Elogio de las fechas

Santificarlas o no va en gustos y credos, pero conviene celebrarlas, pues son mojones con leyenda señalando los tiempos del tiempo, sin los que este es una secuencia plana y repetitiva, jalonada solo por la meteorología y la burocracia laboral del calendario. Celebrarlas pasa, simplemente, por saber algo de su origen y de qué van, acompañando ese saber, a ser posible, de alguna de las señas de identidad ritual o conmemorativa de cada una, dándoles así un sentido formal (o sea: un sentido). Todo viene de la rotación de la Tierra alrededor del Sol, claro, y de los estados que en esa rotación presentan en cada lugar los días, pero también de la sucesión de historias que los humanos han ido cosiendo sobre algunos para hacerlos fechas y que además de estar ahí signifiquen. Descosidas las fechas de sus días, lo que nos quedaría son unas casillas y unos números dentro, un conteo rutinario.

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