Opinión

Devorados por los tópicos

Un conocido de la península y su pareja, que nunca habían estado en Ibiza y llevaban años soñándolo, por fin pudieron viajar a la isla el pasado verano. Eligieron la primera semana de agosto porque era la que les convenía a su calendario laboral, pese a insistirles en que no lo hicieran. El último día de sus vacaciones fuimos a comer a un restaurante y lo primero que me dijeron es que habían venido buscando “la magia de Ibiza” y no la habían encontrado por ninguna parte.

Les pedí detalles y ellos, algo avergonzados porque no habían hecho caso de los consejos que les di previamente, destinados sobre todo a sortear picos de saturación y clavadas injustificadas, me ofrecieron una descripción pormenorizada de su estancia. Habían preparado la escapada a conciencia, buceando en Internet y en las redes, y acabaron atrapados en la marea de tópicos que aparecen en cuanto uno escribe “Ibiza” en los buscadores. La práctica totalidad de los contenidos que aporta la plaga de influencers, así como los que generan discotecas, cadenas hoteleras, etcétera, a través de sus redes, se recrean en estos contenidos sobados y obsoletos con un énfasis febril. Como resultado, retroalimentan un fenómeno que devora la auténtica realidad de la isla y los aspectos más interesantes de su cultura, patrimonio y valores naturales, conduciendo a los turistas como una manada de borregos.

La pareja se quedó atascada dos veces camino a la puesta de sol; una cuando se dirigía a los acantilados de Cala d’Hort, donde cada tarde se reúne un enjambre de viajeros, y otra intentando acceder a Sant Antoni. El crepúsculo les alcanzó en la carretera en ambas ocasiones y el recuerdo más vivo que les dejó la experiencia, además de la frustración experimentada, fueron las penosas condiciones del campamento de caravanas que se encontraron en el parking de ses Variades, cuando por fin consiguieron aparcar.

También sufrieron playas atestadas, barrios sucios, un hotel mediocre a precio de lujo, un urbanismo que definieron como atroz –ambos son arquitectos–, y un agua de mar cenagosa en algunas orillas. Les gustaron las murallas renacentistas y las iglesias rurales, y también ses Salines, Platges de Comte y Cala Saladeta, pero encontraron estas playas tan saturadas que la pareja, entre el gentío y el asedio de los vendedores ambulantes, se acabó agobiando. Pero lo que más les sorprendió, pese a los avisos previos, fue la carestía de los precios, superando con creces sus expectativas y dinamitando su presupuesto. El ‘bullit de peix’ que almorzaron junto al mar en uno de esos locales donde hay casi tantos ibicencos como turistas y de los que cada vez van quedando menos, mejoró algo las sensaciones, pero volvieron a casa con una sensación como mínimo agridulce y sin ganas de repetir.

Que esta visión de Ibiza sustentada en los tópicos la proyecten empresas privadas con negocios en la isla resulta inevitable, aunque acaben dañando el interés general y concentrando auténticas mareas humanas en lugares que carecen de las infraestructuras necesarias para acogerlas. Que se haga desde las instituciones públicas, por el contrario, no tiene justificación.

Hace unas semanas, uno de los perfiles sociales de Turismo de les Illes Balears publicó una imagen de un acantilado agujereado de es Cubells próximo al Cap Llentrisca, donde los influencers y los turistas que siguen sus pasos se encaraman. En ella se veía a una persona ejerciendo esta práctica de riesgo y el texto invitaba a explorar las vistas “mágicas” de es Vedrà y caminar “hacia lo desconocido”. Imagino que esta última expresión no pretendía ejercer como metáfora de la muerte, pero bien podría haberlo hecho, pues ya son demasiados los turistas que han acabado despeñados en su empeño por obtener la imagen más viral de es Vedrà, hasta el extremo que los bomberos consideran toda la zona como uno de los peores puntos negros de la isla.

Aquella publicación generó una oleada de críticas y fue retirada por la agencia de promoción turística del Govern balear. Aunque su difusión es especialmente grave por incitar al turista a jugarse la vida, no es la primera ni será la última que ahonda en tópicos absurdos que venden una imagen distorsionada de la isla. Hemos visto promocionar la gastronomía de la isla con un plato de sushi, un flaó quemado, fotos de restaurantes de cartón piedra que únicamente destacan por sus precios y cuya oferta nada tiene que ver con lo nuestro, y hasta con imágenes de otras islas. Es lo que ocurre cuando se contrata para esta tarea a empresas foráneas que tiran los precios en los concursos públicos y que no tienen la más remota idea de lo que se traen entre manos. Es, pura y llanamente, arrojarse piedras contra el propio tejado.

@xescuprats

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