Festes de la Terra

Aquellos valientes corsarios de Ibiza

El historiador Pere Vilàs recuerda, en el homenaje de las Festes de la Terra, los peligros a los que se enfrentaban estos navegantes: combates, naufragios y enemigos

«Estos hombres escribieron las páginas más honrosas de nuestra historia marítima», afirma el historiador Pere Vilàs a los pies del monumento a los corsarios, en el puerto de Ibiza. «Uno de los pocos del mundo y único en el país», continúa mientras a su espalda, decenas de críos (y algún adulto) trepan por la base del obelisco. Gavieros de tierra. «Hay cosas que nunca cambian», afirma, con una sonrisa, uno de los numerosos asistentes al homenaje a estos marinos, recuperado de nuevo para las Festes de la Terra tras más de veinte años.

«Cuando éramos niños veníamos aquí a comernos los helados los domingos por la tarde», recuerda, melancólico, desconectando durante unos minutos del discurso, en el que Vilàs recuerda el temor de las naciones a «perder el control» sobre los corsarios, que los había oficiales y particulates, que se les descontaba el coste de las armas perdidas y que los ibicencos que hacían el corso «preferían tripulantes de la isla». Conocidos. Aunque, reconoce, no siempre podían elegir su tripulación.

El sable del marino Riquer

Vilàs desgrana detalles de la historia de estos navegantes muy cerca de uno de los sables del más popular de ellos: Antoni Riquer i Arabí. Lo sostiene, sobre un cojín púrpura, el brigada de marina Óscar Valcárcel. Él mismo lo ha llevado en procesión, desde la iglesia de Sant Elm, hasta el obelisco. Un recorrido de apenas unos metros. Al frente, los integrantes y los sones de la colla de Sa Bodega. A su espalda, las autoridades y decenas y decenas de personas, concentradas en la estrechez de la calle homónina, desfilando, paso tras paso, como buenamente pueden, atrapados entre el aroma a incienso que sale de las tiendas de estribor y el olor a paella que llega desde los restaurantes que quedan a babor.

El brigada de marina Óscar Valcárcel porta el sable de Antoni Riquer i Arabí durante la procesión.  | TONI ESCOBAR

El brigada de marina Óscar Valcárcel porta el sable de Antoni Riquer i Arabí durante la procesión. | TONI ESCOBAR / Toni Escobar

El paseo del sable que en algún momento blandió el marino Riquer, prestado por sus descendientes para el recuperado homenaje, es, para muchos, casi un acto de fe. «¿Lo has visto?», «¿Has podido verlo?», «¿Es muy grande?», se preguntan unos a otros, ya junto al monumento, poniéndose de puntillas para tratar de ver algo. Misión casi imposible. Atisban la ofrenda de la corona de laurel, al alimón entre el presidente del Consell Vicent Marí, y el alcalde de Ibiza, Rafael Triguero, entre la muchedumbre, que queda a espaldas de la barrera formada por autoridades, religiosos e integrantes de la colla, que aguardan su turno para concluir un homenaje que ha comenzado más de dos horas antes, en la iglesia del barrio de la Marina, con las voces del Cor Ciutat d’Eivissa, acariciadas por la acústica del templo y acompañadas por el aleteo de los abanicos.

"Los marinos que defendieron nuestra isla"

Una misa en la que obispo de Ibiza, Vicent Ribas Prats, asegura que están muy presentes «todos los marinos que defendieron nuestra isla», especialmente los que «dieron su vida para que las Pitiusas pudieran vivir en paz». Varias monjas graban en vídeo la misa. Unas niñas juegan a subir y bajar del escalón del último banco. A más de uno le suena el móvil. El obispo confiesa que únicamente lleva «dos cuartillas» y promete que la misa no será «tan larga» como la de santa Maria, en la Catedral. Algunos respiran, aliviados. «Duró hora y media», se dicen unos a otros. Además de sobre los corsarios, Ribas Prats critica, en su sermón, «la visión de la isla» que muestran los medios y que, afirma, «es muy diferente de la real». El obispo recuerda las invasiones turcas y defiende que los corsarios de Ibiza no era piratas y repite unos versos de la habanera compuesta por Manuel Ramón Mas, flamante Medalla de Oro de Vila —«me sorprende que no se la hubieran dado hace mucho tiempo», deja caer— este 2023: «raíces marineras, pasado marinero, bravos navegantes».

El sable, ése que en unos momentos paseará sobre los brazos del brigada Valcárcel, reposa bajo el altar. Fuera, en la plaza, en la que varios operarios se afanan tratando de limpiar a toda prisa los contenedores de basura, aguardan decenas de personas. Deseosas de ver de cerca el arma del corsario ibicenco. «Era un pirata, pero bueno», trata de explicar Irene a su hijo Arturo, de seis años. «¿Como Robin Hood, pero en el mar?», responde el pequeño mientras empiezan a repicar las campanas de Sant Elm, anunciando que está a punto de comenzar la procesión en homenaje a unos marinos que, según explicará Vilás, se enfrentaban a combates, naufragios y el riesgo de caer prisioneros de los enemigos.

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