Agricultura

La cosecha de cereales en Ibiza se reduce un 70% y las torcaces se comen la mitad

La extrema sequía y las lluvias caídas desde mediados de mayo dañan severamente la producción: «Se recogerá un 30% de lo que se recolecta en un año normal»

Una embaladora en un campo de cereales del Pla de Sant Antoni esta semana.

Una embaladora en un campo de cereales del Pla de Sant Antoni esta semana. / J.M.L.R.

A principios de mayo el panorama no era nada halagüeño. El presidente de la Cooperativa de Sant Antoni, Antoni Tur, Secorrat, auguraba que la cosecha de cereales de este año en las Pitiusas sería muy mala, hasta un 50% inferior a la del año pasado debido a la extrema sequía. No había caído ni una gota en dos meses. Ni una. Las plantas no crecían y las que lograban germinar tenían menos grano o este era de menor tamaño y calidad. Tur advertía de que casi era peor que por esas fechas empezara a llover: «Sería un problema. Primero, porque ya no se recuperaría, pues el cereal está en la fase de espiga; pero, además, esa agua sería foco de hongos. Acabaría por liquidar la campaña».

Y empezó a llover. «Si estaba mal entonces, la cosa fue a peor en mayo», lamenta Juan Tur, jefe de la sección de maquinaria y taller de la Cooperativa de Sant Antoni y responsable de las cosechadoras. «Se recogerá un 30% de lo que se recolecta en un año normal», avisa. Las razones: primero, que no llovió cuando tocaba y los agricultores sembraron tarde. «El que sembró en octubre —explica—, antes de que llegaran las tormentas, recogió algo. Pero el que sembró tarde, de diciembre en adelante, nada».

Un mes de retraso

Y luego llegaron las borrascas, cuando nadie las esperaba ya: «Teníamos las dos cosechadoras viejas listas para empezar a trabajar el 16 de mayo (la nueva llegó la primera semana de junio) cuando por esas fechas empezó a llover. Y las máquinas no pueden trabajar en húmedo, de manera que empezamos a cosechar la semana pasada, es decir, a mediados de junio», casi un mes más tarde: «Vamos muy retrasados respecto a otros años», comenta Juan. La humedad afecta tanto a la siega que la maquinaria sólo entra en el campo a partir de las 11 de la mañana, cuando el fuerte sol ha secado ya el cultivo, señala.

Pero ahí no acabaron los problemas: «Lo más grave es que, al ir tan retrasados, las palomas torcaces empezaron a comérselo todo. No dan tregua. Esas aves están haciendo mucho daño, están arrasando con la mitad del poco grano que hay». Hay poco y, encima, se zampan la mitad de ese 30% que sólo lograrán producir este año respecto a 2022: «Ya te puedes imaginar cómo está el pagès de contento. No habrá manera de resolver esto hasta que los políticos se involucren realmente en resolver este asunto».

«Lo más grave es que, al ir tan retrasada la cosecha a causa de las lluvias, las torcaces empezaron a comérselo todo. No dan tregua»

El campo, y no sólo en Ibiza, vive «una crisis de grano, de paja y de forraje como consecuencia de la sequía. Se está trayendo de fuera el grano. Y en la isla, los pagesos están mercadeando por el campo para intentar rebajar los precios de lo poco que hay. El que tiene 400 pacas y no las necesita, las quiere vender, pero como hay escasez, desea hacerlo a buen precio: si puede a cinco euros, mejor que a cuatro. Este año hay un fuerte tira y afloja, algo que nunca se había visto antes».

Fardos de forraje en Sant Miquel.

Fardos de forraje en Sant Miquel. / J.M.L.R.

Tirar de las reservas

Hay una buena noticia: dentro de lo mala que es esta campaña y a pesar de la invasión rusa de Ucrania (gran proveedor de grano), «los mercados de estos productos se han estabilizado y se han abierto otros, de manera que ahora se trae incluso desde Estados Unidos. Se han creado nuevas líneas comerciales para paliar la reducción de grano procedente de Ucrania», cuenta Tur. Pero aun así, «habrá este año escasez de paja. En Cataluña, por ejemplo, hay tan poca que incluso han prohibido venderla para biomasa. Toda tiene que ir a alimentación animal».

La paja «no se puede traer desde Estados Unidos, es inviable. No se podría pagar el coste que supone. Y de la nacional, que se movía por España en camiones, habrá muy poca», avisa Juan Tur, que asegura que no les quedará más remedio que «tirar de las reservas de 2022».

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La escasez encarece siempre los productos. Ese «tira y afloja» del que habla Juan Tur se concreta en una subida muy importante del precio: «En 2022 se vendía a entre 4 y 4,5 euros la bala de forraje. Y la de paja, a entre 2 y 3 euros. Pero este año, la paja (sin grano) está ya a 4 euros. Y forraje no hay». Y como no hay, tienen que echar mano de grano, de piensos… «Eso encarece mucho la producción. Un cerdo, al que normalmente cuesta alimentarlo unos 300 o 400 euros, ahora vale 800 euros. Y cuando lo vendes te dan 700 por él. Pierdes 100 euros por animal», calcula.

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