El 85% de los microplásticos que invaden las playas de Ibiza y Formentera son pélets

La mayor concentración registrada en las Pitiusas se produjo en febrero de 2019 en la playa de Cavall d’en Borràs, en Formentera, donde se recogieron 20.000 de estas bolas de plástico en seis metros cuadrados

Imagen de una campaña de recogida de plásticos en la playa de Talamanca.

Imagen de una campaña de recogida de plásticos en la playa de Talamanca. / J.A.Riera

Són esféricos, blancos, de un tamaño inferior a los cinco milímetros de diámetro, se fabrican con materiales como el polietileno y el polipropileno, y son el componente básico de los objetos de plástico que pueblan nuestro entorno cotidiano. Son los pélets, un material que en las últimas semanas ha acaparado el foco mediático a causa de un vertido producido frente a las costas gallegas, pero que hace años que son una presencia constante en las costas pitiusas. De hecho, aquí también hemos sufrido vertidos de pélets, aunque en su momento no acaparó titulares en la prensa nacional.

«En febrero de 2019, en la playa de Cavall d’en Borràs, en Formentera, en un espacio de seis metros cuadrados aparecieron 20.000 microplásticos, y solo analizando la capa superficial», explica Agnès Vidal, educadora ambiental, técnica del GEN-GOB y coordinadora de la iniciativa educativa y de concienciación ambiental Observadors de la Mar, en colaboración con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

«Fíjate si era importante la cantidad de pélets, que yo iba separando la arena de los plásticos, y el montón de plásticos era más voluminoso que el de arena», recuerda Vidal. ¿Cuál era la procedencia de esa marea de pélets? «Una entidad catalana que colabora con nosotros, Good Karma Projects, detectó una presencia desmesurada en las playas de Tarragona en noviembre de 2018 a causa de un vertido de una fábrica petroquímica, y estos microplásticos nos llegaron aquí tres meses más tarde arrastrados por la corriente».

La presencia de los pélets en Ibiza y Formentera no es nada nuevo. Agnès Vidal lleva desde el año 2017 realizando muestreos en las playas pitiusas y los datos que maneja son muy elocuentes: «Si hablamos de microplásticos, es decir, con un tamaño menor a los cinco milímetros, entre el 80% y el 85% de ellos son pélets. El resto son trozos de plástico degradados y fragmentos de porexpan (poliestireno expandido)».

Quien también está familiarizada con los pélets es la bióloga marina Agnès Torres, quien ha impulsado campañas de recogida de microplásticos en las playas a través de la iniciativa Conciencia Plástica. Torres explica que retirar estos elementos de la arena resulta muy trabajoso.

«Se pueden realizar batidas de limpieza, pero la cantidad que se extrae es muy pequeña. En cuatro horas de limpieza de todo un equipo, llegamos a contar 20.000 pélets, que juntos no pesaban un kilo. Imagina los que se vierten en el mar cuando cae un contenedor entero», señala.

Muestra de pélets extraídos en una playa pitiusa. | GEN-GOB

Muestra de pélets extraídos en una playa pitiusa. / GEN-GOB

Un enemigo invisible

Su experiencia le indica que las playas donde los pélets son más abundantes son las situadas en el Oeste de Ibiza, en Sant Antoni y Sant Josep, así como en la playa de ses Illetes, en Formentera. Gran parte proceden de la costa de Tarragona, aunque la presencia de los microplásticos es universal: «Los pélets son la materia prima que luego se transforma en las fábricas de producción de plástico. Se transportan por vía marítima y a diario hay contenedores que caen al agua cargados de ellos. El deber del capitán de la embarcación es dar cuenta de cada pérdida, pero usualmente no se hace y estos vertidos se ocultan».

La consecuencia directa es que estos microplásticos son omnipresentes: «Las corrientes los trasladan a todos los rincones del planeta». Vidal destaca que un elemento que hace especialmente peligrosos a los pélets es su aspecto inocuo, y que generalmente se confunde con la arena: «Los llamo el ‘enemigo invisible’. Los niños los confunden con perlitas».

No tienen el impacto visual de una botella de plástico o una lata, pero son incluso más peligrosos: «Absorbe elementos químicos tóxicos que se adhieren a la pared del pélet. Al ser pequeño, se confunde con el alimento y los animales marinos se lo comen, lo que provoca que entren en la cadena alimentaria».

La magnitud de estos vertidos puede provocar la impotencia del ciudadano de a pie, enfrentado a una dinámica que parece imposible de parar. Para Agnès Torres, la solución pasa por «tomar conciencia de que vivimos rodeados de plásticos y no sabemos ni de dónde vienen. Hay que reflexionar y preguntarnos qué mundo queremos». «La concienciación es importante. Si compramos objetos de plástico que no son necesarios, tendremos más pélets en el mar. Como consumidores, tenemos un papel importante», advierte Vidal.

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