Llegó la hora de Dani Alves

Ana Bernal-Triviño

Esta semana se celebra el juicio contra Dani Alves. Acusado de un delito de agresión sexual, insisto en que llegó “su hora” porque las horas en que la víctima fue juzgada públicamente ya ocurrió, y quizás hay que ver las diferencias entre las dos situaciones vividas.

En cuanto a él, empezó en televisión negando conocer a la joven. Luego dijo que quizás hubo un encuentro fortuito, luego que ella llegó mientras él estaba en el baño, pero no pasó nada; luego fue que sí pasó, pero que era consentido; luego que hubo sexo oral porque las muestras de semen recogidas eran de él y no del espíritu santo; luego que todo fue consentido, pero que no lo confesó antes porque le preocupaba el “honor de la víctima”; y luego la última versión: estaba borracho. Todo para buscar menos años de prisión porque ya se sabe que en los delitos sexuales, más de una vez, sirve de atenuante.

Recuerdo que todo esto está permitido. Que él cambie todas las veces que quiera de versión o recurrir a la supuesta embriaguez. Lo hace a nivel social porque, históricamente, la palabra de una mujer siempre ha valido menos y se pretende dominar pronto el relato para desacreditarla. Pero todo esto está bien para desmontar a quienes dicen que los hombres ante la justicia no pueden ni hablar. Los que creen que van directos al calabozo, mientras callan las causas tras esa decisión. Ocultan que tienen sus derechos procesales garantizados y que el Estado de Derecho les protege en toda su plenitud como acusados. Por cierto, además de versión, Alves también ha cambiado tres veces de abogado.

La víctima, en cambio, solo ofreció una versión sólida y consistente. El informe psicológico acredita una situación de estrés postraumático. En las primeras semanas, la víctima tuvo que vivir y ver titulares que la ignoraban mientras informaban de que “Alves está sin ganas de comer” o “Alves no levanta cabeza en las primeras horas de la cárcel”. Tuvo que vivir y escuchar cómo uno de los abogados cuestionaba incluso su flujo vaginal para saber si hubo consentimiento o no, demostrando una vez más a unos operadores jurídicos que no saben ni cómo reacciona un cuerpo ante una violación. Tuvo que vivir y escuchar a una prensa que la revictimizaba y ponía un micrófono a él por delante y lo entrevistaba. Tuvo que vivir y reaccionar, ante la presión, rechazando la indemnización para ser más creíble, aunque después aprendiera que no tenemos que ceder nuestros derechos para que nos crean. Y tuvo que vivir y ver cómo la madre de Dani Alves subía un vídeo privado de ella, cuestionaba su comportamiento y amenazaba con que “no podrán detenerme ni callarme” para “rescatar a mi hijo”. Ya se sabe, una parte de la sociedad sigue con la idea de que si has sido violada debes estar en cama, llorando y encerrada. La víctima ya ha pasado horas y horas, que se habrán hecho eternas, para llegar hasta aquí.

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