Para empezar

Manchester-Ibiza rumbo a los ‘closings’

La azafata le pide que pare el altavoz. Se lo pide como si le pidiera que se abroche el cinturón o que recoja la bandeja. Hace más de una hora que el avión ha despegado del aeropuerto de Manchester y la situación, sin haberse descontrolado, es insostenible. Hasta ese momento, sin embargo, nadie de la tripulación ha dicho absolutamente nada. El vuelo va lleno hasta los topes. Y la práctica totalidad de los pasajeros son jóvenes británicos que vuelan a la isla con un único objetivo: disfrutar del último fin de semana de closings. Los definitivos, que desde hace un tiempo los cierres de las discotecas se alargan más que la Navidad. «¿Quieres?», me ha preguntado hace un rato una de mis compañeras de fila, tendiéndome una botella de Sprite. Cuando le digo que no, pero thanks, me guiña un ojo con telón de pestañas postizas, y me confiesa que no es refresco, que es vodka. Por el estado de las jóvenes y su animada y hot conversación con sus congéneres masculinos más cercanos, ya lo intuía. La fiesta ha empezado en el aeropuerto, en cuyos bares el alcohol corre más que Usain Bolt. Incluso en el tren que va al aeropuerto, trayecto durante el que otro de los grupos ha agotado las bolsas llenas de botellas, que ha derramado sobre las butacas. El joven apaga el altavoz. Pero da igual. La fiesta sigue. Gritan. Cantan. Bailan. Y aún quedan 90 minutos de vuelo.

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