El quinteto de la muerte

Xescu Prats

Xescu Prats

Hace dos sábados, el 27 de enero, Santiago Abascal, en su discurso como renovado líder de la formación ultraderechista Vox, durante la asamblea extraordinaria del partido y a pesar del reciente abandono de figuras tan relevantes como Iván Espinosa de los Monteros o Macarena Olona, dijo: «No hay ni ha habido nunca división interna en Vox, son películas de ciencia ficción de los medios de comunicación».

La frase, además de ilustrar la nula capacidad predictiva del personaje, sirvió como precalentamiento para la aparatosa astracanada que se produciría 48 horas después en el Parlament. La protagonizó una camarilla de diputados díscolos, que dejaron a Abascal a la altura del betún y le obligaron a digerir sus propias palabras. De los siete diputados que le quedaban en Balears, cinco aprobaron la expulsión del grupo parlamentario de otros dos: nada menos que el presidente de la institución, Gabriel Le Senne, y la máxima dirigente regional del partido, la ibicenca Patricia de la Heras.

Según la portavoz de los sublevados, Idoia Ribas, esta decisión obedeció a «circunstancias internas del grupo y para conseguir la mejor unidad posible». Extraña forma de cerrar filas, ya que la maniobra se traduce en la pérdida de la presidencia de la institución, que no pueden ocupar los diputados no adscritos, y en un enfrentamiento descarnado con la dirección de Madrid. El vicepresidente de Vox, Ignacio Garriga, anunció inmediatamente la suspensión cautelar del quinteto de la muerte, añadiendo que éstos no habían actuado por interés del partido, sino «por ambición personal», retratando de paso a la fauna que integra sus filas.

En el poco tiempo que llevamos de legislatura, ya se habían producido dos precedentes alarmantes. El primero, la marcha al grupo mixto del octavo parlamentario de Vox, el menorquín Xisco Cardona, en octubre, al no querer ser parte de las «coacciones» y «chantajes» de sus compañeros durante la negociación de los presupuestos con el PP, subrayando la podredumbre interna que ya corroía a su grupo parlamentario. El segundo, el ilustrativo arrebato de chulería de la portavoz Idoia Ribas, en diciembre, cuando, tras obligar al PP a tragar con la exigencia de 20 millones de euros para aplicar la segregación lingüística en las aulas, pronunció, en pleno arrebato triunfalista, la famosa frase de «nosotros sólo nos arrodillamos ante Dios».

El incendio se veía venir de lejos y de momento ya ha provocado que Vox pueda dejar de existir en el Parlament, dado que De las Heras y Le Senne han pasado al grupo mixto y los cinco díscolos quedan cautelarmente suspendidos del partido. Si Abascal cumple sus amenazas, acabarán siendo definitivamente expulsados, salvo que acepte quedar como un pusilánime.

A la presidenta del Govern balear, Margalida Prohens, le ha quedado un papelón casi irresoluble. Sin embargo, a pesar de los innumerables interrogantes que ahora planean sobre su mandato, ha asegurado que la crisis de Vox no afectará a la gobernabilidad de la institución. Difícil de creer. Prohens tiene 25 diputados y necesita cinco más para asegurarse la mayoría absoluta. Sin los cinco rebeldes de Vox, no le salen las cuentas, pero, si se apoya en ellos, abrirá un frente dramático a su partido en Madrid, que puede provocar la caída de pactos de gobierno PP-Vox en otras comunidades. Ante tan esperpéntico escenario, no resulta descabellada una convocatoria anticipada de elecciones a lo Díaz-Ayuso, con dos ventajas añadidas: el coste electoral que tendría para Vox el ridículo protagonizado y la situación de debilidad de la izquierda, con un PSOE descabezado tras la marcha de Francina Armengol al Congreso.

Y para avivar aún más el incendio, se ha filtrado un documento remitido en junio pasado a la dirección del partido por Patricia de las Heras, donde se acusa de corrupción al anterior presidente de Vox en Balears y ahora diputado, Jorge Campos, al emplear supuestamente los fondos parlamentarios asignados al partido en beneficio propio, para darse la gran vida y lucrarse personalmente. Según De las Heras, la exmujer de Campos y consellera en Mallorca por Vox, Montse Amat, incluso llegó a publicar en un grupo de WhatsApp que «el puto Santi (Santiago Abascal) me tiene hasta los cojones» y ahora «nos mandan a una embarazada», aludiendo al nombramiento de la ibicenca como nueva presidenta regional. Qué nivel…

Esta nueva crisis deja el folletín de Formentera, igualmente detonado por una batalla de egos, en pecado venial. Con tan convulso inicio de legislatura, los políticos parecen empeñados en acabar de hundir la imagen de su oficio, minando por completo la confianza de los votantes y retratando el Parlament como un parvulario donde, en lugar de solucionarse los problemas de la gente, se dirimen las pataletas infantiloides de una caterva de inútiles empeñados en hacerse el harakiri profesional y demostrarnos que su estrategia política únicamente oscila alrededor de su ombligo. ¿Cuál será la próxima?

@xescuprats

Suscríbete para seguir leyendo