Pasan unos minutos de las diez del sábado por la mañana cuando el camarero de un restaurante de primera línea de Platja d'en Bossa pide a una bañista que se quite, que retire su toalla y se coloque donde pueda, que allí no puede estar. Ella está tomando el sol sobre su toalla, entre un matrimonio mayor que lee bajo una sombrilla verde y un turista que teclea en su móvil. El camarero arrastra un colchón blanco, enorme, de dos plazas, y forrado con plástico que imita piel.

La bañista le pregunta si en el local tienen licencia para ocupar la playa y, en ese caso, que se la enseñe. El camarero gruñe y planta el colchón, de golpe, haciendo saltar arena y algas, que van a parar a la bañista. Ésta protesta. El camarero se encoge de hombros y entra en el local, donde explica lo que ha pasado al encargado y a la otra camarera, italiana.

Al cabo de unos minutos los dos camareros vuelven a la arena, cogen el colchón y lo mueven hacia el otro lado, dejándolo a escasos 50 centímetros de la toalla. Otra vez vuelven a soltarlo de golpe, convirtiendo a la bañista en un elemento crujiente, cual croqueta. En esta ocasión, además, antes de marcharse de nuevo a la terraza del restaurante, donde aún no hay clientes, se ríen de forma sardónica.

Aviso a la policía

En ese momento sale el encargado, que coloca la enorme sombrilla de terraza. En ese momento, la bañista estaba ya hablando por teléfono con la Policía Local de Ibiza para denunciar el acoso playero del que estaba siendo objeto. En la terraza del restaurante, uno de los trabajadores se afanaba dándole al pedar del inflador automático para hinchar el unicornio.

Desde la policía señalaron que enviarían a una patrulla cuando pudieran. «Tenemos muchas cosas», indicó el agente. Pasadas casi dos horas, cerca del mediodía, la bañista abandonó la playa sin que ningún agente hubiera hecho acto de presencia.

Alertada por las redes sociales, sin embargo, al cabo de un rato la concejala de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Ibiza, Montserrat García, afirmaba que los agentes habían pasado y que no habían encontrado nada. Un tuit al que le contestaron con una fotografía en la que se veía que si bien el unicornio 'espantabañistas' no estaba, sí permanecían en la playa la cama y la sombrilla king size. Éstas siguieron allí durante todo el sábado y también el domingo.

La semana pasada, la concejala explicó que en el bar negaron que la instalación fuera suya, a pesar de las fotografías en las que se les ve colocando la sombrilla, y alegaron que todo era de una vecina de las viviendas que hay sobre el establecimiento, de la que la policía solicitó los datos. Los vecinos de la zona aseguran que la mujer es una trabajadora del establecimiento, donde cada noche guardan la sombrilla y el colchón. Del unicornio, explican, parecen haberse desprendido de forma definitiva al darse cuenta de que llamaba demasiado la atención.

Durante buena parte de la semana han estado sacando la sombrilla y una sábana pasadas las diez de la mañana para evitar que nadie ocupe ese espacio. Los vecinos aseguran que ya temen colocarse frente al restaurante porque no quieren convertir la mañana de playa en una pelea, como ya les ha ocurrido en varias ocasiones.