Diario de Ibiza

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Marta Torres

Marta Torres Molina

Ibicenca, isleña y mediterránea. Licenciada en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona en 2002. He desarrollado toda mi carrera profesional (exceptuando alguna colaboración) en Diario de Ibiza, donde comencé a colaborar los fines de semana antes, incluso, de iniciar los estudios universitarios. Dedicada, principalmente, a temas de sanidad, educación y sociales. Y a culturales siempre que encuentro un hueco. Este amado oficio mío me ha valido algunos premios (Premio de Periodismo Contra la Violencia de Género de la Fundación Grupo Norte, de la Associació de Periodistes de les Illes Balears, del Colegio Oficial de Enfermería de las Islas Baleares, Fundación Instituto Roche de Medicina Personalizada y de Precisión, Tiflos…) que me han servido para reafirmarme en el poder de la libreta, el boli y mirar a los ojos en un mundo cada vez más tecnológico. Apasionada de las historias de mujeres, la gastronomía y la lectura. Siempre llevo un libro en el bolso. De vez en cuando sueño que escribo ficción. A veces, lo hago. He publicado los libros de cocina ‘Cocineras en Ibiza’ (Editorial Balàfia, 2020) e ‘Ibiza, de la tierra a la mesa’ (Editorial Balàfia, 2022), un relato en ‘Prova de foc’ (Editorial Balàfia, 2022), un compendio de ocho cuentos inspirados por la pandemia, y ‘Un año del revés’ (Con M de Mujer, 2022). Cuando el mundo despertó, los periodistas aún estábamos allí.

Menos loVox, Caperuprohensita

Es lo que pasa cuando le abres la puerta al loVox. Que entra. Y acaba con todo. Aunque tu intención sea sólo entornar un poco el batiente para que te enseñe la patita. Te ha repetido mil veces desde el otro lado de la cancela, que ya no es carnívoro, bueno, sólo un poco, y tú vas y le dejas entrar. Marga Prohens tiene al lobo en casa. No sólo lo dejó entrar, es que le abrió la puerta de par en par. Sus ansias por ocupar el Consolat de Mar la cegaron. Donde buena parte de los demás distinguíamos una clarísima y amenazadora zarpa ella prefirió ver una mano tendida. Le abrió, le tendió la alfombra azul y compartió su afición por devorar la lengua propia. En plena vorágine catalanívora, con las fauces chorreando la sangre de todas las ces trencades de la sanidad, con las de la función pública temiendo acabar como las siete cabritillas, el loVox se revuelve. Muestra su colmillo brillante y afilado a la presidenta, que fue la que, inconsciente, le abrió la puerta. Una insensatez imperdonable. Por más rebosillos que luzca. Defender la cultura de estas islas no es vestirse con un traje típico un día de fiesta. Defender la cultura de estas islas hubiera sido no abrirle la puerta al lobo, que anda retorciendo y enredando. Salivando. Trinchando la lengua en trocitos pequeños, para engullirla mejor. «Qué colmillos tan grandes tienes, aVoxlita». «Es para deslenguaros mejor». Menos loVox, Caperuprohensita.

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