Catálogo de indecisos
Los partidos van con mucha decisión a la caza del indeciso. Hay indecisos duros, como los que se quedan paralizados en un bufé sin ser capaces de elegir. Indecisos blandos, que no ven los debates porque todos los que hablan lo convencen. Hay indecisos que se quedan a mitad de escalera sin saber si subir o bajar e indecisos entre dos opciones de derechas o dos de izquierdas. El indeciso de izquierdas es más tendente a la escisión. Que no le gusta el Partido, zas, crea otro. La indecisión es saludable siempre que no paralice, que es lo que me pasa a mí frente a las estanterías de yogures.
Los indecisos no van a los mítines porque cuando van de camino piensan que sería mejor ir de compras pero finalmente no se deciden acerca de si sería mejor ir a tomar café. El indeciso queda bloqueado cuando recibe un whatsapp proponiéndole un plan de sábado diferente al que ya tenía. Es presa de la angustia. Lo contrario del indeciso es el dogmático, que no tiene ideas, tiene una sola idea. No la cambia. No cede. No transige. No es permeable a argumento ninguno. No hay nada que hacer. Vota lo mismo desde antes de nacer porque es lo que votaba su padre. Si no conoce a su padre pues se imagina cómo sería el señor y a quién votaría. Y si el partido que votaba su padre ya no existe monta el lío padre pero se imagina cuál es el heredero. Suele acertar. Si no acierta no soporta que se lo digan. «Nada es seguro en la vida» es la frase favorita del indeciso, que no sabe si ser indeciso o no serlo. El indeciso estándar puede ser peligroso. Decanta su voto a última hora por una frase o gesto, por una intuición, por un cartel que ve, por una promesa que lee en un periódico atrasado.
Una variante del indeciso es el incrédulo. O sea, no se decide a creer lo que dicen los candidatos. No sabe si creerlos. Hay indecisos que necesitan un empujoncito. No hacia el precipicio, pero sí hacia donde pudieran estar sus convicciones. A veces a la gente se le extravían las convicciones, se le quedan en un viejo abrigo o en un cajón o al fondo de una estantería. Dónde habré puesto yo mis convicciones, dice un indeciso que si las encuentra ya deja de serlo en cierto modo. También está el indeciso que ignora su condición y cuando el candidato afirma que «me dirijo a los indecisos para que se acerquen a nuestro proyecto» cree que la cosa no va con él y se pone a hacer un crucigrama. La duda es saludable siempre que no te haga dudar que la duda es saludable. Sobre la duda escribió Descartes pero es dudoso que alguien lo lea, si bien los estudiantes de Filosofía suelen estar dudosos y se atreven con él no vaya a caer en el examen. Si alguien está indeciso entre Feijóo y Sánchez es que los ve iguales. No tengo ninguna duda de que eso es un problema.
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