¿Qué habrá sido del Orejas?

Hace poco me senté en el Metro de Madrid frente al Gordo. El Gordo era un compañero del colegio al que no había vuelto a ver desde entonces. Le llamábamos el Gordo por razones obvias. En todas las pandillas había un Chino, un Conejo y un Gordo y en la mía también. Le reconocí al instante, pese a las arrugas y las canas, pero estoy seguro de que él no me reconoció a mí, aunque apenas levantó los ojos del móvil, por lo que no le saludé para evitar una situación incómoda. De hecho, ni siquiera recuerdo su nombre real. Pensé en qué sería de su vida y ya de paso de la de otros compañeros sumergidos en el éter de años de olvido. Sobre todo del Orejas. ¿Qué habrá sido del Orejas? Era mi mejor amigo en los primeros cursos, pero desapareció cuando destinaron a su padre a otro cuartel de la Guardia Civil. Y pensé en qué habría sido de la Galleguina y la Gorrina y del Rata y mis inseparables gemelos Pigüy y Jasky y del Patato y el Cebollo y el Sunoro y el Bocanegra y el Estatequieto... Y luego pensé que algunos de estos motes hoy podrían llevar a una denuncia por bullying y que si hubiera pronunciado cualquier palabra terminada en ‘ing’ en el cole de mi pueblo cuando era niño me habría ganado un cantazo. Y en que algo habremos avanzado... Yo era el Botitas, por cierto.

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