Opinión | Desde la marina

De una isla mutante

Cosas del cambio climático y de la globalización, en los barcos y aviones no sólo nos llegan gentes del ancho mundo, sino también bichos exóticos que viajan como invisibles polizontes y plantan sus reales en la isla. Hace sólo unos días, una turista francesa, nada más llegar al aeropuerto, sufrió una grave picadura de un insecto que los sanitarios de Can Misses no fueron capaces de identificar. Y lo mismo le había sucedido días antes a un trabajador que llegó al hospital con otro jeringazo que le afectó una vena desde la espalda hasta los ganglios linfáticos. Y seguimos perdidos. Porque al no saber de qué bichos hablamos, es prácticamente imposible que los médicos puedan contrarrestar la toxicidad de las picaduras. Todo hace pensar que se trata de la tocata y fuga que viene practicando la ya familiar ‘araña violinista’. Ante este tipo de accidentes se nos dice que es imprescindible identificar al insecto de marras, pero ¿cómo hacerlo si te pica en la espalda, es casi invisible por su minúsculo tamaño y sale escapado?

Supongo que recordarán el parecido accidente que sufrió un turista el año pasado, cuando contemplaba relajado y feliz una puesta de sol en Portmany. Le costó perder dos dedos de una mano y parte de otro. No traigo el problema a estas rayas para espantar al personal, pero sí para advertir que, a partir de ahora, convendrá estar alerta. Se acabó lo de echarse una siesta debajo de un pino, indiferentes a la compañía inofensiva de las lagartijas. La isla se está tropicalizando. Hasta ahora sólo teníamos medusas, los escarabajos que se zampan las palmeras y las culebras de herradura que, cada vez más gordas y más grandes, se meriendan a las lagartijas que mantenían a raya a la procesionaria que ahora puede convertirse en una plaga. Algún gracioso ya comenta que Ibiza podría añadir a su oferta vacaciones de riesgo. Poca broma. Espero que, para protegernos, no acabaremos nadando con trajes de neopreno y vistiendo indumentaria de gruesa loneta y botas altas, a lo Indiana Jones, como si estuviéramos en el Amazonas. Me pregunto hasta qué punto van a mutar estas benditas islas.