Covid

Tres años del estado de alarma en Ibiza: «Todo aquello me provocó un vértigo increíble»

Representantes del Hospital Can Misses, Educación, Cáritas y Protección Civil relatan cómo vivieron el estado de alarma declarado en marzo de 2020, del que ayer se cumplieron tres años

Imagen del exterior del banco de alimentos de Cáritas en Vila durante la pandemia.

Imagen del exterior del banco de alimentos de Cáritas en Vila durante la pandemia. / JUAN A. RIERA

Toni Escandell Tur

Toni Escandell Tur

El 14 de marzo de 2020 fue el día en el que el Gobierno central declaró el estado de alarma en todo el territorio nacional. Ayer se cumplieron tres años de aquella jornada que supuso un revés para todos y que se llevó por delante vidas y la estabilidad económica de muchos hogares. Las crisis sanitaria y social incidieron especialmente en las condiciones de vida de las capas más vulnerables de la sociedad. La pandemia de covid-19 obligó a realizar grandes cambios en el sistema sanitario, en el mundo de la educación y también en servicios como Protección Civil. Fue clave el papel de entidades como Cáritas, que en las Pitiusas atendía a centenares de familias con dificultades para llegar a fin de mes durante aquel primer y estricto confinamiento.

Cáritas Ibiza

Entre 70 y 90 familias al día en el banco de alimentos

Especialmente encomiable fue la labor de Cáritas, que en el primer confinamiento atendía en su banco de alimentos entre 70 y 90 familias los días que estaba operativo, lo que se traduce en más de 200 hogares a la semana. Gustavo Gómez, coordinador de Cáritas Diocesana en Ibiza, recuerda que a raíz del estado de alarma hubo que «ir improvisando para salvar la situación» a pesar de las restricciones que había. A modo de ejemplo, el espacio de la tienda de ropa se reorganizó para instalar la sala de reparto de alimentos, que a día de hoy continúa en el mismo lugar.

«Pasar prácticamente de un día para otro, de estar preparando la temporada a encontrarse sin ningún recurso fue duro e intenso», relata Gómez sobre los usuarios de Cáritas. También recuerda que se encontraron con «casos tremendos» de personas que llegaban «sin un euro» pidiendo ayuda y contando que les echaban de casa por no poder pagar el alquiler.

Para atenderlos a todos, hicieron falta grandes cantidades de alimentos y una logística para organizar todo aquello. En todo el año 2020, esta entidad de la Iglesia Católica atendió a 4.251 personas (un 55% más que en 2019) entre todos los programas que ofrece y repartió más de 175 toneladas de alimentos (un 75% más de lo que se repartió en 2019). Casi la mitad de los atendidos en 2020 fueron nuevos usuarios. Gómez lamenta que cada vez que se produce una crisis, una parte considerable de aquellos que caen en exclusión social tienen serias dificultades para salir del «pozo» en el que se encuentran, de manera que su situación de precariedad se alarga «por mucho que haya brotes verdes y buenas temporadas [turísticas]».

«Hasta hace poco hemos estado atendiendo entre 40 y 50 familias al día en el reparto de alimentos, pero llevamos unas semanas con entre 60 y 70, una cifra que parece que ya se ha estabilizado pero que es muy alta». Aunque la situación, apunta Gómez, no es la misma, ya que en el estado de alarma esta cantidad de usuarios se prolongó en el tiempo. Además, cada invierno suele haber picos altos como este. Hay personas que acuden a Cáritas porque sus ahorros de la temporada del año pasado ya se han terminado.

Muchos son inmigrantes con una situación especialmente delicada e ibicencos cuyas redes familiares acaban agotándose y que están en el paro. Una parte de los atendidos actualmente por Cáritas son personas que no han podido recuperarse de los efectos socioeconómicos de la pandemia de covid. Así, las consecuencias sociales de la pandemia todavía continúan vivas.

Algunos usuarios han tenido «cuatro o cinco empleos» durante todo este tiempo sin conseguir estabilizarse, «ya sea porque no tienen formación o por otros motivos». «Gran parte de las problemáticas que tienen las personas que vienen a Cáritas van vinculadas al tema de la vivienda», confirma el coordinador. De hecho, hay personas que trabajan a tiempo completo y acuden al banco de alimentos porque «tienen que escoger entre pagar el alquiler o comprar comida».

Protección Civil

El personal de este cuerpo ejerció de personal sanitario yendo casa por casa

Por otro lado, la pandemia obligó a Protección Civil a realizar nuevas tareas y a coordinarse estrechamente con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Pep Tur ‘Olivar’, el jefe de Protección Civil en Sant Josep y uno de los representantes de Ibiza en las reuniones de Protección Civil a nivel balear, explica que «en condiciones normales» se dedican a «trabajos preventivos» y que a raíz del estado de alarma «hubo que cambiar el chip completamente».

Y es que, de alguna manera, se convirtieron en personal sanitario, ya que atendían a domicilio a personas mayores, con enfermedades o con problemas de movilidad que hacían que tuvieran dificultades para realizar, por sí solas, acciones cuotidianas y cuyas situaciones no requerían necesariamente la presencia de médicos o enfermeros. Además, en Protección Civil hay personal con cierta formación en este ámbito. «Los servicios sociales del Ayuntamiento nos preparaban un listado de personas que tenían algún tipo de dependencia» a la que atender, apunta Tur. En algunos casos, hubo que visitar a personas de viviendas aisladas en el campo. Miembros de Protección Civil realizaron tareas como la compra de medicamentos en farmacias o acompañar a quien lo necesitase a visitas médicas o a realizar gestiones en el banco. En algunos casos, ciudadanos sin medios de transporte para desplazarse y realizar labores básicas.

«Sant Josep que es un municipio grande, así que lo dividimos en zonas y a cada una le asignamos un equipo», cuenta Tur, que recuerda la carga de trabajo que supuso esa nueva situación: «Al día debíamos hacer unos 18 o 20 servicios», principalmente para ir a casas o a realizar gestiones personales. En los momentos más críticos, «26 o 27» servicios diarios.

«Lo más urgente era atender a la gente que se encontraba con dificultades físicas o enfermedades que hacían que fuese casi imposible que saliesen de su casa», añade. Había usuarios que necesitaban ayuda para comer. «Además, a través del Ayuntamiento, llegamos a un acuerdo con una empresa de catering y diariamente suministrábamos una cantidad importante de menús que llevábamos a la casa de la gente», añade el jefe de la agrupación josepina. Había una cuarentena de voluntarios en la entidad. En aquellos meses surgieron nuevas necesidades, lo que hizo que Protección Civil incorporase, a través del Consistorio, sillas de ruedas adaptadas para personas con problemas de movilidad: «Las utilizábamos prácticamente a diario».

Fue clave la coordinación con el Ayuntamiento, la Policía Local y la Guardia Civil para que no se duplicasen servicios, lo que hubiera supuesto una pérdida de medios y de tiempo. «Nos llamaban por necesidades muy variadas y que hoy parecen casi anecdóticas, pero es que en aquel momento fueron problemáticas por las dificultades añadidas», concluye Pep Tur ‘Olivar’, quien agradece especialmente la labor de aquellos miembros de Protección Civil que estuvieron a pie de calle en los momentos más duros.

Hospital Can Misses

El covid, una lección para estar más preparados

Javier Segura Basail, microbiólogo del Hospital Can Misses, confiesa que, a pesar de los pronósticos, él también vivió como un shock aquel momento: «Sí me sorprendió. Era algo que teóricamente sabíamos que podía pasar o incluso que iba a pasar en algún momento. Pero cuando pasa a la práctica, no deja de sorprender que todo esto suceda en un país desarrollado». En este sentido, recuerda cómo aumentó el trabajo: «Tuvimos que multiplicarnos por 1.000 en nuestra actividad asistencial. Fue un shock muy tremendo que al principio tuvimos que afrontar como pudimos», estando desbordados y trabajando todo el día.

A diferencia de los grandes hospitales, hasta la llegada del covid no contaban con técnicas PCR, que fue la primera de muchas otras técnicas de PCR de las que ahora dispone el centro hospitalario: «Una de las pocas ventajas fue dotar de tecnología a los servicios de microbiología de los hospitales», lo que ha posibilitado un desarrollo en el ámbito de las enfermedades infecciosas.

Los perjuicios fueron claros: de todo el diagnóstico microbiológico que se hace en condiciones de normalidad, un solo virus copó el sistema sanitario entero: «Hubo momentos de la pandemia en los que hacíamos 1.000 PCR cada día, lo cual para un hospital de este tamaño es una cosa impensable. No sé cómo lo hicimos», recuerda Segura en una conversación con este diario. Además, señala que «durante un cierto periodo de tiempo probablemente se desatendió la investigación» y también «la actividad clínica de muchas patologías crónicas que fueron desplazadas por el covid»: «Seguro que todo esto ha supuesto una carga de morbilidad que no seremos capaces de cuantificar nunca». Además, se suspendían cirugías no urgentes o consultas. Otro asunto que le preocupa es la resistencia antibiótica, lo que califica como «una pandemia silenciosa».

Preguntado por su balance como microbiólogo de la pandemia, Javier Segura anima a «aprender la lección» y a no olvidar para poder estar más preparados para la próxima pandemia: «Ahora ya no tenemos excusas: tenemos que estar preparados y dotar al sistema sanitario de los recursos suficientes». Sobre la posibilidad de que se repita una situación similar, apunta: «Desafortunadamente todos los augurios indican que puede volver a ocurrir. No por ello debemos vivir atemorizados, pero sí estar preparados ante tal situación», para lo que es imprescindible «que el sistema sanitario esté preparado y todos los servicios implicados tengan los recursos suficientes para no desbordarse tanto».

De todas formas, aquella situación también sirvió para conseguir grandes avances en el sistema sanitario. En relación con las enfermedades infecciosas, el covid «nos ha hecho tomar conciencia de la importancia de las enfermedades virales, sobre todo en determinados grupos de riesgo, y nos ha hecho avanzar muchísimo en el conocimiento de la infección viral respiratoria», valora el microbiólogo de Can Misses. «A los servicios de microbiología nos ha dotado de herramientas para poder diagnosticarlo. De hecho, ahora vemos muchas más infecciones virales que antes de la pandemia», agrega este profesional. Y esto probablemente no quiere decir que haya más infecciones, sino que se pueden detectar mejor. De hecho, valora que el covid ha dado visibilidad a las enfermedades infecciosas como un problema real en los países desarrollados. Javier Segura cree que «ahora estamos más preparados» para una situación similar a la vivida con el covid-19, aunque apostilla: «Pero no sé si lo suficiente. Quiero creer que sí. Tenemos que tirar para adelante y vivir, pero no se nos debería olvidar la situación que vivimos y el sistema sanitario tiene que estar dotado de los recursos necesarios. Ahora mismo probablemente hay recursos suficientes para este tema, pero no se pueden abandonar porque sabemos que esta situación o una similar se puede volver a dar».

Educación virtual

Marga Ferrer recuerda «con vértigo» aquellos meses

Sin duda, uno de los ámbitos más afectados por la pandemia (y de los que más tardó en poder volver a la normalidad) fue el de la Educación. Cierre de escuelas, clases virtuales, niños sin internet u ordenador... Una situación que supuso mucho trabajo para los centros y las instituciones. «Me provocó un vértigo increíble», relata Marga Ferrer, delegada de Educación en las Pitiusas. Recuerda que el domingo anterior se comenzó a hablar seriamente del covid y que durante la siguiente semana «había rumorología de si se cerraban o no las escuelas». El lunes 16 de marzo las aulas ya estaban vacías: «Fue un cambio brutal porque todos estábamos muy desconcertados con lo que estaba ocurriendo. Requirió un esfuerzo impresionante por parte de todos los equipos directivos, los docentes y de la administración, de la conselleria de Educación». En este sentido, Ferrer recuerda «todo el gran trabajo para elaborar los protocolos conjuntamente con Salud», una situación «muy compleja». Contando los niveles de Infantil (3-6), Primaria, Secundaria, FP y Bachillerato (sin incluir las escuelas de adultos), en marzo de 2020 había más de 21.800 alumnos matriculados en las Pitiusas, una cifra que engloba la educación pública, la concertada y el colegio privado Mestral de Vila. De este total, más de 1.200 alumnos eran de Formentera.

«Al principio, como dijeron que solo sería para un par de semanas, íbamos para adelante sobre la marcha. No esperábamos tener que estar así tantos meses, teníamos la esperanza de que fuese temporal y que después de la Semana Santa ya veríamos qué pasaba», señala la delegada de Educación. De todos modos, el primer fin de semana de estado de alarma los centros ya «se pusieron las pilas» y comenzaron a «preparar material para enviar a los alumnos». Además, enseguida comenzaron a impartirse clases online. «A raíz de esto, se han hecho todos los planes digitales en los centros por si algún día nos volviese a ocurrir», añade. «Fue un cambio tan grande que requirió de mucho esfuerzo y mucha coordinación» entre las diferentes partes implicadas, añade Ferrer.

La delegada territorial recuerda que el primer día de estado de alarma se dedicó a leer e informarse mucho, a coordinarse con el conseller balear de Educación, Martí March y las direcciones, con tal de poder transmitir toda la información a los centros. Cuenta que tuvieron que trabajar tanto que apenas había diferencia entre los días lectivos y los fines de semana, porque había reuniones a todas horas.

Por otro lado, Ferrer explica que «muchos maestros grababan vídeos con sus móviles personales» para explicar algunas lecciones. Y es que en aquel momento no quedó otra que explotar al máximo la creatividad. Actualmente todo esto está mucho más protocolado a través de los planes digitales.

En el caso de las familias sin conexión a internet, se hizo un esfuerzo para poder llevar internet a esos hogares. «En esto también nos ayudó el Consell de Ibiza desde la conselleria de Educación». Se llegaron a enviar «ordenadores portátiles al alumnado más vulnerable para que todos pudiesen tener conexión y trabajar desde casa , conectados con los centros, con tal de que nadie quedase atrás». Durante aquellos meses también hubo ayudas comedor. «Fue una locura. Muchísimo trabajo», resume Ferrer. También fue necesaria una gran coordinación con los ayuntamientos y con los policías tutores.

Con el estado de alarma todo cambió radicalmente para la comunidad educativa y para todos los sectores de la sociedad, aunque, como siempre, los más vulnerables se llevaron la peor parte.

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