Para empezar

En Ibiza somos muy suecos

Toda la vida pensando que éramos fenicios y ahora resulta que vamos a ser suecos. Sí, sí, suecos. No tendremos los ojos azules, la piel pecosa ni melenas rubísimas. Tampoco medimos casi dos metros ni en nuestro ADN llevamos grabada la receta de los rollos de canela, pero de que somos más suecos que Abba no tengo ni la más mínima duda. Sólo hay que leer este diario para darse cuenta. ¿Que un millonetis se construye una mansión más grande de lo que podía (si es que podía)? Pues quien tiene que controlar se hace el sueco. O la sueca. ¿Que un hotel seca los pozos durante unas obras en las que se ha pasado por el arco de Gamla Stan la obligación de tener los permisos de Costas antes de verter toneladas de agua al mar? Pues tampoco pasa nada porque quien tendría que estar encima tiene la iniciativa de una estantería Hejne. ¿Que se habilitan soláriums y jacuzzis ilegales? Aquí todos, los unos y los otros, imbuidos por el espíritu de Pippi Langstrump. ¿Que se abre la feria sin que un par de atracciones hayan presentado toda la documentación? ¡Nada! Todos a dejar pasar el tiempo, como si hubieran nacido en Malmö y pelillos al mar. Báltico, claro. Que alguien me diga a mí que no somos suecos, con lo bien que se le da a nuestros próceres hacérselo. ¿Alguien sabe dónde queda nuestro templo de Uppsala?

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