Para empezar
Gracias, abuelos
El 19 de diciembre de 2020. En plena pandemia, mis padres, que se había jubilado meses antes, dejaron Málaga para venirse a vivir a un pequeño estudio en Ibiza ante mi inminente maternidad. Mi hijo nació nueve días después. Desde entonces han estado a mi lado acompañándome y dedicados a su nuevo papel de abuelos. Han cuidado de mi hijo cuando me incorporé al trabajo. Siempre han tenido un plato de comida en casa para nosotros aunque les avisase cinco minutos antes de que comíamos con ellos. Han visto cómo mi hijo crecía día a día: su primer baño en la playa, sus primeros dientes, sus primeras papillas, sus primeros pasos o sus primeras palabras. Han escuchado cómo les llamaba abuelo y abuela y luego cómo se aprendía sus nombres de pila, Pepe y Loli. También han ido a ver los patos del río de Santa Eulària cientos de veces. La semana que viene se van de la isla, más de dos años después de su llegada, antes de lo previsto debido al alto precio de los alquileres. Mi hijo dejará de disfrutar del cariño de sus abuelos diariamente para verlos sólo en vacaciones, Navidad o algún fin de semana suelto. Gracias, abuelos, por vuestra generosidad. Siento tristeza a la vez que infinita gratitud por todo este tiempo que hemos compartido.
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