Toque de corneta

Hasta el 23 de julio tendremos un país al toque de corneta de Pedro Sánchez y de sus intereses electorales. El Congreso ha dado el visto bueno al último decreto aprobado por el Gobierno, que incluye ayudas al sector agrario, planes contra la sequía, junto con la medida inequívocamente electoralista de los descuentos en los billetes para viajar en tren y en autobús destinados a los jóvenes. No es del todo descartable que muchos de ellos se encuentren utilizando el bono interraíl por Europa en la fecha elegida para acudir a las urnas. De ser así, el tiro le saldría por la culata al flautista de Hamelín, que pretende atraer el voto de un sector de la población que considera afín mientras busca desmovilizar al que tiene en contra.

El voto vuelve a ser esclavo de la urgencia clientelar política. Siempre ha sido y será así. Pero esta vez la urgencia de uno parece imponerse a la lógica aplastante de muchos, que preferirían esperar para volver a pronunciarse después del verano y no cuando se encuentran de vacaciones disfrutando desperdigados de su descanso. Acierta Francisco Vázquez, el exalcalde socialista de La Coruña, cuando dice que el pucherazo que tantos temen se halla en el propio calendario, que dificulta claramente el ejercicio del derecho a votar. La prueba es que a nadie voluntariamente hasta ahora se le ha ocurrido la idea de convocar unas elecciones en esas fechas. Exceptuando las que por la pandemia Feijóo se vio obligado circunstancialmente a aplazar en Galicia en 2020.

Quien tiene necesidad de pronunciarse a costa de los demás es el propio Sánchez, que se encuentra en su salsa tensando la cuerda y buscando cualquier pretexto para hacer en su beneficio exclusivo lo que muy pocos están dispuestos a entender. Es su manera de estimular la confrontación con los que han elegido como eslogan grandilocuente derogarlo cuando se halla herido de muerte y se resiste a morir, pero también entre el resto de los mortales.

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