Cáritas en Ibiza: Cuando el trabajo no da para vivir

La cantidad de personas que recurren a Cáritas se dispara en enero, algunas de ellas empleadas a tiempo completo

Pablo Sanz Padilla

Pablo Sanz Padilla

Los repartos de comida de la sede de Cáritas Diocesana en Ibiza prácticamente se han duplicado este comienzo de año respecto a la media del pasado. Juan Torres, director de Cáritas en las Pitiusas, explica que si antes preparaban una media de 30 o 40 entregas diarias de alimentos, un día del actual mes de enero se llegaron a alcanzar las 82. La agenda de estos días tampoco da descanso: 68 previstas para ayer, 60 para hoy, 67 para el día siguiente... Solo en Vila. No son tantas como receptores, ya que detrás de cada una hay varias bocas. Quienes durante la mañana de ayer aguardaban en la cola lo tuvieron que hacer bajo la lluvia.

Enero no es un buen mes para los más desfavorecidos. Efecto, como tantas otras cosas, de la estacionalidad de la isla, el número de personas que se ven obligadas a solicitar los servicios de la delegación de Cáritas en Ibiza aumenta habitualmente en esta temporada, indican quienes allí trabajan. Otra cosa es que los datos de este año hayan desbordado a los precedentes.

A diferencia del invierno, «en verano las personas se buscan la vida de cualquier manera, trabajando como toca o en negro», resume Gustavo Gómez, coordinador en Ibiza, desde su mesa de trabajo. Además, este año muchos ahorros se han consumido antes por el aumento del coste de la vida, según el diagnóstico de Torres.

Cáritas en Ibiza atiende a más de 3.000 personas al año, explica Gustavo, que tira por tierra varios mitos del usuario de servicios sociales. Para empezar, hace saber una realidad que choca. «Aquí hay personas que vienen y trabajan 40 horas a la semana. Ya no estamos hablando solo de gente en exclusión severa», señala. «Es terrible y tenemos que denunciarlo siempre que podamos», añade. Otro dato. El servicio orientado a la inserción sociolaboral es uno de los más reclamados en la sede de la organización en la isla. «Hay personas con muchos prejuicios que piensan que a Cáritas viene la gente a que le den ropa y comida, y que no quiere nada más».

Por supuesto, son dos funciones elementales. Más allá de la necesidad más pura y dura, Gómez dice verlas como «herramientas para enganchar a las personas. Queremos que nos cuentes cuáles son tus dificultades, y queremos ver cómo enfocarlas, para intentar paliarlas o eliminarlas». Una idea de la atención personalizada y multidimensional al usuario en la que Torres no ceja en poner énfasis. Para él, su integración total es el objetivo desde que se realiza la primera evaluación en la sección de acogida, donde se atiende al recién llegado y se le deriva en función de sus necesidades.

Según señala por su parte Gómez, una de las integraciones más difíciles es la de los migrantes indocumentados sin posibilidad de conseguir un permiso de trabajo y de acceder a los servicios públicos. Además, apunta, no suelen contar con redes de apoyo cercanas.

Sin embargo, una cantidad insospechada de gente es susceptible de requerir en algún momento la asistencia de los servicios sociales, incluso los de aquí. «Un 20% de la población de Ibiza está en riesgo de exclusión social», advierte Torres. La crisis económica de 2008 fue un mazazo que supuso un antes y un después. «Hasta entonces, era hiperresidual que un ibicenco viniera a Cáritas». Aunque la gente de la isla «tenía más redes familiares, las familias también tuvieron problemas» y «al final terminó sucediendo», lamenta. Fueron los últimos en caer, y también son los más reacios a pedir ayuda, explica. Muchos no quieren hacer cola en el reparto de alimentos porque sienten vergüenza.

Rosario, técnica de empleo, es una de las responsables de la pata de integración laboral, dividida en los servicios de orientación e intermediación entre los solicitantes y las empresas. Es un área bastante feminizada, explica Rosario, ya que muchas de las entidades con las que colaboran trabajan con mujeres en exclusión social, como es el caso de Médicos del Mundo, que ayuda a mujeres en situación de prostitución.

Es un recurso que intentan adaptar a las necesidades y características de los solicitantes, a través de planes adaptados en función de la cualificación y la empleabilidad. Cuando son altas, permite un trabajo directo con la sección de intermediación con las empresas. Un itinerario de mejora de las habilidades sociales, laborales e informáticas se prevé para las personas con una cualificación «media-justa», mientras que se prevén talleres en las dependencias de Cáritas en Can Pep Xico para el caso de los usuarios con baja empleabilidad, señala.

Unas 300 personas consiguieron trabajo el año pasado a través del bolsín, apunta Torres. Los perfiles de quienes buscan empleo a través de Cáritas son muy variados, más allá de la mayoría de mujeres. Rosario destaca los de estudiantes en formación, inmigrantes de más de 40 años que no disponen de estudios y carecen de una experiencia laboral en España, y personas que por circunstancias emocionales o familiares, como puede ser el caso de víctimas de violencia de género, «han tenido que dejar de trabajar y están en un proceso emocional», apunta.

El día avanza como cualquier otro en la sede de Cáritas Ibiza. El centro de día acoge los desayunos, abiertos a todo el mundo, de 8.30 a 10 horas, mientras que a partir de las 10 horas se desarrolla en él el programa de trabajo social. En este área cuentan con dos especialistas titulados en la materia.

No en primera línea, es vital para el funcionamiento de Cáritas la labor de Esmeralda, responsable de recursos -entre otras cosas, se encarga de las campañas de donaciones-, y Ana, contable. «Ella trae el dinero y yo me lo gasto», bromea esta última. Lo cierto es que hay menos que antes para gastar, según expuso el propio Torres en una carta a inicios de mes que alertaba del déficit. Desde entonces se suceden reuniones con el Consell que aún continúan, según explica Torres, que destaca la colaboración con la institución.

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