El día de lo que importa es la salud

Hoy es el día de lo que importa es la salud. Ya sabemos que la suerte, de nuevo, nos ha sido esquiva y, un año más, nos planteamos si lo del Gordo no será una leyenda urbana más pero con un gran poder de sugestión: una enajenación mental colectiva muy kitsch que nos hace creer -esta vez sí porque tenemos un pálpito- que nuestra vida cambiará gracias a la caprichosa combinación de números pintados en bolas que se mezclan en enormes bombos, y de un momento a otro podremos olvidarnos de las miserias del día a día, de la inflación, de llegar a fin de mes, de esperar a las rebajas y de las marcas blancas. Pero hoy, devueltos a la realidad de nuestra cuenta corriente, cuyo saldo sigue en caída libre (y aún no hemos llegado al ecuador de las fiestas...), no nos queda otra que celebrar la vida, la salud, estar rodeados de personas a las que queremos y que nos quieren. Aunque cuando llegue el desmelene del karaoke navideño algunas anfitrionas se arrepientan de no haber huido lejos, como amenazan Nochebuena tras Nochebuena en estos días de invasión familiar del hogar. Tras la frustración de la lotería, es tiempo de valorar esos pequeños grandes momentos de la vida cotidiana que nos dan oxígeno y nos sostienen. Como es inútil resistirse al empalague de estos días sin mesura, dejémonos llevar y disfrutemos al máximo de todo lo que nos trae la Navidad: turrones, las luces estridentes, espumillones horteras, villancicos estomagantes, opíparas comilonas y los cansinos buenos deseos para todos a todas horas. De exceso en exceso hasta el año que viene, y luego ya veremos cómo reconducimos el asunto. ¡Feliz y desatada Navidad!

Suscríbete para seguir leyendo