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violencia machista u formación

Prostitución en Ibiza: «La prostitución es una violación pagada»

Las profesionales de Metges del Món afirman en la formación a trabajadores del Consell que el 68% de las mujeres en situación de prostitución sufren el síndrome de estrés postraumático

Imagen de la primera jornada de formación sobre prostitución impartido por Metges del Món a profesionales del Consell. | JUAN A. RIERA

«La prostitución es una violación pagada», afirma Patricia Hermosilla, psicóloga de Metges del Món de Balears que ayer habló sobre salud mental en las jornadas de formación sobre prostitución organizadas por el Consell de Ibiza para sus trabajadores sociosanitarios. «Se habla de consentimiento, pero habría que hablar, en realidad, de deseo», continúa la experta, que señala que las mujeres que están en esa situación no tienen más remedio que consentir.

Hermosilla señala que es habitual que estas mujeres sufran el síndrome de Estocolmo respecto a sus explotadores, «pero sienten un rechazo profundísimo, mucho asco, por los puteros». De hecho, muchas de ellas no pueden tener relaciones con otros hombres. «No se excitan», indica la psicóloga, que explica que algunas acaban yéndose con alguno de los que pagan por sus cuerpos: «Entre que te violen muchos o que te viole sólo uno...».

Tanto Hermosilla como Belén Matesanz, coordinadora de la ONG en Balears, se cargan de un plumazo el mito, casi un mantra para muchos, de que son ellas las que deciden ejercer la prostitución. «No existe esa libre elección. Si vienes de otro país, no tienes papeles y has dejado atrás una familia que mantener, si eres hombre trabajas en negro en el campo y si eres mujer acabas en la prostitución», comenta Hermosilla en el descanso de la segunda jornada.

El mito de la libre elección

«Puedes elegir si tienes varias opciones, si ésta es la única no estás eligiendo», apunta Matesanz, que asegura que el 68% de estas mujeres sufren el síndrome de estrés postraumático. «Lo sufren las mujeres después de una violación, ellas padecen una violación continua», afirma Matesanz, que destaca el proceso de disociación que sufren estas mujeres: «El cerebro, por supervivencia, bloquea esa situación».

«La prostitución es una agresión sexual día tras día, agresiones que suelen llegar, también, con violencia», indica la psicóloga, que explica que esas mujeres «no son conscientes» de los problemas de salud mental que sufren. Sólo algunas, «cuando llegan a su límite», se dan cuenta. La mayoría sufren ansiedad, trastornos del sueño y gastrointestinales y son habituales también las ideaciones de suicidio. «No plantean que se quieren morir, lo plantean como que se quieren dormir y no despertarse», continúa Hermosilla, que explica que lo único que pueden hacer es «contener, escuchar y poner parches».

Rocío López, técnica asistencial de la ONG en Ibiza, explica que la doctora Cristina Molina, de la unidad de atención a la mujer de es Viver, le dice que muchas de estas mujeres acuden a su consulta con dolores en la zona genital. «Las están penetrando constantemente. Muchas veces les hacen pruebas y no tienen nada, pero ellas dicen que les duele, es un dolor psíquico, emocional».

Hermosilla señala que muchas de las mujeres en situación de prostitución llevan una mochila previa: «Los estudios dicen que el 90% de ellas han sufrido violencia sexual en la infancia, pero mi experiencia con ellas me dice que este porcentaje es más alto, casi del cien por cien». Para trabajar con ellas es necesario que sean conscientes de lo que les pasa y eso es muy complicado. La gran mayoría pide ayuda por los problemas físicos: agotamiento, imposibilidad de dormir, dolor de estómago... La soledad y el cansancio extremo no contribuyen, precisamente, a su bienestar: «Muchas de ellas son migrantes, no hablan idiomas y no saben ni dónde están estas islas». La psicóloga detalla, además, que se ven obligadas a trabajar 24 horas al día los siete días de la semana: «Si a las tres de la madrugada llega un putero tienen que hacer el pase para presentarse y si a las seis de la mañana están comiendo y llega otro tienen que dejarlo para irse con él». La «vergüenza» que sienten, el «estigma», impide que se relacionen con nadie de fuera de su entorno.

«Hay que trabajar con ellas de una forma muy específica, con mucho cariño y empatía», comenta la coordinadora autonómica de Metges del Món, que recuerda las palabras que le dijo una de las mujeres que, durante la pandemia, estaba en el centro de acogida de la entidad, después de tres meses de trabajo con la psicóloga: «Me dijo que acababa de descubrir que era una persona. Cuando le pregunté que qué había sido hasta este momento me contestó que puta, que había dejado de ser persona hacía quince años y que en ese momento había descubierto que aún lo era». «Eso es lo que tenemos que trabajar con ellas: que vuelvan a sentirse personas con derechos», concluye.

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