¿Olvidamos que vivimos en una isla pequeña y frágil?

Desde hace años tengo la sensación de que se nos ha olvidado que vivimos en una isla. Pero no es una isla cualquiera, es la más pequeña y frágil de las Balears. Nos lamentamos de los precios de la cesta de la compra o del alquiler de una vivienda que hace que muchos de nuestros vecinos e incluso hijos decidan que el mundo es más grande que este pequeño ‘paraíso’ (cuánto daño ha hecho esta palabra) y por eso empiezan a irse en silencio. Estamos en Formentera.

Estos 82 kilómetros cuadrados de roca calcinada por el sol no tienen la riqueza necesaria para abastecer a su población y mucho menos a los miles de turistas que deciden pasar unos días en un paraíso que cada vez lo es menos. El Estado se cubre las espaldas bonificando nuestra movilidad como residentes, con Ibiza en barco, y dentro el territorio nacional, en avión. Parece que con eso nos conformamos. En cambio se le olvida, al Estado, que las mercancías nos vienen gravadas por los impuestos de puertos y que nuestra dependencia en suministros básicos no responde ni de lejos a lo que nos tocaría. Las circunstancias geográficas y demográficas nos son las mismas que una isla grande, con más recursos como Ibiza o Mallorca. Queremos tener los mismos servicios y ventajas que en una ciudad media, ya no digo grande, y siempre hay alguien que te recuerda aquello de que ‘en Formentera todo es diferente’, normal.

Hemos hecho grande esta isla mostrándola en el escaparate global y vacío de sentimientos, en el camino nos hemos olvidado de que no somos grandes. El deseo queda limitado por el espacio que compartimos y lo hemos convertido, entre todos, en el paraíso de los ricos para olvidarnos de los que viven aquí todo el año o de aquellos que quieren construir su vida aquí. Queremos tener los servicios de la ciudad y es cuando nos ponemos exigentes. Nos hemos olvidado de que Formentera no se puede agrandar, aunque estoy seguro de que a algún especulador le agrade la idea.

Suscríbete para seguir leyendo