Para empezar

La auténtica cara de la depresión

La depresión tiene mil caras. Y quizás ninguna es como quienes no la han tenido cerca piensan. No es andar llorando por las esquinas todo el día, como se han esforzado en hacernos creer. O no sólo. Puede ser así, sí, una tristeza tan grande que hace que tus lágrimas sean océanos en los que nadan ballenas azules. O un dolor tan intenso que puedes escuchar, crujido a crujido, cómo te vas rompiendo. Quizás la desesperanza va royéndote como si fueras un suculento olivo para esa invisible carcoma. Puede que la ansiedad te tenga todo el día sin parar, jugando al pillapilla, haciéndote huir de ti misma con la esperanza de no encontrarte jamás. O que la incertidumbre se adueñe de tu día a día, zarandeándolo entre el miedo y la desilusión. Es posible que la soledad se acomode en el rincón más recóndito de tu cuerpo, llenándote de oscuridad, o que sientas un vacío tan inmenso que no haya un segundo en el que no sientas que te has convertido en un agujero negro. Quizás simplemente no haces nada porque aquello que llenaba tus días de luz (amigas, libros, cine, viajes, deporte, naturaleza, amor, música, gastronomía, sexo...) no es capaz ni de prender un fósforo. La depresión tiene mil caras. Y, aunque quizás no lo creas, todas son la auténtica cara de la depresión.

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