Usuarios de Cáritas de Ibiza: «Una habitación no baja de 500 euros, y sin trabajo...»

El banco de alimentos de Cáritas ayuda a personas que llevan pocos meses en la isla y que no tienen papeles. Esto no les deja otra opción que ir trabajando por horas y en negro, lo que impide una estabilidad

Toni Escandell Tur

Toni Escandell Tur

A pesar de la reactivación de la economía, del turismo de lujo, de la generalización de los contratos laborales indefinidos y de lo que hemos convenido en llamar crecimiento económico, el banco de alimentos de Cáritas en Vila está registrando actualmente mucha actividad. Mientras que en otoño atendía a una media de entre 40 y 50 familias cada día, poco antes de las navidades el número de usuarios comenzó a incrementarse, y hasta el momento se registran diferentes picos de entre 60 y 70 familias al día en las mañanas de los lunes, miércoles y viernes, que es cuando este servicio está operativo.

En periodos como finales de diciembre o todo el mes de febrero hubo picos como estos y estas semanas se está viviendo una situación similar, aunque Gustavo Gómez, coordinador de Cáritas Diocesana en Ibiza, explica que la cifra de usuarios ya se ha estabilizado. De todos modos, continúa siendo especialmente alta. En el mostrador se encuentra Miquel Payeras, voluntario en Cáritas Ibiza desde 2018: «Hoy mismo [por ayer] está previsto atender a 60 familias. Supongo que después de Semana Santa, cuando la gente comience a incorporarse al trabajo, la cifra irá bajando».

Durante su conversación con este diario, hojea los listados de usuarios de días cercanos, en los que aparecen cantidades similares a las de este miércoles: 67, 60, o, el día de menos actividad, 53, aunque normalmente luego se suman usuarios de otro día de la semana que, por cualquier motivo, no pudieron acudir durante la mañana que realmente tenían asignada para recoger su lote. En todo caso, Payeras apunta que, en estos momentos, raro es el día en el que se realizan menos de 60 recogidas de alimentos. Esto se traduce en cerca de 200 familias a la semana que acuden al banco de alimentos de esta entidad de la Iglesia, en la calle Carles III.

Entre las personas que reclaman su ayuda hay trabajadores de temporada cuyos ahorros del verano pasado ya se han agotado o inmigrantes en situación administrativa irregular, muchos de ellos llegados a Ibiza hace apenas unos meses con la esperanza de poder encontrar un trabajo cuando el turismo se reactive. Destaca la cantidad de usuarios colombianos y paraguayos, tal y como confirman voluntarios y trabajadores de Cáritas.

«Una habitación no baja de 500 euros, y sin trabajo...»

Cajas del banco de alimentos en Vila. / T.E.

Edith es de Colombia y en abril hará un año que vive en Ibiza. Ha estado gran parte de este tiempo viniendo al banco de alimentos. Ahora busca trabajo, pero debe esperar a llevar tres años viviendo en el país para conseguir los papeles. El año pasado tuvo trabajos como limpiadora en villas entre finales de abril y septiembre, aunque los gastos son superiores a lo que ganó: «Lo que uno gana se agota enseguida, porque cuando uno viene de su país tiene que pagar una deuda por su pasaje y pagar la vivienda de aquí, que es muy cara». Edith vive en Vila y comparte un piso de dos habitaciones con otras tres personas. Comparte habitación con su hijo de 15 años, mientras que su hermana (que lleva unos 21 años en Ibiza) y su sobrina -también de 15 años- viven en la otra habitación. «Mi hermana, como lleva mucho tiempo aquí, tiene un alquiler de los de antes y estamos pagando 700 euros al mes. Ahora, en el resto de casos, el precio no baja de los 1.200 o 1.400 euros», comenta. Su hijo y su sobrina ya son adolescentes y necesitan tener su privacidad, por lo que el piso de ahora se les está quedando pequeño.

Edith confiesa que antes de llegar a España se esperaba otra cosa: «Yo quería venir y que mi hijo se educara en un país más desarrollado, pero es muy difícil. Nunca llegué a pensar que fuese a ser así de complicado». En este sentido, apunta a que hacen falta tres años para conseguir los papeles (aunque ella al menos ya consiguió empadronarse) y que espera poder trabajar, como en Colombia, de cajera de supermercado o de servicio al cliente en tiendas: «Cuando quieres venir aquí, los familiares y amigos te cuentan una parte, pero no todo».

El voluntario Miquel Payeras confirma que hay muchas personas extranjeras que, una vez que llegan a Ibiza, se encuentran con que no es nada fácil encontrar un empleo.

Uno de los usuarios españoles es Fernando, madrileño de 56 años que lleva 18 años viviendo en la isla. Padece un cáncer, por lo que cuenta con una incapacidad total que en su momento le obligó a dejar de trabajar. Lleva unos dos meses acudiendo al banco de alimentos, aunque ya fue usuario en otros periodos: «He venido periódicamente algunas veces. Ahora llevaba tiempo sin venir, pero he vuelto. Vengo en ocasiones durante unos tres meses o seis, según cómo me vayan las cosas». Antes de caer enfermo había trabajado en hoteles, seguridad, en almacenes, limpieza o mampostería.

Explica que se mudó a Ibiza para tratar de rehacer de su vida, y se convirtió en padre al poco tiempo de llegar. Actualmente comparte piso en Vila con otras cinco personas, dos de las cuales son familiares. «El resto son personas con las que nos hemos juntado para poder, entre todos, salir adelante y pagar un alquiler aquí», explica Fernando, que no duda en confirmar que la vivienda es el principal problema ahora mismo. Su alquiler actual es de 1.100 euros al mes: «Da miedo que en cualquier momento te digan que te vayas, porque a ver dónde buscas ahora otro alquiler. Si hace cuatro años te valía 1.100, ahora no lo vas a encontrar por este precio, sino por 1.800 o 2.000 euros, porque todo esto se está disparando», comenta a este diario después de recoger su lote en Cáritas. Sus compañeros de piso sí trabajan, pero necesitan compartir vivienda con varias personas para costearse el alquiler y, a la vez, afrontar los gastos del día a día.

Cada lote del banco de alimentos incluye pasta, galletas, arroz, atún, legumbres, cacao, fruta, leche, tomate... Algunos de estos productos que se donan son subvencionados por Europa y por el Gobierno español. El resto son directamente comprados por Cáritas o donados.

Por otro lado, Juliet Cano, colombiana del Valle del Cauca y de 29 años, acude al banco de alimentos con su amiga y compañera de piso Yasmín Cruz, que no es beneficiaria de Cáritas pero quiere acompañarla. Cano llegó a la isla con su hija en noviembre -por lo que no cuenta todavía con los papeles- y lleva un mes como usuaria de Cáritas. «Estoy buscando trabajo, pero estando en situación irregular es complicado». De hecho, lamenta que tampoco es nada fácil poder empadronarte. «La temporada de invierno es muy dura. Hay pocos negocios abiertos y muchas personas no te quieren contratar si no tienes papeles. En Facebook hay ofertas de empleo en las que hay otras 30 o más personas como candidatas».

Más de 500 por una habitación

Ambas viven en un piso de tres habitaciones de Vila en el que conviven cinco personas. Juliet Cano, su marido y su hija de seis años comparten una habitación por la que pagan 400 euros al mes. Aun así, Cano lo califica como «barato» puesto que conoce a personas que pagan más de 500 euros por una habitación. Su marido lleva más de un año en Ibiza y ya está empradonado. Además, tanto él como la hija ya cuentan con tarjeta sanitaria, a diferencia de esta madre de 29 años: «Yo no puedo enfermar. Alguna vez he ido al médico y me dicen que hay que pagar».

Ella y su amiga Yasmín explican que, si no tienes papeles, lo que ofrecen es trabajar en negro algunas horas y por ocho o nueve euros la hora para tareas como limpiar un día un piso o para cuidar, por ejemplo, de dos personas mayores dependientes en fin de semana. Una mañana, Cano trabajó de 8.30 a 11.30 horas lavando platos y ganó 45 euros, pero fue solo empleo de un día.

«La gente extranjera viene a hacer trabajos que otros no quieren hacer, pero es que sin papeles es imposible», apunta Cruz tras recoger su lote en Cáritas. En este sentido, Cruz añade: «Para trabajar en empleos muy bien pagados, como discotecas u hoteles, hay que tener papeles y dos o tres idiomas». Afortunadamente Cruz sólo está en la isla para pasar unos pocos meses, pero añade que quien venga con la intención de instalarse en la isla necesita tener aquí a una persona de apoyo que le pueda mantener durante al menos dos meses, hasta que la persona recién llegada consiga estabilizarse. Cruz también destaca que, en Ibiza, «según ganas dinero, lo gastas»: «Aquí pagas 100 euros en un momento», añade. En este sentido, Cano hace referencia a lo caro que es hacer la compra. Ambas sí valoran otros aspectos como la seguridad que hay en la isla o que el transporte público es gratuito. También subrayan que quienes les ayudan en Cáritas son «personas muy buenas y de gran corazón».

Jasmin Cortés también es de Colombia y apenas lleva tres meses en Ibiza, a donde llegó para trabajar «de lo que salga». Tiene 35 años y lleva todo este tiempo acudiendo a Cáritas. «Aquí nos ayudan con la comida, con apoyo psicológico, nos explican todo el tema de la documentación y también se imparten talleres de refuerzo para los niños», explica Cortés sobre Cáritas.

Ella ya ha conseguido empadronarse gracias al asesoramiento que le han dado en esta entidad social. Comparte piso en ses Figueretes con su marido, su hija de 10 años, su cuñado y su cuñada: «Entre todos la vivienda no nos resulta tan cara, pero es que aquí, en Ibiza, una habitación no baja de 500 o 600 euros, ¿y cómo se lo monta uno sin trabajo?». Su marido trabaja en la isla por horas en el sector de la construcción. María Andrea Guataquira, de 34 años, es su cuñada y lleva cuatro meses aquí. Está buscando trabajo, cuenta al salir del banco de alimentos.

La intención tanto de Jasmín Cortés como de Juliet Cano, es volver a Colombia, su país.

El coordinador de Cáritas Gustavo Gómez explica que, aunque la cantidad de ibicencos que acuden a Cáritas ya no es residual, continúan representando un porcentaje muy bajo del total de usuarios. Miquel Payeras calcula que apenas rondan el 5%. «Hasta hace ocho o diez años era raro ver aquí a ibicencos, a no ser que fueran personas relacionadas con el consumo[de drogas]», señala Gómez. Y es que los ibicencos suelen tener muchas más redes de apoyo, aunque en algunos casos se agotaron a raíz de la crisis de 2008.

«Está claro que el perfil mayoritario que tenemos es el de personas inmigrantes sin documentación. En las administraciones públicas es mas difícil que atiendan a personas que no tienen documentos y, como se debe ir corriendo la voz entre ellos, terminan viniendo a Cáritas, donde tienen una acogida más fácil», explica Gustavo Gómez.

Como hay que esperar tres años para los papeles, el coordinador de Cáritas relata que estas personas se ven empujadas a trabajar y cobrar en negro y a pagar un alquiler que ya es difícil de asumir incluso para los que tienen «un contrato laboral en condiciones». También confirma lo complicado que resulta conseguir empadronarse. Por otro lado, Cáritas está pendiente ahora de recibir una ayuda por parte del Govern que ya ha sido aprobada, explica Gómez.

A Cáritas también acuden personas que fueron golpeadas por la crisis socioeconómica derivada de la pandemia del covid y que todavía no se han recuperado del todo.

Solidaridad

El banco de alimentos de Cáritas en Vila, que abre los lunes, miércoles y viernes, atiende diariamente al menos a 60 familias, lo que equivale a cerca de 200 cada semana. Son en su mayoría inmigrantes, muchos de ellos en situación administrativa irregular, lo que les aboca a trabajar sin contrato, y trabajadores de temporada que llevan meses sin empleo. Los entrevistados para este reportaje comparten piso o habitación y tienen hijos a su cargo.

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