Opinión

El abrazo de Berlín

Uno de los principales atractivos turísticos de la ciudad de Berlín es un enorme mural situado en el lado este del famoso muro, en el tramo conocido como East Side Gallery, en el que puede verse al presidente de la República Democrática Alemana, Erich Honecker, y al líder de la Unión Soviética, Leonid Brézhnev, dándose un beso de tornillo. Es la obra más conocida de Dmitri Vrúbel, un artista plástico ruso fallecido hace un par de años. Aunque se trata de un dibujo, el gesto fue real y ambos dirigentes comunistas lo escenificaron durante la celebración del 30 aniversario de Alemania del Este, en 1979, quedando atrapado para la posteridad por la cámara de la fotógrafa Sibylle Bergemann. El grafiti se redondea con un rótulo con caracteres cirílicos, traducido también al alemán, que reza: “Dios mío, ayúdame a sobrevivir este amor mortal”.

Se supone que el ósculo constituía un símbolo de hermanamiento entre las dos naciones, exento de connotaciones sexuales, ya que en la Rusia soviética de entonces era una manera común de saludarse. Con el desembarco de Putin y su cruzada contra las relaciones sexuales no tradicionales, reproducirlo en cualquier calle moscovita hoy en día podría costar la cárcel, al atentar contra la ley de propaganda homosexual, aprobada en 2013.

No pude evitar acordarme de la cita al pie del beso bolchevique, al contemplar, el pasado miércoles, una alucinante fotografía en Diario de Ibiza, tomada precisamente en Berlín, en el marco de la feria turística ITB. En ella aparecían, sonrientes y efusivos, la presidenta del Govern balear, Margalida Prohens, y el presidente del Consell de Formentera, Llorenç Córdoba, fundiéndose en un abrazo. Que los políticos se expresen afecto, incluso cuando son rivales, no sorprende a nadie. Que la presidenta balear se estruje con afecto con su homónimo formenterano, a los pocos días de que éste cesara al hombre fuerte del Partido Popular en la isla, el hasta entonces vicepresidente tercero y conseller de Promoción Económica y Administración Insular, José Manuel Alcaraz, me pareció una desautorización en toda regla.

Tras deleitarme en las expresiones risueñas de sus caras, me dije a mí mismo que el margen de error al interpretar la comunicación no verbal de las personas es elevado, y que, tal vez, Prohens es de natural cariñosa y efusiva. Pero ahí estaba Córdoba para disipar cualquier duda que pudiera flotar en el ambiente, acerca de sus complicidades con la presidenta balear, a pesar del incendio que arrasa la vida política de Formentera desde hace meses, provocado por la incompetencia manifiesta, la deslealtad y el ego desbocado de los políticos que desgobiernan el Consell.

Manifestó, literalmente, el presidente Córdoba: “El problema con Mallorca fue puntual y debido a una mala información que llegó a Palma desde Formentera, del PP. No del PP en sí, sino de quien lo lleva. El problema está focalizado en esa persona. Yo tengo el apoyo del PP de Mallorca”. Y nadie le contradijo. Si esa caterva de consellers de Sa Unió, que tan eficaz y discretamente han sabido manejar este asunto –podrían haberse dado cuenta de a quién sentaban en la poltrona antes de las elecciones–, aún albergan esperanzas de forzar la dimisión de su presidente, ya pueden hacérselo mirar. Córdoba ha demostrado que es como los músicos de la orquesta del Titanic y espérate que no vaya a ser capaz de respirar bajo el agua.

Ahora que, como era de esperar tras la destitución de Alcaraz, se han filtrado las grabaciones donde Córdoba pedía sobresueldos para ejercer su cargo –cuyo contenido esencial, por cierto, ya nos sabíamos de memoria porque los personajes involucrados en el despropósito ya las habían desmenuzado pública y reiteradamente–, cabe insistir en dos conclusiones.

La primera, el irreal mundo paralelo en el que habita el presidente de Formentera, donde hay un Govern balear que maneja fondos reservados a cuya costa puede pedirse un sobresueldo. Con tan disparatados argumentos y sus ridículos intentos de apaciguar el rebaño cuando el granero ya está en llamas, parece un personaje salido de Mortadelo. La segunda, la catadura moral de Alcaraz, acudiendo a los encuentros con su jefe con la grabadora en marcha en el bolsillo y disparando preguntas trampa.

Deseo que los funcionarios de la principal institución de Formentera sobrevivan con cordura a este “amor mortal” que se profesan los miembros del equipo de gobierno, pero mucho me temo que van a seguir empeñados en arrastrar al Consell por el lodazal, hasta dejarlo convertido en un organismo estéril en la solución de los problemas de la ciudadanía. Sa Unió puede tener bien claro que ya no puede salir viva de esta situación. Y pretender que la oposición se lo resuelva gratis demuestra hasta qué punto ellos caminan por un universo igual de ficticio que el de su presidente.

@xescuprats

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