Engañados y en la calle, el drama de Verónica y David al llegar a Ibiza

Dos trabajadores denuncian a un hotel de Cala Llenya por haberlos dejado en la calle tras un supuesto despido improcedente. Uno de ellos sufre una enfermedad mental y lleva dos semanas durmiendo en la playa

Verónica y David junto a la playa de Santa Eulària, donde ambos durmieron durante una semana y donde él todavía pernocta.

Verónica y David junto a la playa de Santa Eulària, donde ambos durmieron durante una semana y donde él todavía pernocta. / Vicent Marí

Hace dos semanas que David G.G. vive en la calle. Al drama de esta situación, se le añaden diversos agravantes: padece una enfermedad mental para la cual toma una fuerte medicación, y es un trabajador de temporada que llegó a Ibiza hace dos meses procedente de Morón de la Frontera (Sevilla) y que, por lo tanto, carece de arraigo familiar. A día de hoy, su único apoyo es su compañera, también trabajadora de temporada. «Durante una semana dormimos los dos en la playa de Santa Eulària» explica Verónica, la pareja de David, «pero yo ahora he encontrado trabajo en un hotel de es Canar y duermo allí». David sigue durmiendo al raso, en la playa.

El drama de esta pareja se inició nada más llegar a la isla para trabajar desde el día 7 de mayo en el Hotel Club Can Jordi, en Cala Llenya. Ella como camarera de piso y él como encargado de mantenimiento. «Vimos la oferta laboral en un portal de Facebook y las condiciones parecían buenas. Yo cobraba 1.500 euros y David 1.800 por una jornada de ocho horas diarias y seis días a la semana, con alojamiento incluido en las instalaciones del hotel», explica Verónica. Pero las cosas se torcieron nada más empezar.

Un infierno laboral

Según la versión de la pareja -y así consta en las denuncias que han presentado en el cuartel de la Guardia Civil de Santa Eulària y ante Magistratura de Trabajo- la primera irregularidad fue que no les dieron de alta en la Seguridad Social hasta el día 12 de mayo, cinco días después de su incorporación. Pero eso solo fue el principio. «Mi turno era de 6.30 hasta las 14 horas, aunque siempre hacía una hora o dos más. Pero por la tarde me obligaban a seguir trabajando», explica David. Cuando se encontraba descansando en su apartamento -dentro del recinto de la empresa- le llamaban y le urgían a hacer dos o tres horas más por la tarde, y también durante su día festivo: «Siempre con gritos, insultos y malas formas. Al final trabajaba doce horas cada día».

Esta hostilidad, además de otros aspectos, como la mala calidad de la comida que recibían por parte de la empresa -«nos daban para comer y cenar las sobras de los desayunos»- les produjo, según cuentan, un importante desgaste físico y psíquico. El 31 de mayo, ambos solicitan la baja médica. Verónica por un cuadro de hipertensión arterial y David a causa de una ansiedad severa. Cuando al día siguiente presentan la baja médica, se enteran de que les han despedido.

La pareja, en el paseo marítimo de Santa Eulària. | VICENT MARÍ

La pareja, en el paseo marítimo de Santa Eulària. / Vicent Marí

«El abogado de Comisiones Obreras nos ha dicho que si estamos de baja no nos pueden despedir, y que se trata de un despido improcedente», explica Verónica. La empresa alega que no recibió el parte de baja: «El médico nos ha dicho que esto es imposible, porque todos los partes se envían automáticamente».

Pese a todo, ellos continuaron en el mismo apartamento, en el interior del hotel. El 7 de julio tenían visita en el centro de salud. Al volver, se encontraron con la sorpresa de que la dirección del hotel les había vaciado el estudio, metido sus pertenencias en bolsas de basura y les había cambiado la cerradura. «Nos esperaban también cinco hombres que nos dijeron que nos fuéramos por las buenas o por las malas, y nos intimidaron», explica Verónica, quien asegura que fue zarandeada por uno de esos sujetos. «En las bolsas faltaban cosas: 900 euros en metálico y también una cadenita de oro y una medalla», asegura Verónica. Ese mismo día pusieron una denuncia ante la Guardia Civil ,pero eso no resolvió su problema más urgente, y es que se habían quedado en la calle.

Sin techo y sin recursos

Ese mismo día, Verónica y David se dirigieron a la oficina de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Santa Eulària buscando una solución a su problema: «Nos dieron vales de comida, pero no nos dieron respuesta a lo de quedarnos sin techo. Nos dijeron que el único albergue está en Vila y que hay lista de espera para entrar en él». Desde Servicios Sociales también les ofrecieron vales para ir a Cruz Roja para comer y ducharse, pero no se les ofreció un techo. Durante una semana, la pareja durmió en la playa, junto a la caseta de madera de los socorristas.

Verónica ha encontrado trabajo en la cocina de un hotel en es Canar, donde también le ofrecen alojamiento. Ahora David duerme solo al raso. Tiene los ojos llorosos y le cuesta articular palabra. Muestra la receta que le extendió el servicio de Psiquiatría del Hospital Can Misses y todo el arsenal farmacológico que está tomando: olanzapina -antipsicótico para tratar los síntomas de la esquizofrenia y el trastorno bipolar-, tranxilium -ansiolítico derivado de las benzodiazepinas-, trazodona -antidepresivo- y stilnox -hipnótico para combatir el insomnio-.

«Dos semanas durmiendo en la calle castigan mucho», musita. La tensión acumulada, los disgustos y la carga farmacológica que está soportando, prácticamente le han anulado como persona: «Los días se hacen largos. No tengo donde ir, no tengo dinero, en este estado tampoco puedo trabajar». Cuando su compañera está en el hotel, David deambula por las calles de Santa Eulària: «Siento desde el primer día que llegué aquí que han abusado de mí», confiesa.

Este diario se puso ayer en contacto con el Hotel Club Can Jordi de Cala Llenya para contrastar la versión de los hechos. En un primer momento, la dirección de la empresa no ha querido atender telefónicamente a este redactor, pero ha asegurado que lo haría vía correo electrónico. Al no responder el correo, se ha intentado un nuevo contacto telefónico, pero nuevamente se han negado a atender la petición, alegando en este caso que «hay mucho trabajo» y no pueden «perder el tiempo».

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