Opinión
Perder la guerra
Alcanzada por una esquirla de proyectil en pleno centro de Barcelona. O en Berlín. O en Buenos Aires. Y qué invierno más frío. Más metralla en Mogadiscio, Alepo o Saná. Y cómo rugen las tripas. Las armas de Rusia apuntan al mundo e impactan, inmisericordes, contra millones de objetivos. Pobreza extrema para los pobres. Miseria para los precarios. No hay estallido repentino, nuestro cuerpo no se quiebra en un instante de fuego y terror, pero se va doblegando día a día. Y se cuelan las dudas, los temores y ya se abren nuevos resquicios por donde tratan de filtrarse las voces del autoritarismo. Al fin, otros rostros de Putin.
En el horizonte, más pobreza y más malestar social. Un hondo drama humanitario que motivará grandes migraciones. Ya se rearma la ultraderecha para anunciar las siete plagas. Sigue desnortada una parte de la izquierda. Esa que es tan severa con la transición democrática y tan taciturna ante el chantaje de Putin. Si no hay unidad y firmeza ante la amenaza democrática que representa la guerra, ¿cómo nos defenderemos? Enredados en el cortoplacismo gallináceo del electoralismo, bombas de racimo van impactando en nuestras calles. No podemos perder esta guerra.
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