Arte&letras

Chirbes: la crítica implacable a la literatura de la Transición

Entre 1975 y 1980, un joven Rafael Chirbes ejerció con rigor e independencia una crítica muy libre a la literatura y el cine de aquellos años iniciales del posfranquismo. Altamarea reúne y edita por primera vez estos textos que anunciaban ya al gran escritor que vendría

Chirbes: la crítica implacable a l tliteratura de la Transic | ALBERT OLIVÉ

Chirbes: la crítica implacable a l tliteratura de la Transic | ALBERT OLIVÉ / Javier García Recio

Javier García Recio

Entre 1975 y 1980 un joven Rafael Chirbes se ejercita en la crítica literaria y cinematográfica en las revistas más inmoderadas de entonces: Ozono, Saida, Reseña o La Calle. Como esos pistoleros del viejo oeste su estilo era implacable, e impecable también.

Incluso premonitorio y de aires adivinatorios. Lean sino esta reseña dedicada a Ramón Tamames, entonces dirigente del PCE, y a su libro ‘Historia de Elio’: «en el libro, conviven la más ínfima calidad literaria -capaz de mantener al lector en el triple salto mortal de la carcajada, la indignación y la vergüenza ajena- y los presupuestos ideológicos de quien ha sido el peor enemigo de la organización a la que el señor Tamames pertenece: el fascismo. (...): Tamames, como tantos políticos de derecha, tiene un profundo deseo de gobernar, aunque, como demócrata que intenta ser, lo reprime parcialmente y espera gobernar no para siempre, sino solo durante una temporada: hasta que estemos todos maduros él llevará las riendas con firmeza e ilustración bien intencionada».

En esta recopilación de textos, editados por primera vez por la editorial Altamarea, Chirbes exhibe una crítica libre e independiente, sin atenerse mas que a su propio ideario y a su ya entonces sólida formación literaria adquirida junto a su maestro, el catedrático Carlos Blanco Aguinaga, que fue esencial para la formación literaria del joven Chirbes.

Los textos recopilados tienen como escenario el periodo convulso y agitado de la Transición tras la muerte del dictador, se publican en paralelo al proceso político que se desarrolla de forma vertiginosa en esos años y permiten de ese modo analizar a su vez el pálpito cultural de entonces, muy trufado y contaminado por la efervescencia política. Lo certifica el propio Chirbes en su texto titulado ‘Literatura: sigue el vacío: «No está de moda la novela. 1976 ha sido el año de la literatura de divulgación política».

Total valentía

En este quehacer crítico, Chirbes muestra ya con total valentía los miedos que a su juicio se ciernen sobre el oficio de escribir, y también los retos: «escribo con el terror colgado de los dedos, porque escribir en España, hoy, es asentir o desestabilizar. Si la palabra no es moderada, no es serena, no es imparcial, es -dice- desestabilizadora. Y mi palabra no quiere ser ni moderada, ni serena ni imparcial». Ataca así con desprecio absoluto a las editoriales a los premios literarios y a la industrial editorial. Lo hace en su significativo texto ‘La princesa y el cocinero bailaron juntos. Democracia en el Planeta’, a propósito de la concesión de este premio literario al excomunista Jorge Semprún, por su libro ‘Autobiografia de Federico Sánchez’.: «A Semprún lo conozco, solamente, a través de sus libros (espléndidos). Y no deja de dolerme verlo derrotado, en cuclillas, repasando sonriente las uñas del enemigo vencedor. Porque Semprún y el Planeta no se han unido en terreno de nadie: don dinero une, siempre, en el terreno de ellos; es decir, derrota».

Tampoco le tiembla el pulso al escribir de Vargas Llosa y su ‘La tía Julia y el escribidor’ al puntuar que: «No creo que Vargas Llosa haya pretendido hacer con este libro una ‘obra menor’. Habría que referirse, más bien, a una obra fallida. Un libro cuyo valor principal estriba en haber sido firmado por Vargas Llosa, un escritor en vías de bajar la guardia».

O del ‘intocable’ Juan Benet, del que escribe a propósito de su novela ‘En el estado’: «Es el señor Benet, esforzándose en mostrarnos que es culto, irónico, que tiene tanto ingenio... y que sabe escribir. Que puede ser refinado. Vamos: que lo es; pero que puede, también, ¿cómo no?, ser vulgar. Y el lector se aburre, se aburre, se aburre de tanto narcisismo porque no es listo, ni sutil, ni inteligente ni sabe entender el libro de Benet.»

No todo es estopa. Chirbes alaba el realismo social de Pérez Galdós, el verbo combativo de Manuel Puig, el compromiso narrativo de Cesare Pavese, de Juan Goytisolo, de Max Aub, de Juan Marsé; el cine de Visconti o Passolini, y saluda con satisfacción ese nuevo cine español que llega con ‘Camada negra’.

Alaba el ‘Ulises’ de Joyce, que supo captar «la sensibilidad de Flaubert, la precisión de un Balzac, el mundo de lo pequeño y lo diario, su belleza, su patetismo, su grandeza y su miseria. Y eso se hace patente sobre todo en ‘Ulises’, una obra maestra de la literatura universal».

Se inclina con fervor ante Luis Cernuda, «uno de los más grandes poetas de nuestra lengua. Maravillan la elegancia, la precisión, la mesura y disciplina de su culto versificar».

Le impacta ‘Imán’, de Ramón J, Sender, «escalofriante novela de lectura obligatoria. Pocas veces nuestra literatura ha producido un texto tan brutal y vomitivo».

También Leonardo Sciacia, por su concepción literaria «que merece el agradecimiento del lector, en la medida en que lo que se plantea es, precisamente con un inmenso respeto hacia él, la consideración sagrada de que quien lee es un ser dotado de inteligencia. Este exquisito trato de tu a tu es único en Sciacia».

Maravillado ante Carson McCullers y ‘La balada del café triste’. «La atmósfera polvorienta del sur de Estados Unidos, la dulce ternura de los personajes, la belleza de la historia me fascinan. Ella posee ese instinto de establecer un contacto inmediato y vital entre ella y el resto del mundo que nunca podremos agradecerle suficientemente.

Hay más, mucho más en esta recopilación de necesaria lectura que sirve de análisis a una época y de conocimiento a un escritor en ciernes que ya entonces exhibía su firme compromiso literario.

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