Opinión | Una ibicenca fuera de Ibiza

Padres putativos

Mi hija me reenvía desde hace años una postal que pone “Feliz Día del Padre. Gracias mamá por haber sido papá”. Y me encanta. Y para qué cambiarla. Lo que es perfecto no hay que tocarlo.

Este año no, pero el pasado, que Ayuso dormía placidamente en la cama que le venía en gana sabiéndose a salvo de todo, la polémica estaba en que algunas escuelas anunciaban la no celebración del Día del Padre. Al mismísimo Bertín Osborne se le encendían los carrillos denunciando a una profesora que explicaba a sus alumnos que “ya las familias españolas son de otra manera e iban a celebrar el Día de la Persona Especial”, preguntándose a sí mismo “Si se tendrá que cambiar el ‘Día de la Madre’ por el ‘Día de la Madre con Bigote’”. Qué cosas que exactamente nueve meses después saltara a la luz el nacimiento del supuesto séptimo hijo del tonadillero ante el que se pronunciaba: “He decidido que no voy a ser padre, no quiero ejercer de padre. Si se confirma que es mío, ayudaré”.

Blanco y en botella, si las últimas nuevas del novio de Ayuso lo permiten, ojalá se recupere el debate de la celebración o no celebración en las escuelas del Día del Padre que nada, abolutamente nada tiene que ver con ‘movidas progres’ de madres con bigote y padres con vagina y todo de entender que hay realidades dolorosisímas entre los niños y en que quizá los docentes bien podrían dedicar su tiempo a cumplir su abarrotado programa escolar sin necesidad de invertirlo en marcapáginas de plastilina.

Y a quienes vuelvan a sacar el comodín de unas supuestas raíces judeocristianas, que sopesen que es un invento relativamente reciente. No fue hasta 1909 cuando Louise Smart Dodd de Spokane, de Washington, propusiera un día con el que honrar a su padre, que tras enviudar quedó a cargo de sus seis hijos. El presidente Richard Nixon finalmente estableció fiesta nacional el tercer domingo de junio, con una rosa roja como homenaje a un padre vivo o blanca si había fallecido. Y así se extendió por otros países de América Latina, mientras que en España, gracias a la maestra de escuela Manuela Vicente Ferrero que en 1948 trasladó las quejas de algunos padres por no contar con un día dedicado como las madres, y Pepín Fernández, propietario de las antiguas Galerías Preciados -ahora Corte Inglés-, que recogió y mercantilizó el testigo. En lugar de junio les pareció que el Día de San José sería el idóneo tomando al padre de Jesús como insignia de padre abnegado. Observen la paradoja; probablemente, el padre-no padre más mundialmente reconocido. No en vano, queridos míos, el motivo por el que a los José se les llama usualmente por el hipocorístico de Pepe deviene de la bíblica referencia al Santo Padre Putativo (Pater Putativus; PP).

Me impactó cuando viví en Dominicana que, tras los ciclones que arrasaban con todo, la naturaleza se recuperaba con una fuerza descomunal. Se reconstruían casas, pueblos y se rehacían los caminos delimitados por vallas nuevas a las que al poco, les brotaban hojas y ramas. Como que tras una tragedia los palos supieran que el mundo necesita de ellos que sean más que palos, árboles. Lo mismo que tras las dos grandes guerras, por motivos que parecen inexplicables, la proporción natural de nacimientos de niños y niñas cambiara en un aumento inusual de niños con respecto a niñas. Como si la naturaleza creara sus propias vías para recuperar la innatural matanza de hombres en la batalla.

No son tan distintos los motivos por los que un Día del Padre en que mi hija llegó llorando del colegio me planté y le dije que por supuesto que tenía un padre: yo. Que yo era su madre, su padre y todo lo que necesitara en esta vida. Pero también habrá quien tenga que gestionarlo en otros modos y otros tiempos. Porque hay millones de orfandades a las que cantaba Sabina: “No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”.

Lo sé porque estos días -estos malditos días- hemos coincidido muchos años después mi hija y yo con aquel monstruo. Se derrumbó mi hija en mis brazos llorando a la salida de un funeral pidiéndome que le buscara un lugar donde lavarse la cara. Me dijo ahogándose que él la había besado, que él le había dicho “Sabes que te quiero. Me gustaría que algún día arreglemos lo nuestro”. Mientras ahogándose me preguntaba qué tenía que arreglar ella, si nuestro maltratador fue él. Si ni siquiera ha dicho “lo siento, perdón por haceros daño”. Preguntándome cómo puede decir que la quiere si ni siquiera sabe que exactamente hoy es su cumpleaños. Y mientras se lavaba con violencia en el baño de un tanatorio yo solo le repetía que ella no tiene que hacer nada. Es perfecta.

Pero en realidad no pasaba por aquí para quejarme sino para ofrecernos a quien necesite puntualmente un padre, una madre, un amigo. Aquí nos tiene. Mande a la mierda a todos los Bertines y crea en la magia. Yo misma he sido testigo en el lavabo de un tanatorio: de cada una de las lágrimas de mi hija que caían… brotaba un árbol en el suelo.

@otropostdata

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