Para empezar

La estupidez de sujetar un acantilado

La estupidez humana es algo que no deja de sorprender. Que un acantilado inestable se derrumbe, como ha ocurrido en Porroig, no es nada excepcional, es más, es cuestión de tiempo. El problema es dejar construir ahí, en una costa que tarde o temprano se va a desmoronar, porque lo único que ha importado durante décadas en el urbanismo de Ibiza es forrarse, sin pensar en las consecuencias fatales de esta irresponsabilidad. Ahora que se han perdido entre cinco y siete metros de terreno, convertido en jardines de un hotel y una vivienda, la Dirección General de Costas dice de forma suave que la solución de apuntalar el acantilado sería «el peor de los escenarios». Más bien sería una auténtica estupidez, como poner puertas al campo o querer vaciar el mar a cubos. No tiene sentido gastarse una millonada en sujetar un acantilado que va a seguir moviéndose sin remedio para asegurar edificios que nunca deberían haberse levantado ahí. Asumir las limitaciones que impone la naturaleza al ser humano, algo tan de cajón como que no se puede edificar en determinados lugares porque es peligroso, es aún una asignatura pendiente en esta isla. La solución ante el despropósito urbanístico de la costa de Sant Josep no puede ser cubrir los acantilados de hormigón, sino reflexionar sobre qué hacemos con los edificios que están donde no deberían estar: en un litoral que se mueve.

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