maduros que someten a las mujeres jóvenes, por su capacidad reproductiva, y a otros hombres, jóvenes, para que luchen por ellos. La tradición y la religión son los instrumentos para propagarla.

Ese podría ser el punto de partida, pero sus desarrollos fácticos y filosóficos son tan diversos, tal y como los describe Angela Saini, que arrasa con cualquier explicación conspiranoica. El patriarcado se extiende en oleadas, va y viene, no es monolítico ni hegemónico, aunque sí muy exitoso, pero son tantas las excepciones y tantas las sociedades organizadas sobre otros valores, en las que las mujeres son las depositarias de la autoridad y del patrimonio moral y cultural, que desmontan cualquier discurso basado en la ley natural. No es un ordenamiento natural que hay que derrocar, antes que él había otros modelos de convivencia.

El patriarcal se ejerce aplicando las mismas técnicas que cualquier otro tipo de control: separando, enfrentando y sembrando desconfianza. Su singularidad, explica Saini, es que se extiende al ámbito más íntimo y familiar, a los afectos, convirtiendo en enemigos a padres e hijas, a hijos y madres y hermanos y hermanas.

No es posible separar la opresión de género del resto de opresiones. Todas trabajan conjuntamente, intensificando su potencia, lentamente, hasta pervertir el sistema de creencias en el que se asienta la civilización.

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