Aulas sin móviles

Ahora es el tema de moda aunque somos muchísimos los que llevamos años advirtiendo del error de regalar un móvil a un niño de nueve años o de considerar obligatoria su entrega cuando nuestros hijos pasan a primero de la ESO, como un rito de iniciación mal entendido. Seguramente, si detrás de esto no hubiera tantísimo dinero y tantos intereses comerciales, se fijaría una edad legal, igual que se ha fijado para la educación obligatoria, viajar sin un adulto o para conducir. También hay un límite para empezar a fumar o tomar alcohol, actividades adictivas, igual que el uso del móvil, y nadie se lleva las manos a la cabeza. Sus defensores alegan que así los niños están localizados, lo que se conseguiría también con un teléfono sin acceso a internet, sin olvidar que, en los centros educativos, siempre existen medios para avisar a los alumnos y a los padres de cualquier incidencia. Y los abanderados de su utilización en las clases defienden que sin ellos no se puede acceder a plataformas educativas, jugar a juegos supuestamente educativos o leer libros en formato digital. Parecen olvidar que existen los libros en formato papel en todas las bibliotecas escolares, también en las públicas, sin necesidad de que los alumnos los compren, aunque puestos a hacer cuentas, a mí me chirría que se favorezca la compra de un teléfono que suele ser infinitamente más caro que un libro, sobre todo los que suelen recomendar en los centros, ya que se busca que no sean especialmente gravosos para la economía familiar. También existen los ordenadores o las enormes y carísimas pantallas digitales gracias a las que se puede recuperar la costumbre de leer en voz alta el ejemplar elegido.

Además, se dice que sin los móviles en las aulas, los alumnos no podrán formarse digitalmente, y que prohibirlos hasta una determinada edad es una medida demasiado severa, que es mucho mejor educar. En esto último, en lo de que es muchísimo mejor educar, estoy de acuerdo, pero de poco sirven sin una prohibición las campañas para no fumar o para no coger el coche si has tomado alcohol. Los que rechazamos su uso en clase, llevamos tiempo haciéndolo y recibiendo críticas como si fuéramos elementos reaccionarios. Defender la lectura en papel o la escritura a mano suena a Edad Media y el futuro es poner un móvil en las manos de un alumno, sin querer ver que se le da la llave de un universo sin fronteras pero lleno de trampas, a las que no debe ni sabe enfrentarse solo. Los científicos y psicólogos, libres de ser considerados medievales, también han criticado su uso en la adolescencia, porque crea dependencia, porque los aísla, porque los casos de acoso han aumentado. Yo no soy una experta, pero mis alumnos no tienen permitido usar el móvil en clase, otra cosa es que lo hagan a escondidas para contestar un mensaje sin importancia que perfectamente podría esperar unas horas. No soy una experta, pero tengo claro que esta es una batalla que no se puede librar individualmente: si unos padres no regalan el móvil a su hijo lo convierten en un ser asocial, o al menos eso parece, cuando es justo lo contrario. La sociedad entera debe reaccionar contra esta adicción y sus consecuencias, no se puede echar encima de las familias una responsabilidad así. Un niño con un móvil con acceso a internet tiene a su disposición música, porno, un conocimiento que no puede digerir sin formación previa, porque es inconmesurable, redes sociales, compras… Son consumidores en potencia, quizá por eso, regalar móviles es tan fácil, y que los políticos o las empresas instalen controles o vigilen su uso, no tanto.

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