Opinión | Para empezar

Segunda migración en Ibiza por la avaricia

Quienes nos hemos criado en las Pitiusas tenemos grabadas a fuego las historias de colegas cuyos abuelos, tíos o incluso padres se vieron obligados a emigrar para ganarse los cuartos y garantizar la supervivencia de quienes se quedaban. Antes del desembarco de los millonetis, mucho antes de que se vendieran ruinas por millones y paellas por trillones (benditos ladrones...), en esa Ibiza en blanco y negro se pasaba hambre. Sobre todo (también lo hemos oído todos alguna vez), los vileros, porque en el campo la subsistencia permitía malvivir, que ya era mucho. De esa postal poco queda; ahora todo es oropel. Y la cosa empeora: la necesidad y la penuria campan a sus anchas y como los bichos y el calor acaben con los pinos, desde las carreteras podremos disfrutar, residentes y turistas, de la idílica visión de las favelas que salpican la geografía pitiusa. Verán qué promoción más estupenda.

En fin, divagaciones aparte, Ibiza y Formentera están a punto, si no lo han hecho ya, de inaugurar una segunda oleada migratoria con apenas unas décadas de diferencia. Y las dos veces por una cuestión económica. La diferencia es que ahora el problema que crea este éxodo es la avaricia y entonces fue la necesidad. Se aventuraban en sus llaüts hacia Argelia y los más osados cruzaban el charco hacia Cuba o Argentina o Venezuela. Ahora los trayectos son menos ambiciosos, apenas unas millas para llegar a la Península, tierra de oportunidades donde con lo que piden aquí por un piso de una habitación por reformar, compras un casoplón. Cuántos amigos me lo sueltan en cuanto tienen la oportunidad; ya sea tras pagar esos tropecientos euros por una triste paella, tras comerse un atasco de veinte minutos en pleno centro de Vila o tras buscar, inocentes, algo barato que comprar: ¡Qué ganas de irme de Ibiza!, rezongan. Y lo peor es que si no se van ellos, se tendrán que ir sus hijos.

Las medidas contra la masificación están muy bien (de hecho, llegan tarde, muy tarde), pero hasta que no se arregle el problema de la vivienda, cualquier cosa puede pasar. Pues eso...

Suscríbete para seguir leyendo