François Villon,el poeta y criminal que fascina con el trallazo de sus versos

Alba publica la obra completa de un enigmático autor medieval que es un caso único en la literatura universal

François Villon,el poeta y criminal que fascina con el trallazo de sus versos

François Villon,el poeta y criminal que fascina con el trallazo de sus versos / Tino Pertierra

Tino Pertierra

François Villon es una de las figuras más enigmáticas de la Historia de la Literatura. Y un nombre imprescindible para abordar la poesía medieval. Un simple dato demuestra lo complejidad de su figura: su obra más conocida, “La balada de los ahorcados”, fue escrita cuando esperaba para ser ejecutado. Finalmente se libró de la soga pero no le quedó otro camino que el destierro. La mejor forma de conocer más y mejor al escritor es adentrarse en su obra. De ahí la importancia de la exquisita edición que propone Alba con ‘Obra completa y otros poetas medievales’ en traducción de Vicente Monroy.

Nacido en París en 1431, Villon (un apodo, no hay certezas sobre su verdadero nombre) es un personaje de biografía esquiva, en ocasiones hermética. Tan es así que sólo se pueden rastrear datos sobre él indagando en los documentos judiciales que fueron marcando su vida a fuego. Poeta y delincuente, pocas veces unos versos han ido acompañados de tantas rejas vitales. Llegó al mundo en un entorno de pobreza, fue criado por un padre adoptivo y con 22 años sacó un título en la Universidad de París. Un episodio que pronto se tradujo en espejismo pues tres años después fue detenido por meterse en una pelea con dagas. En 1456 enriqueció su carrera criminal con el asalto de una capilla y en 1461 volvió a visitar las celdas. Ahí irrumpió su talento literario en forma de obra maestra: ‘El testamento’. No fue suficiente esa manifestación creativa para rescatarle del arroyo. Encarcelado por robo otra vez, se libró por falta de pruebas y una fianza salvadora. No aprendió: otra pelea callejera le devolvió a la cárcel, esta vez con resultados funestos. Torturado y condenado a la horca, el incorregible Villon no acabó en el cadalso de milagro, pero no pudo evitar el destierro. En 1463 se fue de París. Y ahí se esfuma su rastro. Tenía 33 años.

Paso a la modernidad

La antología de Alba permite al lector aproximarse a un autor que hizo del azar una íntima materia para entender el mundo. «Lo conozco todo excepto a mí mismo», escribe Villon como una elocuente explicación de su forma de afrontar la poesía desde una profunda subjetividad del punto de vista que se aleja de tópicos medievales. Su vida como fuente de inspiración, un universo fragmentado como andamiaje de una visión que descarta el afán totalizador. Villon, como sugiere Monroy en su introducción, apuesta por la mirada y la voz del artista, y ahí surge, impetuoso e incontenible, ese «gran misterio moderno» que es el estilo.

La antología de Alba lleva a conocer, de la mano de seis autores durante dos siglos, la aventura de la imaginación que hace posible el paso de la poesía cortesana a la poesía personal más moderna. Y qué mejor manera de iniciarla que dos poemas del también misterioso Rutebeuf que brillan con luz propia (nunca mejor dicho porque la personalidad del autor no se corta ni un verso en hacer acto de presencia), ‘La mala suerte del invierno’ y ‘La mala suerte en verano’. Alain Chartier, Christine de Pizan (precursora del feminismo), Charles d’Orleans (considerado el padre de la lírica francesa, azotado por una larga experiencia en la cárcel) y Jean Regnier (también poeta cautivo) acompañan a la figura mayúscula de Villon, voz poética embrujada por el mito. Un caso único en la literatura universal. Cogemos carrerilla: poeta maldito, genio creativo, moralista, humorista, sufridor, amante, borracho, ladrón y asesino. Nada más y nada menos. Monroy concluye: es el poeta de los excesos y las contradicciones. Vida y obra engarzadas por un deseo inabarcable de convertir su psicología y su sufrimiento en el motor central de su obra, algo que explica muy bien las entrañas de la poesía moderna. La vida infame y el talento chocan frontalmente y de la brutal colisión nace un debate apasionante y apasionado entre el corazón y el cuerpo del escritor. La condición humana como pasadizo de fuga desde la intimidad pero sin ánimo introspectivo.

«El que va a morir puede hablar de todo», afirma el poeta en ‘El testamento’, y lleva esa máxima poética de todo o nada hasta sus últimas consecuencias, haciendo del azar un ariete que derriba la simetría y los equilibrios del pensamiento medieval. El amor como cárcel ardiente que cautiva amantes mártires: «Estoy sano pero agonizo». Esa contradicción tan coherente. Legados, testamentos, herencias. Escritos atrapados por la cárcel del desencanto y la ruina sentimental que no admiten temores, ya no, «porque la muerte lo arregla todo».