Mi firma

Se llaman columnas de opinión porque en ellas el articulista expone su visión de un tema, de actualidad o no, y explica cómo lo percibe. No es un texto informativo ni objetivo, porque en la columna se vierten y muestran las experiencias, saberes o sentires de quien la firma, así que no cabe asepsia o imparcialidad, aunque haya también muchos periodistas expertos en no mojarse nunca en un sentido u otro.

Por eso no me preocupa cuando me dicen que «se me ve el plumero» con tal o cual tema, porque precisamente eso es lo que pretendo, explicar el mundo como yo lo veo y lo entiendo. Igualmente, por pudor profesional, reconozco que hay temas de los que no opino porque desconozco todas sus facetas (se puede callar y no pasa nada, se lo aseguro), y que incluso, si me dan buenos argumentos, puedo cambiar de opinión y reconocerlo sin avergonzarme por ello.

Pero hay líneas que tengo por infranqueables y sobre las que me niego siquiera a debatir. De hecho, agradezco infinito a ‘X’ (la red antes conocida como Twitter) que me permita bloquear a algunas personas por lo que dicen. No propongo prohibir sus mierdas, simplemente evito que me lleguen o me afecten, porque no es cierto que todas las opiniones sean respetables, ni mucho menos.

Creo firmemente en el valor de la vida humana por encima de todo lo demás, así que no admito ninguna idea que justifique matar a otra persona, menos aún por política o religión. No me valen argumentos a favor de quitar una vida, ninguno, y me horroriza cómo en otras partes se banaliza, se comercia, se destruye… Llevo desde el jueves con el cuerpo cortado con las imágenes de los informativos, que algunos justifican con el desgraciadamente manido “pero los otros”, que a mí no me sirve. Aunque, sin irnos fuera, en una época reciente de España unos salvajes malnacidos creían que una idea supremacista justificaba matar a quienes pensaban diferente, o a quienes simplemente pasaban por ahí.

Esa línea para mí es insalvable, y no sólo para quienes apretaron el gatillo; mi desprecio y asco para quienes escondieron, alentaron, informaron o miraron hacia otro lado. Por acción u omisión. Y para quienes estos días aplauden, justifican o, simplemente, usan ese “pero los otros” en cuestiones que no admiten adversativas ni aunque estés moralmente enfermo.

Es lo que creo y es lo que defiendo, desde mi opinión, aunque se me vea el plumero, porque es el mío y lo defiendo con mi nombre y mi firma.

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