Carece de interés

En mi casa se utilizaba mucho el verbo amortizar, que a mí me llamaba la atención porque evocaba, de un lado, los bocadillos de mortadela de la merienda y, de otro, la muerte. Supe muy pronto qué era la mortadela y qué era la muerte, pero me costó comprender el significado profundo de amortizar. Todavía no estoy seguro de entenderlo. Mi padre se detenía, por ejemplo, frente a una silla rota, la observaba durante unos instantes con una mirada clínica, como si calculara la posibilidad de ponerla de nuevo en pie, y finalmente decía:

-Esta silla ya está amortizada.

Significaba que se podía utilizar de leña para la estufa. Lo amortizado, en general, acababa en la basura. La prensa diaria está llena de cuestiones amortizadas. Yo, por ejemplo, ya no leo ninguna noticia relacionada con el comisario Villarejo porque me parece que está sobreamortizado. No me interesa nada de él, ni siquiera sus relaciones con la KGB, sin las tuviera, lo que tampoco resultaría extraño. Murió completamente para mí ese personaje, aunque todavía se le dedican escandalosos titulares. Amortización por cansancio, podríamos decir, por agotamiento, por exceso.

¿No tienen ustedes la impresión de que la amnistía (me refiero, claro, a la amnistía por antonomasia) se encuentra amortizada también?

-¿En qué sentido?

-En el que se la da por hecha.

Se la da por hecha, en efecto, y sin necesidad de que la omnipresente palabreja haya salido de la boca de Sánchez. ¿Quién la ha amortizado entonces? Curiosamente quienes se muestran en contra de ella. Resulta un poco increíble, como si tu cuñado, que te odia, saldara mañana, por sorpresa, la deuda hipotecaria que tienes con el banco. Si hoy damos por liquidado este tema, si está descontado ya de nuestros intereses políticos, se lo debemos sobre todo a Feijóo y los suyos, que han llevado tanto el cántaro a la fuente que al fin se ha roto (o se ha llenado, no me viene ahora qué le ocurrió al dichoso cántaro). Lo cierto es que lo de la amnistía, salga o no salga, carece de interés, lo mismo que Villarejo o que la silla de mi padre. Amortización por fatiga.

Suscríbete para seguir leyendo